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Internacional

Maduro jura ante Évole: "No van a poder con nosotros, por ninguna vía"

Nicolás Maduro y Jordi Évole

-¿Descarta una guerra civil?

-Nadie podría decir hoy con certeza una respuesta para esa pregunta. Todo depende del nivel de locura y agresividad del imperio del norte.

Nicolás Maduro ha vuelto a demostrar este domingo que es el abanderado de una de esas revoluciones que se eternizan y que matan antes de morir. Está a la cabeza de uno de esos movimientos políticos que predican una y otra vez la necesidad de rebelarse para vencer a un enemigo que nunca desaparece y que se reinventa una y otra a gusto del dictador. Al igual que los salafistas, Maduro mira hoy hacia arriba para justificar su deseo de mantenerse en la presidencia. Los primeros, recurren a Dios para aferrarse al cargo. Los bolivarianos hablan de la necesidad de luchar contra la nueva-vieja gran amenaza, como es la del 'imperio yanqui'. Su líder ha confirmado en la entrevista que ha concedido al programa Salvados que está dispuesto a inmolarse y a ir a la guerra civil antes de abandonar su cargo.

Criticaban unas cuantas voces, en los días previos, el oportunismo de Jordi Évole al acudir a Venezuela para entrevistar a su presidente. Lo hacían sin razón, con ese pensamiento cateto que tan extendido está últimamente de que sólo se puede hablar con quienes aportan bien a la Humanidad. Curiosamente, quienes apelan estos días a luchar contra el pensamiento único que quiere poner la izquierda que impulsa lo políticamente correcto, son quienes establecen el filtro, en estos casos, para determinar quién puede o debe aparecer en la televisión.

La conversación que han mantenido Maduro y Évole ha vuelto a dejar clara la desfachatez de un líder paródico que se muestra dispuesto a cruzar los siete mares a bordo de un barco afectado por varias vías de agua. Resulta sonrojante escucharle hablar de sus “comités locales de abastecimiento y producción” en un país con una hiperinflación del 10.000.000%, al igual que ver cómo pronuncia las palabras 'libertad' y 'justicia' mientras los miembros de la nomenklatura (cívico-militar) aseguran su futuro con el expolio de los recursos, como el petróleo, y con las generosas mordidas que bien saben las empresas del exterior que hay que ofrecer a los funcionarios para sacar su capital del país.

A Pablo Iglesias le ha lanzado un dardo envenenado: “Debería preocuparse más de unir su partido que de aconsejar a los demás”.

Hay un viejo vídeo en internet en el que aparece Hugo Chávez, con su chándal tricolor, vendiendo electrodomésticos en un programa de televisión, como émulo del Joaquín Prat de El Precio Justo, con la vista puesta en el escaparate. Hay un momento en el que Chávez y la aguerrida periodista-revolucionaria que le acompaña, se paran delante de un horno y fijan su vista en la etiqueta. En la parte izquierda, figura el precio del “capitalismo”. En la derecha, el precio “súper-Chávez”, que es más bajo. “Los pérfidos comerciantes podrían llegar a cobrar hasta 10.000 pesos por esto”, dice ella. Y él responde: “y más”.

Un presidente como Maduro no podría gobernar sin esta ración de maniqueísmo y realismo mágico. En su entrevista con Évole, ha vuelto a exhibir ese carácter tan propio de villanos de Batman, consistente en perseguir altas metas con una metodología ridícula. "Disponemos de dos millones de milicianos que están en todo el territorio nacional (…). Hay 50.000 unidades populares de combate que van a tener un sargento (…) y que tienen acceso abierto al sistema nacional de armas", ha asegurado en un momento. Sin duda, ha sido una frase pronunciada con rotundidad, pero que deja entrever su temor disimulado, pues en un país cuyo pueblo huye por la frontera, hablar de 2 millones de personas dispuestas a tomar las armas es un tremendo farol.

Maduro ha tenido para todos. A Jair Bolsonaro le ha aconsejado que cuide su salud. De Justin Trudeau -primer ministro canadiense-, le ha definido como una marioneta de Estados Unidos. A Mauricio Macri, le ha emplazado a que se ponga los patines ante las próximas elecciones argentinas, que perderá. A Pedro Sánchez le ha definido como un “farsante” que gobierna pese a no ganar las elecciones; y que puede acabar más manchado de sangre que Aznar con la Guerra de Iraq. Incluso a Pablo Iglesias le ha lanzado un dardo envenenado: “Debería preocuparse más de unir su partido que de aconsejar a los demás”.

Venezuela hasta en la sopa

Sobre este último, ha lamentado que haya cedido ante la presión social y mediática que -considera- existe en España con Venezuela, a la que se ha situado como el “monstruo” que hay que eliminar. Ciertamente, no se equivoca el dirigente cuando afirma que este país ha sido utilizado como arma arrojadiza dentro de la cada vez más mediocre e insustancial contienda política española. “En un programa, le preguntaron a los niños españoles quién era el presidente de Portugal y el de Grecia y ninguno lo sabía. Pero que el de Venezuela era Maduro lo sabían todos”, ha expresado.

Está claro que los medios ponen ponen siempre el foco sobre una serie de países y dejan a otros en la sombra, lo que genera una imagen distorsionada de la realidad. Nada nuevo. Pero mientras Maduro critica la estrategia intervencionista de quienes, como Estados Unidos, crean villanos en países hostiles -"Venezuela es víctima de una agresión, un montaje; inventan una y mil mentiras. Tratan de acorralarnos con ultimátum para ir a una situación extrema de enfrentamiento-, obvia que en su discurso que también ha centrado las culpas de la situación en un enemigo externo, con el que trata de desviar la atención -con más pena que gloria- sobre sus propios pecados. Abundantes y capitales.

“No van a poder con nosotros, por ninguna vía. Te lo juro por mis antepasados", ha dicho Maduro.

Porque la realidad dicta que los militares hoy siguen imponiendo la revolución como excusa para todo y como pretexto para mantener el país en su actual situación, que es miserable. Y porque la constante búsqueda, invención y reinvención del enemigo ha dejado a múltiples víctimas y encarcelados por motivos políticos. Entre ellos, sus opositores.

“No van a poder con nosotros, por ninguna vía. Te lo juro por mis antepasados (…) Venezuela no va a volver a ser el patio trasero de América Latina”, ha apuntado Maduro en la entrevista. Y ha añadido: “si quieres paz, prepárate para la guerra”. Lo dicho, ese presidente con apariencia de Stalin bronceado, con formas de sátrapa de república bananera y con ideología paranoica de dictadura socialista parece dispuesto a defenderse como gato panza arriba y a permitir un derramamiento de sangre. Eduardo Galeano escribió en el célebre Las venas abiertas de América Latina que los indígenas fueron el combustible de las potencias coloniales en este subcontinente. Se podría añadir que este tipo de movimientos están siendo las hemorragias que han provocado que países como Venezuela se desangren.

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