Quantcast

Sociedad

"Pasé de ser un adolescente a un adulto en cuestión de horas"

Algunos supervivientes de la tragedia de los Andes.

El 22 de diciembre de 1972, los teléfonos fijos de dieciséis familias uruguayas fundieron cable desde primera hora de la mañana. Les llamaban desde Chile: habían encontrado a sus hijos, miembros de un equipo de rugby, perdidos desde el 13 de octubre en los pináculos de Los Andes.

-¡Viven! ¡No están muertos! ¡Los han encontrado! ¡Viven!

Ese grito ya se ha hecho inmortal en los cuatro puntos el globo. Y en la retina, han quedado fijas las imágenes de un avión destrozado después de estamparse contra las imponentes montañas de Los Andes. También las de unos chavales de menos de veinte años burladores de la muerte.

Dieciséis pasajeros sobrevivieron de milagro al accidente y fueron dados por muertos a los 72 dias de estrellarse el avión

Habían pasado 72 días de encierro en el corazón frío y duro de la cordillera americana. Se los había tragado la tierra. Los chicos supieron por una radio mugrienta, intacta de milagro tras el accidente, que las autoridades chilenas habían abandonado su búsqueda. Oficialmente, estaban muertos. Pero en la realidad, estaban vivos y perdidos. Dieciséis pasajeros de aquel vuelo siniestro consiguieron despistar a un destino fatal. Superaron las adversidades del abandono, el desamparo en medio de la nada, con solo nieve alrededor. Sin esperanza alguna, fueron capaces de mantener la calma, organizarse y buscar la salida de aquel infierno helado. Lo lograron.

Antonio Vizintín, más conocido como Tintín, tenía entonces diecinueve años y viajaba en ese vuelo. Habla en exclusiva para Vozpópuli en memoria de aquellos días fatales y épicos a la vez. Los hombres vencieron a la montaña cuando ésta les había condenado a muerte.

El peligro deja huella 

-Han pasado ya 43 años desde el accidente. Han cambiado muchas cosas. ¿En qué han cambiado ustedes? Tanto personalmente como a nivel profesional.

-Hemos cambiado desde muchos puntos de vista. Primero, por la edad: hoy con sesenta y dos años, evidentemente has evolucionado, ya sea por la experiencia adquirida, como por lo vivido y por lo aprendido. Personalmente desde el accidente me ha quedado la idea de cuidar la vida, es un bien precioso y a veces no la cuidamos lo suficiente. Desaprovechamos el tiempo, ese tiempo que no vuelve más, esos segundos, minutos, horas, días... pasan y son pasado. Luego nos arrepentimos de no haber hecho lo que queríamos; pues entonces hagámoslo, no lo dejemos para después. El después es ahora, es hoy -enfatiza Tintín-. Nunca nos hemos puesto a pensar que nuestra estancia en la tierra es finita. Nosotros hemos tenido el don de estar muertos y de haber vuelto, me he dado cuenta de que a esa segunda oportunidad tenía que sacarle todo lo mejor, de exprimirla como si fuera la última vez. En definitiva, no desaprovechar las oportunidades y si no aparecen, hacerlas aparecer. A nivel profesional , ya no estoy en la parte más activa, más bien pronto para el retiro, asesorando pero siempre con la cabeza activa. Me dedico más a planear y volcar la experiencia adquirida, eso que a veces se llama olfato, la experiencia de haber pasado por situaciones similares a lo largo de los años.

-¿Cómo les cambió el accidente? ¿Y todo lo que vino después?

-Los accidentes siempre traen cambios y a mí, con 19 años, sin duda que me cambió, pasando de adolesente a hombre en cosa de horas. El jugarte la vida a cada instante, el tener que tomar decisiones de vida o muerte, el estar solo en la montaña te marcan para toda la vida. Aprendes a valorar todo, la vida, la comida, a tus padres, a tus maestros. Todos ellos te fueron enseñando cosas que pensabas que eran de poca utilidad, y en la montaña te encontraste con que muchas de ellas eran lecciones para la vida, para conservarla y para vivirla. Supe que ese esfuerzo que me hacían hacer, ese sacrificio, tenía una finalidad, hacerme fuerte para la vida. ¡Y vaya si me fue útil! Lo que vino después fue la continuación de la vida. La vida sigue y puedes quedarte en el accidente o evolucionar y disfrutar de otras cosas. Hay que vivir la vida pasando por las diferentes etapas de estudiante, de casarte, tener hijos, ahora nietos, la familia, tu trabajo, llevar adelante tus locas ideas... Sobre todo, no creerte nada, la fama es puro cuento. Dura muy poco y la vida es otra cosa, es trabajo, familia.

