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Cultura

El Prado amplía sus horarios de manera excepcional para ver a la infanta... Margarita

La infanta Margarita, en traje azul, Diego Velázquez. Óleo sobre lienzo, 1659.

A través de una treintena de obras, la exposición Velázquez y la familia de Felipe IV pretende introducir al espectador en dos temas profundamente interrelacionados. Por un lado, la actividad como retratista desarrollada por Velázquez en los once últimos años de su carrera y la continuación de esa labor por sus sucesores Juan Bautista Martínez del Mazo y Juan Carreño durante las décadas de 1660 y 1670. La pinacoteca madrileña abrirá este domingo hasta las 21.00 horas para quienes deseen ver la exposición Velázquez y la familia de Felipe IV, que exhibirá hasta ese día los retratos hechos por el pintor sevillano.

Siendo una exposición sobre retratistas cortesanos, también lo es sobre la familia real. De hecho, en 26 de esos treinta cuadros se representa al rey, a su mujer o a sus hijos, cuyas peripecias personales tuvieron una repercusión europea, pues afectaban al equilibrio de fuerzas del continente. El núcleo de la exposición está compuesto por los retratos reales que hizo Velázquez en Madrid desde su vuelta de Roma hasta su muerte en 1660. Son once piezas que forman un capítulo aparte dentro de su carrera, por su singularidad iconográfica y técnica, y en las que se mantuvo a un nivel de calidad extremadamente alto. El mundo femenino e infantil invade por vez primera su catálogo, el color se hace más denso, variado y suntuoso de lo habitual hasta entonces, y se incorporan decididamente las alusiones espaciales a los retratos reales.

"En primer lugar, hay que señalar que no es una exposición general sobre Velázquez, pues se centra en un momento muy singular de su carrera como retratista cortesano: sus once últimos años, que desde el punto de vista de sus modelos, sus composiciones o el uso y variedad de su cromatismo constituye una etapa llena de personalidad y belleza, y de un nivel de calidad muy alto. La exposición investiga también sobre su herencia y sobre cómo su presencia no se acabó con las obras que salieron de su mano, sino que se prolongó a través de cuadros de taller y mediante la labor de sus continuadores, especialmente Mazo y Carreño”, ha comentado Javier Posrtús, comisario de la muestra, quien ha seleccionado algunas obras clave de las cuales destacamos aquí cinco.

Las ‘otras’ Las Meninas. Un modesto museo de provincias británico aloja entre sus paredes Las meninas de Diego Velázquez, bueno, en realidad se trata de una versión del lienzo atribuida a Juan Bautista Martínez del Mazo (1610-1667), yerno del pintor, y que durante años se ha considerado una reproducción. Ahora que el cuadro viaja a España para formar parte de la exposición Velázquez y la familia de Felipe IV, algunos afirman que el cuadro de Kingston House de Dorset fue realizado por el maestro sevillano. Esta es la teoría de Matías Díaz Padrón, conservador jubilado del Museo del Prado, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. “Las Meninas que hoy están en Kingston Lacy son de la mano de Velázquez. Y son las primeras”. Goya  o Jovellanos consideraron el lienzo como un boceto del propio Velázquez. “Una copia fehaciente no olvidaría nunca el mínimo detalle y, mucho menos, a los Reyes, que son símbolo de todo”, ha dicho Díaz Padrón. En la imagen, el boceto ocupa la parte izquierda; el original, la derecha.

La infanta María Teresa (1653). Expuesto hasta ahora en el Metropolitan Museum de Nueva York, este lienzo retrata a la única hija que le quedaba a Felipe IV cuando se casó con Mariana de Austria a finales de 1649. Esto la convirtió en una pieza clave en la carrera por la sucesión. Estaba destinada a casarse con su primo Luis XIV. El matrimonio, que se llevó a cabo en 1660, puso fin a la larga guerra con Francia. Se hicieron varias versiones de este cuadro para regalar a casas amigas y también para que el emperador de Viena viera cómo crecía su nieta. Está incluido en la segunda sección de la muestra: Las dos primas.

Camillo Massimo (1650). Es uno de los miembros de la corte papal a quien Velázquez retrató durante su segundo viaje a Italia. Pintado por Velázquez en 1650, durante su estancia en Roma, es especialmente importante la figura de este cardenal: a él, protector de pintores y personaje especialmente culto, se debía en buena medida, cuenta el comisario de la exposición Javier Portús, que Velázquez no quisiera regresar a Madrid, pese a lo mucho que le reclamaba Felipe IV. El lienzo, perteneciente a la BenKes Collection, tiene una particularidad: a diferencia de otros retratos, el modelo no posa de pie, lo que, según algunos aporta más serenidad y aplomo al retrato. El cuadro forma parte de la sección primera de la exposición: De Roma a Madrid.

La infanta Margarita, en traje azul, Diego Velázquez (1659). El primer que se hace a la hija de Felipe IV y Mariana de Austria fue de Velázquez. Se llevó a cabo por petición del emperador de Austria, su abuelo, que quería ver cómo se desarrollaba su nieta. En este, ya la infanta se acerca a la adolescencia. Ella es la protagonista de Las Meninas (1656), donde se la ve rodeada de sus damas de compañía, así como de otros personajes de la corte española. Existen multitud de retratos de la infanta realizados por Velázquez en el Museo del Prado de Madrid y el Kunsthistorisches Museum de Viena, destacando obras como La infanta Margarita con vestido rosa (1653) o Retrato de la Infanta Margarita a los 15 años (1665), si bien la autoría de esta obra ha sido muy discutida, dudándose entre la mano de Velázquez y la de Juan Bautista Martínez del Mazo o una combinación de ambas.

Felipe IV, Diego Velázquez (1654). La figura del rey Felipe IV de España (1605-1665) fue objeto de muchas pinturas barrocas del siglo XVII, entre ellos de Peter Paul Rubens. Sin embargo, son especialmente importantes las que hizo Diego Velázquez, lo que le valió, entre otras cosas convertirse en miembro de la Orden de Santiago, que entonces excluía a los pintores y a todo aquel que desempeñase una labor manual. Este retrato, que forma parte de la colección permanente del Museo del Prado forma parte de la primera sección de la muestra.

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