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Internacional

Uno de los supervivientes del naufragio: "La zona de mando era un timón y poco más"

El español Rafael Martínez, superviviente del naufragio de un barco turístico en aguas de Indonesia, asegura que el suceso no le quitará las ganas de seguir viajando por el mundo, pero sí que durante un tiempo no subirá a un barco. Martínez, que trabaja en la Agencia Efe, y su novia María estaban entre los veinte extranjeros y cinco indonesios de un pequeño crucero que el pasado sábado naufragó cuando hacía el recorrido entre las islas de Lombok y Komodo, populares destinos turísticos de Indonesia.

En conversación con Efe desde un hotel de Bali, Martínez ha relatado la dramática experiencia del naufragio, causado por el fuerte oleaje y las malas condiciones del barco, agravadas por la falta de instrumental técnico para casos de emergencia. Dos españoles figuran como desaparecidos en ese naufragio, según las autoridades locales.

En la noche del sábado el oleaje era fuerte, con olas de entre dos y tres metros que hacían que los pasajeros estuvieran mareados y y que hubieran rechazado comer algo. El oleaje creció y los pasajeros se percataron de que la línea de costa se perdía y el barco se adentraba en alta mar. Martínez bajó hasta en tres ocasiones a la zona de mando -"por llamarla de alguna manera, porque era un timón y poco más"- para informarse, pero los tripulantes decían que todo era normal y hacían gestos de tranquilidad.

"Desde el primer momento vi que el barco saltaba mucho y que nos íbamos a la deriva, en especial porque la noche anterior encallamos en una barrera de coral y el barco estaba tocado", asegura el joven periodista.

Hacía la una y media de la madrugada los pasajeros fueron haciéndose con chalecos salvavidas por su propia cuenta, sin ayuda de la tripulación, y media hora más tarde el guía de la expedición les dijo que se prepararan para abandonar el barco, porque se iba a pique. Rafael y María cogieron sus pasaportes y algo de dinero y se echaron al agua, como el resto del pasaje. El crucero contaba con una pequeña barca de metal con capacidad para cuatro o cinco personas, a la que se agarraron todos los pasajeros. Poco después vieron que, a poca distancia, el crucero estaba parcialmente hundido, pero que la popa todavía asomaba por encima del agua y que allí estaban los tripulantes indonesios.

"Nadie va a venir a buscarnos"

Todos los turistas decidieron unirse y quedarse encaramados allí, hasta las 10.00 y en ese período pudieron percatarse, en un difícil diálogo con los tripulantes, que el barco carecía de gps u otros medios de navegación seguros y que había un agujero en el depósito de gasóleo, lo que suponía un riesgo adicional de incendio del que la tripulación no era consciente, según Martínez.

El sol de la mañana trajo algo de alivio, que se quebró con una palabras del guía turístico: "Nadie va a venir a buscarnos porque nadie sabe que hemos naufragado".

"Podían ser varias horas de nadar, pero no había otra"

Entre todos evaluaron las posibles salidas a la situación y hubo consenso en mantenerse encaramados al barco, aunque la popa empezó a hundirse y, en medio del nerviosismo general, algunos optaron por intentar nadar hasta una isla que estaba a unos cinco o seis kilómetros, que los tripulantes decían que estaba habitada, aunque luego se demostró falso. Un primer grupo de cinco náufragos empezó a nadar en esa dirección y Rafael y María se unieron a otros tres que lo hicieron poco después. "Sabíamos que podían ser varias horas de nadar, pero no había otra", añade. En ese momento, cerca de las 15.00, fue cuando Martínez vio por última vez a los dos españoles desaparecidos, de entre 45-50 años y cuyos nombres ignora.

Los dos jóvenes tenían chaleco salvavidas y aletas, pero hacía las 21.30 apenas se habían acercado a la isla y, por el contrario, les acechaban el frío, los calambres y las medusas, mientras la noche les envolvía y hacía difícil que se vieran entre ellos. Con sus otros cuatro compañeros, Martínez vio unas luces en alta mar y todos empezaron a dar gritos que, para su alegría, fueron respondidos en breve por el sonido de un motor, ya que se trataba de un pequeño barco que les rescató.

Salvoconducto

Ahora Rafael y María descansan en un hotel de Bali mientras la Embajada de España en Yakarta hace las gestiones para que puedan regresar. Martínez perdió el pasaporte en el agua y el de María está mojado, por lo que necesitarán un salvoconducto para poder regresar a España, lo que confían en que pueda ocurrir durante el fin de semana.

Para esas gestiones les piden una denuncia de lo ocurrido, lo que no es fácil, porque, a su juicio, los indonesios no son muy partidarios de que se sepan en qué condiciones navegan algunos de sus barcos turísticos.

A salvo de una experiencia que para muchos sería traumática, Martínez asegura que "de todo se aprende" y que mantendrá su deseo de viajar por el mundo, pero que antes de subir a otro barco comprobará que cumple todas las medidas de seguridad, aunque por ahora se quedará una temporada en tierra firme.

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