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El PNV sucumbe al miedo de los batzokis, la presión de Bildu y al temor de una ruptura

El miedo a un enfrentamiento traumático como el de hace cuarenta años entre Arzalluz y Garaicoechea lleva al actual presidente a renunciar a otro mandato

Y Andoni Ortúzar tiró la toalla. A la fuerza, como a finales de 2023 hiciera resignadamente el acuchillado sin miramientos ex lendakari Íñigo Urkullu, que quería repetir cuatro años más. Ortúzar quitó entonces a su amigo de cuadrilla e impuso manu militari de cartel electoral al hoy lendakari, un joven Imanol Pradales, no fuera a ser que Bildu diera en las elecciones de febrero de 2024 un susto de muerte al "partido guía", como definen al PNV sus adversarios en el País Vasco. Todo el mundo interna y externamente sobreentendió que el siguiente paso de renovación generacional implicaría su propia marcha... menos Ortúzar.

Contaba supuestamente con el apoyo de la mayoría de los batzokis (sedes) vizcaínos para seguir otro mandato en la presidencia de un PNV "renovado" y podría haber peleado para ponerse a la altura del histórico Xabier Arzalluz -24 años al frente del partido-, todavía va comentando en estos días su entorno, pero, como tantas veces en la historia de los jeltzales, esta semana Guipúzcoa ha inclinado la balanza global a favor de Aitor Esteban, el tercero de esa cuadrilla hoy mal avenida que hoy son los Ortúzar, Urkullu y Esteban, que es quien va a heredar en unas semanas la sigla centenaria creada por Sabino Arana en 1895.

El golpe definitivo se lo ha dado a Ortúzar el recién elegido máximo responsable de Gipuzkoa Buru Batzar (GBB), Markel Olano, anunciando que la militancia guipuzcoana apoyará mayoritariamente a Esteban para sacar a la organización del declive lento pero imparable en que se encuentra. Mayoritariamente, los votos de esos 30 batzokis de la segunda provincia vasca a favor del hasta ahora portavoz en el Congreso -los estatutos le impiden seguir en la Carrera de San Jerónimo- han sido suficiente aviso a navegantes para ese aficionado al remo que es Andoni Ortúzar, quien ha preferido irse antes de arriesgarse a que lo echen las urnas internas.

Andoni Ortúzar no se fiaba del empate que iban pregonando los suyos en base a una exigua mayoría en el todopoderoso PNV vizcaíno -15.000 de los 25.000 afiliados que tiene en todo el País Vasco y Navarra- porque la candidatura de Esteban surgió por sorpresa de su interior hace menos de un mes, cuando el todavía presidente del Euskadi Buru Batzar dio señales de no querer irse por las buenas. No en vano, el Bizkai Buru Batzar (BBB) ha sido controlado con mano de hierro por Itxaso Atutxa, pareja de Esteban

Al final, Ortúzar no se ha fiado del empate que iban pregonando los suyos en base a una exigua mayoría en el todopoderoso PNV vizcaíno -15.000 de los 25.000 afiliados que tiene el PNV en todo el País Vasco y Navarra- porque la candidatura de Esteban surgió por sorpresa de su interior hace menos de un mes, cuando el todavía presidente del Euskadi Buru Batzar dio señales de no querer irse por las buenas. No en vano, el Bizkai Buru Batzar (BBB) ha sido controlado con mano de hierro por Itxaso Atutxa, pareja de Esteban hasta que Ortúzar la renovó a ella y a los anteriores máximos dirigentes en Guipúzcoa, Joseba Egíbar, y Álava, José Antonio Suso.

En palabras de alguno que conoce bien por dentro el funcionamiento de esa casa y del Gobierno Vasco, "los caídos en la renovación, particularmente Itxaso y buena parte de los cuadros y los militantes, se han puesto de acuerdo ahora para renovar al amanecer al renovador porque esto no aguantaba más", señala esta fuente con ironía, en relación a la imagen desfasada que viene dando el PNV; y no solo por temas como el deterioro del servicio de Osakidetza (Sanidad Pública) o el "estigma" del desastre en el vertedero de Zaldíbar (2020), hasta el punto de hundir la imagen de buena gestión de un Urkullu que a partir de ahí "no levantó cabeza" ante la opiniòn publica.

El fantasma del enfrentamiento 

Ni volvió a levantar cabeza Urkullu ni quien a ojos de muchos debería haber sido su sucesor en la Lehendakaritza en lugar de Imanol Pradales, el vicelendakari Josu Erkoreka; alguien que, como Aitor Esteban, fue durante ocho años (2008-2012) portavoz del PNV en el Congreso, y al cual le tocó lidiar con la tragedia vertedero que se llevó por delante buena parte de la imagen de buena gestión, eficaz, de la que durante muchas décadas se ha beneficiado la formación jeltzale y no sólo dentro del País Vasco.

Pero, para tirar la toalla así, señalan varias fuentes, en el ánimo de un Andoni Ortúzar que lleva doce años al frente, tiene que haber pesado "sin duda" el fantasma de la división que acecha al PNV siempre que la fuerza nacionalista se dividen. Ocurrió a partir de 1980 cuando Arzalluz y los foralistas se enfrentaron al entonces lendakari, Carlos Garaikoetxea, que prefería concentrar el poder en el Gobierno Vasco, no en las diputaciones, y que acabó yéndose con sus afines y creando Eusko Alkartasuna, una formación abertzale que en las siguientes elecciones (1986) impidió que José Antonio Ardanza retuviera la hegemonía nacionalista.

