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Motor

De Ávila a Zarautz: 600 kilómetros con el Mazda MX-5 de cuarta generación

El MX-5 en el Puerto de Piqueras, camino del Valle del Iregua.

No es un alarde tecnológico, cuenta con sólo dos plazas y un pequeño maletero, tiene tracción trasera, cambio manual y una capota de lona que se abre y cierra a mano, pero el MX-5 transmite mucho más que cualquier berlina de última generación. Y lo hace con unos niveles de eficacia a sus mandos difícil de encontrar en modelos cargados de electrónica. Ligereza y agilidad son sus dos señas de identidad, junto a su inconfundible estética que perdura desde su primera generación en esta ya cuarta.

Frente a la anterior, es ligeramente más corto y más ancho, realzando de este modo su faceta deportiva, que mejora sensiblemente frente a su predecesor, pues es además más ligero y potente. Una combinación de mejoras que se siente de verdad a sus mandos, y que hemos podido descubrir tras cruzarnos media España evitando autovías y autopistas.

Salimos desde la Avila monumental y fijamos como destino final la pequeña localidad costera de Zarautz. Dos ciudades contrapuestas que suponen casi 600 kilómetros de recorrido… buscando evitar carreteras de doble carril y circular el máximo tiempo posible por carreteras secundarias. Por ello, pasamos por Segovia, Riaza, Burgo de Osma, Soria, Logroño, Pamplona y el tramo final ya por autovía hasta Zarautz.

Interior MX-5.

Terreno idóneo para en el que el MX-5 se siente como pez en el agua, y lo hacemos además con la capota abierta. Hasta los 100 km/h más o menos la protección del parabrisas aísla del aire permitiendo circular sin molestias de acústica. Ya por encima de ese ritmo, entre 120 y 140 km/h e incluso algo por encima, conviene llevar subidas las ventanillas para seguir disfrutando del contacto con el aire manteniendo un grado de confort suficiente.

Hasta Soria, ritmo y trazado rápido que una vez superamos la capital soriana cambia por uno de los tramos más excitantes para disfrutar de la conducción. El Puerto de Piqueras, que a pesar del túnel que lo atraviesa sigue abierto al tráfico en muy buen estado, permite dar rienda suelta a los 160 CV del MX-5 y sentir como las ruedas traseras deslizan ligeramente en las cerradas curvas que nos lleva hasta los 1.710 metros de su cota máxima. La rápida y precisa dirección y un cambio de cortos recorridos de palanca y rapidísimo accionamiento incitan a subir y bajar marchas como si de un juego se tratase. Todo el trazado que discurre por el Valle del Iregua supone enlazar una curva tras otra durante más de 30 kilómetros. Acelerar, frenar y trazar con el MX-5 sentados a sus mandos casi pegados al asfalto transmite sensaciones inigualables. Una pequeña máquina de tomar curvas con la que pasan los kilómetros casi sin darte cuenta, por el altísimo ritmo que imprimes en cada giro… y por la forma en que se disfruta conduciendo. Cuantas más curvas, mejor.

Cambio manual.

Los últimos kilómetros hasta Zarautz, ya en autovía, nos descubre que también se puede viajar con el MX-5 con la capota cerrada. No es el turismo más indicado para ello, pero se adapta mejor de lo esperado. ¿Y de consumos? Pues a ritmo bastante elevado, con cambios constantes de marcha y sin tener un especial cuidado en no gastar, el MX-5 de dos litros consume ligeramente por encima de los 8 l/100 km. A ritmos algo más tranquilos y sosegados, apenas llega a los 7 l/100 km.

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