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Sociedad

Una trilogía sin hobbits, pero con Ortega Cano, Paquirrín, Belén Esteban y demás orcos

Hoy vamos a hacer una propuesta. Ahora que se ha estrenado en todo el mundo El hobbit. La desolación de Smaug, es el momento de proponerle a su director, Peter Jackson, que se deje de trilogías sobre la obra de Tolkien. Si de verdad quiere pasar a la historia del cine, este hombre debe abandonar cuanto antes los espectáculos visuales que construye gracias a inenarrables efectos especiales, la tecnología 3D, los 48 fotogramas por segundo y los metrajes excesivos. Querido Peter, permíteme el tuteo, olvida la fantasía y apuesta de una vez por una trilogía intimista, minuciosamente humana, sorprendente, hiperrealista, imbatible. Nada hay tan fascinante como los personajes televisivos españoles. Si te atreves, no tendrás hobbits, pero te sobrarán los orcos.

Les parecerá una locura esta propuesta. Intentaré convencerles por la vía de los hechos. Tozudos, aplastantes. Los argumentos tolkienianos de las cintas esculpidas por Jakcson son verdaderamente enrevesados. Aparte de maldades de todo tipo, incluyen giros asombrosos, psicológicamente dignos de estudio. En la tensión permanente entre el bien y el mal, conocemos a seres perversos. Y el director de Nueva Zelanda encontraría tipos más abominables que Sauron o Saruman en nuestras pantallas. Así de odioso debe ser el hacker (jacker, dice él) que, según Francisco Rivera, alias Paquirrín, entró en su cuenta de twitter un par de día atrás y envió tuits críticos con su propia hermana, Chabelita. Este viernes no se hablaba de otra cosa en Sálvame, programa también merecedor de sesudos estudios psicológicos.

El libro más vendido

Tanto El señor de los anillos como El hobbit son obras de pura fantasía. Magia en imágenes. Poesía para algunos. Son ficciones que, siguiendo la eterna paradoja del arte, nos enseñan mucho sobre nosotros mismos precisamente porque se alejan y nos alejan de la realidad. No son creíbles, pero son cautivadoras. En esta última obra de Jackson, por ejemplo, el principal protagonista, al menos estéticamente, es un dragón que habla. Al verlo, no llegas a creértelo, pero te sumerges en la obra y arrumbas las rigurosidades de la verosimilitud. Benditas mentiras que nos entretienen. Aun más inverosímil resulta que Belén Esteban haya escrito un libro. Pero dicen que va ya por la séptima edición. Incluso, en otro dato difícil de creer, se asegura que 100.000 ejemplares han sido adquiridos en las librerías. Quiero decir que en nuestra televisión, como en las películas menos realistas, todo es posible. Y no pocos españoles observan embobados esas otras mentiras para entretenerse. 

En tercer lugar, estas superproducciones que arrasan en la taquilla se caracterizan porque muchos de sus personajes cambian, evolucionan catárticamente, se desdoblan, se corrompen o se redimen. Los dos principales hobbits, Frodo y Bilbo, se ven inmersos en situaciones que jamás hubieran esperado. Y la realidad televisiva española está llena de cambios repentinos que se precipitan y suceden en las vidas de tipos de todo pelaje. Sin ir más lejos, el ex torero Ortega Cano, que ya andaba bastante disgustado por el encarcelamiento de su hijo adoptivo, puede terminar acompañándole entre rejas. Acaba de ser condenado y aunque anuncia que pedirá el indulto, parece que lo tiene crudo. Veremos cuánto tarda en ir a la tele a contar sus penas. Y, si no lo cuenta él, lo contarán sus familiares políticos, como Rosa Benito, Amador Mohedano o Chayo Moedano, que andan estos días mostrando sus vergüenzas en Telecinco sin ningún pudor ni límites.  

Esta semana hemos visto a Lequio tocando a Olvido Hormigos en el programa de Ana Rosa Quintana

Instintos más primarios que los de un orco pudimos ver esta semana en el programa de Ana Rosa Quintana. Ahí tienen a Olvido Hormigos, la concejal del vídeo porno, comentando que en lo que va de año su marido le ha perdonado "un par de veces". Y al lado el conde Lequio, que tiene más años que un elfo, llamándola "cachondona" y hasta tocándola. Ahí, de par de mañana, hablando sobre sus vaivenes sentimentales, como nos revelaron los compañeros de Periodista Digital. Todo a cuenta de que esta mujer ha vuelto a aparecer en la portada de Interviú.

Audiencias y estrenos

Dejamos por un momento esta propuesta y nos ponemos medio serios. En cuanto a las audiencias, la batalla entre Atresmedia y Mediaset se recrudece. Principalmente los lunes y miércoles. El primer día porque luchan El tiempo entre costuras y La que se avecina. Y el segundo porque pelean La Voz y Top Chef. Esta semana ha sido divertido ver cómo las dos empresas han celebrado por todo lo alto los números de share y espectadores de todos estos programas. Como en las elecciones, parecía que hubieran ganado todos. 

Para el futuro, les anuncio, si no se han enterado ya, que se está grabando un nuevo programa de cocina. Se llama Deja un sitio para el postre, lo presenta Raquel Sánchez Silva, que vuelve a la tele tras una tragedia familiar, va sobre repostería y se emitirá en Cuatro. En el mismo canal, donde cabe ya casi todo, han iniciado el casting para la próxima edición del Un príncipe para... En la anterior edición, tan poco edificante como sin duda será la segunda, la princesa era una tal Corina, nombre que, asociado a la Monarquía, metaforiza la actualidad de un país necesitado de regenerarse. Como regenerase necesitan las televisiones públicas. No puedo terminar sin recordarles un ejemplo de manipulación burda e insoportable en la cadena de Castilla-La Mancha. 

Regresa el programa que buscó novio a Corina, nombre que metaforiza la regeneración necesaria

Vuelvo al inicio de esta pieza, una vez más irresponsable y hasta absurda, para decirles, ahora un poco más en serio, que he tenido la suerte de ver ya El hobbit II. Si quieren dos horas y media de una creación visual y temáticamente inimitable, vayan al cine corriendo. Y si no les gusta mucho el universo tolkeniano, vayan igualmente. Los orcos que aparecen en la película son menos desagradables que los que reinan en la tele

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