En realidad, más que buena relación con el PSOE, lo que tiene Esteban es una muy mala relación "con este PP de Alberto Núñez Feijóo", en particular con el portavoz del Grupo Popular, Miguel Tellado, "porque las tonterías que han dicho en el asunto de la devolución de nuestra sede en el exilio en París no ayuda". Pero la polñitica, al final, es cuestión de intereses y, si como dicen los sondeos, acaba gobernando Feijóo "se arreglará de una u otra manera"

Ganó en las urnas el socialista Txiki Benegas, y solo porque Felipe González impuso que gobernara un PNV segundo en esos comicios -ETA estaba todavía muy activa-, Ardanza fue finalmente investido lendakari. No obstante, eso ocurrió hace cuarenta años. "En esto de Ortúzar todas las lecturas son internas, de cómo salir de esta situación, no busquéis una lectura Sánchez sí/Sánchez no, como quiere hacer el Gobierno con la elección de Aitor Esteban", advierten bastantes consultados. Los menos sí creen que el factor personal influye en polñitica como en la vida.

En realidad, más que buena relación con el PSOE -se las ha tenido tiesas con María Jesús Montero por su "nefasta" forma de negociar-, lo que mantiene Esteban es una muy mala relación "con este PP de Alberto Núñez Feijóo"; en particular con el portavoz del Grupo Popular, Miguel Tellado, "porque las tonterías que han dicho en el asunto de la devolución de nuestra sede en el exilio en París no ayuda". Pero la polñitica, al final, es cuestión de intereses y, si como dicen los sondeos, acaba gobernando Feijóo "se arreglará de una u otra manera".

Recuerdan, en este sentido, la buena sintonía que exhibían Esteban y Mariano Rajoy durante los debates parlamentarios del mandato del ex presidente popular y ponen de relieve el riesgo que supone para el PNV fiarlo el Gobierno Vasco y las Diputaciones a una buena alianza con Pedro Sánchez, que ya ha demostrado que no le tiembla el pulso a la hora de dar protagonismo a Bildu tras el final del terrorismo. "Ese problema con Feijóo no lo tendríamos", razón un miembro del GBB.

El espejismo de la abstención "recuperable"

Ahora, como nuevo presidente del PNV "le toca hablar menos", señalan en su partido, como corresponde a una figura reverenciada internamente, señalan los suyos, "y eso también ayudará a normalizar la relación, eso sí, siempre que no esté Vox por medio". De momento, tiene por delante la compleja tarea de renovar una organización profundamente envejecida a la cual el ejercicio casi continuado de 45 años de poder omnímodo en el Gobierno Vasco y en las Diputaciones ha llevado a un profundo desgaste y al alejamiento de decenas de miles de votantes.

La primera señal extramuros llegó con las elecciones municipales y a Diputaciones del 28 de mayo de 2023. Aquel domingo votaron 1.361.684 vascos, 124.722 menos que en 2019. Pues bien, estudios postelectorales detectaron que, nada menos que el 70% de esos votos (86.431), fueron a la abstención, no a Bildu o al PSE; un dato importante en el análisis porque eso significa, explicaron en ese momento varias fuentes consultadas, "el PNV lucha contra sí mismo y su decadencia, no contra el fantasmagórico sorpasso de Bildu".

El espejismo de la abstención "recuperable" duraría poco. A pesar de la sustitución de Íñigo Urkullu por Imanol Pradales como cartel electoral en las elecciones autonómicas de febrero de 2024, Bildu empató a escaños con el PNV (27 cada uno) y se quedó a 30.000 votos del sorpasso. Finalmente, el PNV pactó con el PSE la investidura del desconocido Pradales y un gobierno de coalición, pero Ortúzar y su equipo vieron las orejas al lobo del cambio generacional muy favorable a los de Arnaldo Otegi en términos de voto

Pero ese espejismo de la abstención "recuperable" duraría poco. A pesar de la sustitución de Íñigo Urkullu por Imanol Pradales como cartel electoral en las elecciones autonómicas de febrero de 2024, Bildu empató a escaños con el PNV (27 cada uno) y se quedó a 30.000 votos del sorpasso. Finalmente, el PNV pactó con el PSE la investidura del desconocido Pradales y un gobierno de coalición, pero Ortúzar y su equipo vieron las orejas al lobo del cambio generacional, muy favorable a los de Arnaldo Otegi en términos de voto joven y no tan joven una vez desaparecido el terrorismo de ETA, y procedieron a renovar las estructuras de un partido anquilosado y con imagen prepotente incluso entre sus propios afiliados.

Hace tres meses se filtró a los medios una ponencia interna demoledora titulada PNV, un partido al servicio de su pueblo, en el que los propios cuadros y militantes ven a su partido "desconectado de la realidad" y no dejan títere con cabeza; por criticar, critican hasta los batzokis, necesitados de actualización en su mobiliario y diseño y, sobre todo, de una mayor "limpieza" (sic). Esa será, a partir de marzo, la ingente tarea de un Aitor Esteban que, en tradicional bicefalia con Pradales tienen el reto de desterrar el fantasma del sorpasso de Bildu -con o sin el PSOE de Pedro Sánchez- en las próximas citas electorales varias.

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