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Sociedad

Anatomía de las citas online: perfiles grotescos, mercadeo de sexo y tráfico de datos

Uno de los perfiles curiosos en Tinder

La década de los 10 ha unido sexo y tecnología en un matrimonio que nunca volverá a separarse. Buscar pareja, sexo o relaciones por internet ya no es algo extravagante. Una buena parte de la población joven y no tan joven lo ha incorporado como parte de su vida, dando paso a un gigantesco negocio en el que han florecido incluso gigantes cotizados en el Nasdaq como IAC. Este conglomerado posee marcas para el mercado de 'ligoteo' como Tinder, Match, OK Cupid, Meetic o Chemistry, pero también otras alejadas del negocio de las citas online como Vimeo o la publicación The Daily Beast.

El negocio es mixto: se financian con publicidad, mediante suscripciones o ambas. Los datos que aportamos gratuitamente en las redes sociales para buscar pareja y también para tener sexo esporádico (gustos, aficiones, creencias religiosas y muchas más) se venden, aunque las compañías dedicadas a ello rara vez lo reconocen. 'The New Yorker' citaba en 2011, por ejemplo, el caso de la web OK Cupid, que vendió estos datos debidamente protegidos para salvaguardar la privacidad de sus clientes a investigadores de las universidades de Yale y de Stanford. En el mundo del big data, saber cuanto más mejor sobre los ciudadanos convertidos en clientes es una mina de oro para campañas de marketing, y gracias a las redes sociales normales (Facebook o Twitter) y a las específicas para buscar pareja o sexo (Tinder, Meetic, e-Darling, Adoptauntío), los usuarios no dudamos en perder estos datos: los regalamos de corazón.

"Nuestros experimentos son a pequeña escala, como si un chef cambiase una especia al cocinar"

Pero no debería cundir el tremendismo, puesto que aparentemente el único objetivo de este tráfico de datos es conocer mejor a la clientela. Uno de los fundadores de OK Cupid, de nombre Christian Rudder, asegura que las webs de citas no están experimentando con la gente: "Estos experimentos son de muy pequeña escala, es como si un chef simplemente cambiase una especia al cocinar". El experto en nuevas tecnologías Enrique Dans tranquilizaba en declaraciones a este periódico el año pasado: "Las bases de datos no se venden a nadie. Es ilegal, y además, no se hace por una razón muy sencilla: si la vendes, no la puedes explotar tú. Lo que se hace con las bases de datos es explotarlas uno mismo, es decir: ofreces a cualquiera que quiera ofrecer publicidad la posibilidad de que filtre tu base de datos en función de una serie de criterios, que decida la forma de pago (si por impresiones o por clics, por ejemplo), y que lance su mensaje con su creatividad (limitada por unas reglas rígidas), pero ese alguien nunca recibe una lista de nombres ni nada por el estilo. Simplemente decide con qué variables quiere filtrar. La base de datos no sale en ningún momento de Facebook (ni de Google, ni de ninguna empresa de ese tipo), ni se entrega a nadie".

Lo hacemos porque estamos solos

"Nuestro narcisismo, exhibicionismo y yoísmo nos hace no ser conscientes de ello. Pero Google procesa más de veinticuatro petabytes de datos al día. Se suben más de diez millones de fotos nuevas cada hora a Facebook, con 3.000 millones de likes diarios. Twitter acoge más de 400 millones de tuits diarios. Y las cifras no paran de aumentar", dice a Vozpópuli Lucía Martín, autora del libro 'Hola, sexo?' y que ha pasado meses investigando el pantanoso mundo de las citas online en todo tipo de aplicaciones.

"Creo que estas aplicaciones tienen tanto éxito porque nos encontramos solos, y el mundo digital nos sirve de compañía. Pero yo recomendaría que si alguien está buscando el amor de su vida, ni lo intente a través de estos sitios. Porque bajo la aparente etiqueta de la búsqueda del amor, la mayoría de la gente lo que está haciendo es buscando únicamente sexo".

"Si buscas pasarlo bien, adelante. Si buscas el amor, ni lo intentes"

La periodista aporta en este libro editado por Arcopress muchas de las experiencias forjadas en meses de citas a través de la red, algunas de ellas verdaderamente hilarantes y todas desde un punto de vista femenino: "Llegué a hacer un excel de los chicos que había conocido en las redes para no olvidar a ninguno y poder rememorar tan gratas experiencias (...) Recuerdo una vez que quedé con un chico chileno en una terraza de la plaza de Chueca de Madrid... no estaba mal físicamente, una cosa normalita, tampoco es que fuera un Adonis. Llegaba de jugar un partido, me contó. Y empezamos a contarnos qué deportes practicábamos. Que si el fútbol, que si yo corro, que si desde cuando, que si por donde... y no llevábamos ni veinte minutos de conversación cuando me soltó: 'Pues si corres, tendrás las piernas duras'. Sí, claro', respondí yo, pensando que se me estaban poniendo las piernas como las de Ronaldo y que eso era muy poco femenino. Y de repente dijo: '¿te las puedo tocar?'"

En otros casos no se llegó a la cita en persona, ya que los primeros contactos vía la propia aplicación no fueron demasiado satisfactorios.

Variedad

La autora del libro concluye que es innegable que ligar por estas vías tiene sus ventajas, aunque siga prefiriendo la vieja forma de hacerlo. "Durante el año que tuve la cuenta en Tinder conocí a un físcio nuclear francés, a un matemático, a un economista que trabajaba en banca de inversión en Londres, a un directivo de una tecnológica, hablé con un músico de una banda de jazz que me invitó a visitarle en Almería durante sus vacaciones, a un antropólogo, a un policía encargado de extraditar a inmigrantes, etc. Desde ese punto de vista, es una herramienta muy interesante porque tu campo de acción, ese en el que puedes conocer a gente, se amplía exponencialmente. No hay fronteras".

El libro, que contiene multitud de experiencias en primera persona, dedica todo un espacio a las imágenes de contacto que los usuarios tienen en la red social. Algunas muy llamativas y explícitas como las que ponemos a continuación.

El punto de vista masculino, aunque se toca en este libro, no abunda tanto. En las redes para buscar sexo son abrumadora mayoría los hombres y también suelen ser mucho más atrevidos. Las mujeres, más discretas, pueden aportar fotos en la playa pero bajo ningún concepto tan explícitas como los hombres.Aquí ponemos un par de ejemplos de otra red social.

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