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Sociedad

Los toros como elemento en el juego político: entre prohibiciones, defensas y contradicciones

Enrique Ponce dedica un toro a Juan Carlos I.

Las corridas de toros tienen un innegable componente político. Se utilizan, desde uno y otro lado, como arma arrojadiza, casi ideológica. La teoría dice que los grupos de izquierdas, especialmente los que son cercanos a Podemos, tienen más querencia por prohibir la fiesta mientras que la derecha, con el PP a la cabeza, hará lo posible por visibilizarla.

Esto es mucho más fácil en  las ciudades, donde la cercanía con la población se difumina, que en los pueblos. Allí todos se conocen y saben bien por dónde respiran los gustos de los habitantes. “El pueblo se nos echaría encima”, dice el alcalde de Mallén, una pequeña localidad cercana a Zaragoza al Heraldo de Aragón. La capital aragonesa, sin embargo, sí se plantea quitar las subvenciones a los eventos taurinos.

En La Coruña se han prohibido los toros a pesar de tener que pagar la rescinsión del contrato que había en vigor

Algo similar pasa en  La Coruña, donde el alcalde Xulio Ferreiro ha decidido prohibir la celebración de espectáculos taurinos en la Plaza de María Pita. En su caso, además, ha tenido que rescindir el contrato que estaba en vigor, con el dinero que eso conlleva. Argumenta Ferreiro que gran parte de la población está en contra. Sigue así los pasos dados por las Islas Canarias en los 90 (allí la tradición siempre fue mínima, quizá porque los toros llegaban mareados del largo viaje, lo que hacía difícil que la cosa llegase a cuajar) y en Cataluña.

También en Valencia el tema es polémico. Joan Ribó, alcalde de la capital, ha suprimido todas las ayudas al toreo y no descarta en un futuro prohibir la celebración de eventos. Algo similar ocurre en Alicante, donde plantean quitar en 2017 los toros y en otros pueblos de la región.

Más difícil aún es el caso de Madrid. En la capital la feria taurina es importante, y la ciudad en sí es especialmente relevante para el mundo del toreo. Manuela Carmena, la nueva alcaldesa, ha decidido cortar el grifo de las subvenciones, tanto para la feria como para la escuela de tauromaquia, pero en principio no parece que se encamine en una prohibición. Y eso que, una de las primeras medidas anunciadas por su gobierno, es nombrar a Madrid “ciudad amiga de los animales”.

Bildu los prohibió en San Sebastián, no en Pamplona

Todo lo contrario ha sucedido en San Sebastián. Allí los toros desaparecieron con Bildu y han vuelto ahora, con el PNV. Lo hicieron, además, con respaldo de Televsión Española, que recuperó la fiesta para las pantallas a la llegada del PP y no se corta en auxiliar los toros allí donde sea necesario. También estuvo presente, quizá como refuerzo, el rey emérito Juan Carlos I, gran amante de la fiesta y una muy querida por los taurinos en esta batalla.

El caso de Bildu es especialmente curioso, pues en San Sebastián fueron los primeros en dar el paso y lo vendieron como un gran triunfo, pero a su llegada a Pamplona no se han atrevido a meterse en esa guerra. Los encierros pamplonicas son emblemáticos, la cara más conocida de la ciudad en todo el mundo, y el simple debate sobre su conveniencia está lleno de espinas.

Como suele pasar en estos caso, el dialogo no siempre se articula en los límites cívicos. Le pasó el otro día a un empresario taurino, Carlos Zuñiga, que gestiona la plaza de toros de Gijón. Le dio por sacar los pies del tiesto y meter en un mismo discurso niños, toros y el orgullo gay. “las fiestas del Orgullo Gay sí que hacen daño a la vista de los niños”, decía el empresario que se encadenaba a la “tradición ancestral” para rechazar cualquier debate posible. “Las fiestas del Orgullo Gay sí que hacen daño a la vista de los niños", fue la frase empleada pero, para no quedarse allí, también esgrimió la patria como campo de juego: “Todas las elucubraciones son pantomimas para ir en contra de la fiesta nacional y en contra de todo lo que suene a la palabra España”.

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