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Cultura

El Prado enseña el 'lado B' de sus trípticos

Coincidiendo con la celebración de la XII Semana de la Ciencia, en la galería norte de la planta baja del edificio Villanueva, el Museo del Prado ofrecerá al público hasta el 6 de enero de 2013, la oportunidad única de contemplar el reverso de los trípticos que se exponen abiertos en sus salas. Para ello se han realizado espectaculares fotografías a tamaño real de los trípticos cerrados que se exponen en el Museo y normalmente no están visibles al público. "Para el público será una sorpresa ver que hay detrás de trípticos como el del Bosco", explica el director adjunto de Conservación y Restauración del Museo del Prado.

Cada una de las imágenes estará acompañadas de cartelas informativas en las que se incluye una imagen del tríptico abierto y la referencia a su ubicación en las salas, "para que el visitante puede luego buscarlas", explica Finaldi. En el título de esta pequeña exposición, Los trípticos cerrados del Museo del Prado, de grisalla a color", se hace referencia a la grisalla, pinturas monocromas, en tonos grises, conseguidos mediante gradaciones de blanco y negro, que incorporaban en los reversos de sus obras los primeros primitivos flamencos.

El empleo del óleo, que permite la traducción de las distintas materias, favorece la ambigüedad y el ilusionismo al reforzar el aspecto vivo de las figuras y el escultórico de las grisallas, como sucede en las obras de Alincbrot, Campin, van der Stock y Provost.

El uso del color en carnaciones, cabellos, fondos y algunos otros objetos como en las esculturas policromadas las convierte en "semigrisallas", como hizo Memling en algunas obras tempranas y durante el siglo XVI algunos pintores de Brujas, fieles a la tradición, como Pourbus.

Singular es el caso de El Bosco. En El jardín de las delicias recurre a la grisalla para un tema del Génesis, en la Adoración de los Magos limita el color a los comitentes dentro del espacio sacro, mientras que en El carro de heno triunfa el color, lo que no sucede con otros, como Coecke, que, pese a aumentar su proporción, no renuncian a convertir sus figuras en esculturas policromas.  

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