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Cultura

José Luis Várez Fisa: un coleccionista en la sombra

A Juan Abelló le intranquiliza pensar que uno de sus cuadros sea cedido para una muestra  al otro lado del Atlántico; avión, ¿para sus obras? Ni hablar. Alicia Koplowitz, dicen, no duerme la noche anterior a la compra de un gran cuadro, y Plácido Arango ha llegado a admitir que en más de una ocasión se ha descubierto más obsesionado por su colección que  sus propios negocios. Así son los coleccionistas, pero no los de cualquier tipo, sino los coleccionistas en mayúsculas, aquellos que cuentan entre su patrimonio con un Goya, un Velázquez o un Greco y cuyas colecciones se valoran no en miles, sino en millones de euros.

Miembro de este restringido grupo de grandes coleccionistas está José Luis Várez Fisa, quizás el más hermético y reservado de este grupo de devotos de las Bellas Artes. No ofrece entrevistas, apenas y habla en público y sobre su colección apenas y ha hecho referencias.  Sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos por permanecer en un segundo plano, esta semana Várez Fisa ha saltado a los titulares de la prensa diaria gracias a la jugosa donación que el empresario hizo al Museo del Prado: un grupo de 12 obras que cubren  de los siglos XIII al XV, desde el románico hasta el renacimiento.

No es la primera vez que Várez Fisa hace una donación al Prado, ni mucho menos, a una institución pública. Lo que es de destacar, en este caso, es la magnitud del donativo, que pone de manifiesto cuáles son los puntos fuertes en la colección del empresario, anteriormente relacionado además con la pinacoteca, del que fue vocal hasta 1992, año en que el propio Várez Fisa renunció a su cargo en protesta por el traslado del Guernica al Museo Reina Sofía, por considerar que contravenía los deseos de Picasso.

La primera donación de Várez fue en 1970, el año en que se trasladó a vivir desde Guipúzcoa hasta  Madrid, con la entrega del Retablo de San Cristóbal, obra de un maestro anónimo castellano de finales del siglo XIV y único ejemplo del gótico lineal que posee el Prado.  En ese momento cuando Varez Fisa funda y preside Administradora General de Patrimonios (Agepasa) una gestora de patrimonios y carteras,  y el Banco Inversión. La siguiente donación fue en 1988, tras ser vocal del Real Patronato, cuando donó al Museo del Prado otro San Cristóbal, en este caso firmado por Orazio Borgianni, pintor romano que vino a trabajar a España en dos ocasiones donde contribuyó a difundir el naturalismo de Caravaggio en nuestro país.

La relevancia de su colección no tiene relación alguna a la poca figuración que gusta Varez hacer de este y otros temas. Desde que fue amenazado por ETA en los años sesenta cuando forjó su fortuna en el negocio de la chatarrería en el País Vasco, Varez Fisa evita aparecer en fotos. No concede entrevistas. Tampoco se presenta a recoger los Premios que reconocen su labor como coleccionista, así ocurrió con la Medalla de  Oro al Mérito en las Bellas Artes 2012. Fue a recogerlo su esposa, no él.

La fortaleza de su colección se distribuye en cuatro capítulos; el primero es arte español antiguo (fundamentalmente de pintura), desde el Románico a Goya. Es dueño de un Velázquez, posee el que se considera el bodegón más importante de Zurbarán y se reconoce por ser un gran comprador de arte español en el extranjero, lo que le ha valido aparecer en la lista de los 200 coleccionistas más influentes que publica Art News. A esa sección sigue su colección de arqueología mediterránea (piezas egipcias, iberas, griegas y romanas) que hoy forman parte de las colecciones del Museo Arqueología Nacional de Madrid tras ser vendidas al Estado español por 12 millones de euros. Los dos capítulos restantes son platería (siglos XV-XVII) y cerámica hispano-musulmana (siglos XV-XVII).

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