"Todos hicieron un sacrificio para poder salir de ahí, convencidos de que, o salíamos todos juntos o moríamos todos"

-¿Por qué sobrevivieron?

-Porque tuvimos un gran líder, que fue nuestro capitán, Marcelo Pérez del Castillo. En el momento de mayor caos, nos lideró y nos sacó adelante. Posteriormente estuvieron los primos Strauch, que fueron los grandes cerebros, y hubo un equipo desde el principio que respondió como tal. Cada uno hizo lo que tenía que hacer: liderar cuando fue necesario para luego volver al llano y apoyar cuando su función no fue más necesaria. Cada uno de los que estuvo ahí dio el ciento por ciento de lo que tenía para dar, sin mirar cuánto daba su compañero. Todos hicieron un sacrificio para poder salir de ahí, convencidos de que, o salíamos todos juntos o moríamos todos. Pero el equipo fue fundamental, unos haciendo agua, otros limpiando el avión, otros encargados de la comida y los expedicionarios, tratando de encontrar una salida. Todos fueron importantes.

-¿La pasta de la que están hechos ustedes es distinta de la de los jóvenes de ahora? ¿En qué es distinta la sociedad?

-Somos todos de la misma pasta, la diferencia es que nosotros pasamos por una experiencia que nos hizo llegar al límite, al límite mismo de lo que uno es capaz de soportar. Llegamos a los umbrales de dolor, de resistencia, de frío, a niveles impensados... Pero es un don de los humanos, y todos lo tenemos. Lo único que tenemos que hacer es buscar esa reserva, que está adentro nuestro y decir: "Sí puedo" a cada desafío que tenemos. La sociedad sin dudas es más cómoda, más conformista, estamos menos dispuestos a sacrificarnos y nuestros padres nos malcrían. Creen que si sufrimos menos que ellos, nos hacen un favor y es todo lo contrario. Las grandes adversidades se superan superando antes las pequeñas, no podemos hacer grandes sacrificios si no hemos hecho pequeños. España, por su tierra y su historia, está llena de ejemplos de sacrificio, sin ir muy lejos, muchos de nuestros abuelos cultivaron la tierra, hicieron sacrificios para que sus hijos estudiaran y fueran mejores... Y hoy en día, ¡cuánta gente se sacrifica todos los días para estar en mejores condiciones al día siguiente y que sus hijos tengan un mejor pasar! Pero se olvidan de enseñarles lo que es el sacrificio. La vida es difícil, si alguien dijo que era fácil nos mintió.

-Después de rozar la muerte y burlarla, ¿sabe qué es lo realmente importante en su vida?

-La vida es difícil, pero vale la pena vivirla y en definitiva lo realmente importante son nuestros seres queridos, nuestras familias. Es donde encontramos la palabra justa en momentos de necesidad o la palabra de aliento cuando estamos alicaídos. Es donde nos sentimos bien no importando lo que haya pasado.

"Los Andes hicieron aparecer lo mejor y lo peor del ser humano, sus virtudes y bajezas, pero siempre lo mejor estuvo primero"

-¿Creen que les ha mejorado esta experiencia?

-No sé cómo hubiera sido si no hubiera pasado por Los Andes, pero una experiencia que ha tenido un costo tan grande en vidas humanas no puede terminar sino dando seres mejores que los que iban en el avión.

-¿Qué recuerdo tienen de esos días? ¿Lograron acostumbrarse a algo de esa situación?

-El accidente es un recuerdo, es parte de mi vida y va conmigo, es un recuerdo que traigo cuando es necesario pero que duerme a mi lado. Fue algo que me pasó y ahí queda.

-¿Ve positivo ese accidente?

-Los Andes hicieron aparecer lo mejor y lo peor del ser humano, sus virtudes y bajezas, como no podría ser de otra manera, pero siempre lo mejor estuvo primero. Aparece la fraternidad, la amistad, la solidaridad, la misericordia, el afecto, y te hace ver la nobleza del ser humano. Somos mucho más capaces de lo que creemos y mucho mejores de lo que pensamos. El ser humano es capaz de soportar muchas cosas. Siempre y cuando tenga una esperanza.

Lo dice quien estuvo 72 días bajo las nieves perpetuas andinas y vive para contarlo. Algo de esto sabrá.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.