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Sociedad

De Paquirrín y Pantoja en TVE, el lustro de 'Sálvame' y la paz Osborne-Montañez

Un libro de José Saramago, no diremos cuál, termina cuando al protagonista, un dechado de bondades y virtudes, le disparan un tiro en la cabeza. Su asesinato es, de alguna manera, la muerte de la esperanza. Viene a cuento este recuerdo porque esta semana en la televisión se ha visto que no queda esperanza, que todo está ya perdido para los telespectadores, que los bárbaros están a las puertas de la ciudad y no hay manera humana de frenar el incendio que se avecina. Es un pensamiento triste, desolador, horrendo, exagerado, si ustedes quieren, pero dramáticamente real. Y surge de los asuntos mencionados en el titular de este artículo, a cuál más desasosegante. Una noticia, un aniversario y una farsa. Lean, si les apetece, y juzguen.

La noticia es aterradora. Resulta que José Luis Moreno vuelve a Televisión Española (TVE) como productor diez años después de su último contrato. Hasta ahí, se puede aguantar. Que el hombre que pone las voces de los exitosos Monchito o Macario regrese a la cadena pública es criticable, pero tampoco es para hacerse el haraquiri. Sí lo es, en cambio, que en la gala que produce Moreno, que se emitirá el próximo 19 de julio, actuarán, juntos y revueltos, Isabel Pantoja y su hijo, Kiko Rivera, alias Paquirrín. Apoteósico. ¿Cómo es posible que con dinero público se sufrague esta broma de mal gusto? ¿A qué cráneo privilegiado se le ha ocurrido que un dúo formado por estos dos seres, una cantante, eso sí, y el otro vividor, actúe en TVE? Que Paquirrín llene los espacios rosas de la tele pública es normal, pero que aparezca como estrella de la canción es insultante

Un lustro después sigue habiendo varios millones de españoles que disfrutan con el engendro que presenta en Telecinco Jorge Javier Vázquez

Vamos con el aniversario, que es lo más duro de asumir. Sálvame ha cumplido cinco años de emisiones. Telecinco, la cadena edificante, lo ha celebrado por todo lo alto durante toda la semana, incluida una campaña de promoción muy bien diseñada para llegar a todo bicho viviente. Campaña que, a su vez, gira en torno a la imagen perpetrada por la conocida artista Ouka Leele, quien ha dicho esto: "He querido crear un ambiente entre el teatrillo y algo divino, porque ellos son como divinidades para los espectadores que lo siguen". Y se quedó tan ancha. El programa que presenta Jorge Javier Vázquez cosechó, además, unos magníficos números de audiencia el día de su quinto cumpleaños. O sea, un lustro después sigue habiendo varios millones de españoles que disfrutan con este engendro. Personas que se deleitan con Belén Esteban, Kiko Matamoros o Karmele Marchante. Este hecho irrebatible yugula cualquier esperanza que uno tenga en que las televisiones apuesten por la calidad y no por la basura. 

¿Justificaciones?

En este repaso semanal de la actualidad televisiva se ha dicho en innumerables ocasiones que la frivolidad, la risa o la diversión son más que necesarias en televisión. Forman parte de esa función del entretenimiento que también deben cumplir los medios de comunicación. Los moralismos para los moralistas. Por su parte, las clases dominantes, especialmente la política, demuestran día a día con sus actos que no son mucho más ejemplares que los personajes de este programa. Y, además, como me dijo hace unos días un conocido italiano, "si no te gusta lo que hay, cambias de canal, ¿cuál es el problema?".

Algo de responsabilidad tendrán quienes apuestan por emitir gilipolleces, dan pábulo a seres demenciales que nada positivo pueden aportar o pasan de las obligaciones legales, como la del horario infantil, ¿no?

Todos los argumentos del párrafo precedente son ciertos, sí. Pero no hay excusas que valgan para justificar semejante contenido televisivo. Algo de responsabilidad tendrán quienes apuestan por emitir gilipolleces, dan pábulo a seres demenciales que nada positivo pueden aportar o pasan de las obligaciones legales, como la del horario infantil, ¿no? En la televisión hay límites, a veces borrosos y difíciles de clasificar, que Sálvame atraviesa cada día para situarse, simple y llanamente, en el terreno de lo absurdo. Y finalmente cualquiera, por muy amante del esperpento que sea, o muy tolerante, o muy cachondo, o muy risueño, solo puede llorar ante tanta zafiedad y tanta estupidez

Por último, toca la farsa, que es menos lamentable aunque tampoco llega a la categoría de esperanzadora, ni mucho menos. Recordarán ustedes la monumental bronca entre Beatriz Montañez y Bertín Osborne en Hable con ellas (Telecinco) a cuenta del chavismo venezolano. La periodista hizo un ridículo bochornoso aquel día. Parecía que se había armado una guerra imparable entre ambos. Sin embargo, los dos firmaron un armisticio en directo esta semana gracias a las disculpas de Montañez, que pueden ver en este vídeo:  

En suma, en siete días Osborne y Montañez han pasado de aquello de "no tienes ni puta idea" a la armonía y la paz. Enhorabuena. Huele a que algún jefazo decidió que había que arreglar el desaguisado para aprovechar el suceso en busca de más audiencia... Pero, en todo caso, hay que aplaudir el buen humor de ambos contendientes en su divertida reconciliación. Quizás es que, como casi todo en televisión, la polémica fue demasiado exagerada. Cosa que, en línea con lo dicho, tampoco es motivo para la esperanza. Porque el ciclópeo debate generado, en twitter y en las calles, por esta discusión es solo otro ejemplo de nuestra decadencia.  

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