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Internacional

Severo Moto: un presidente sin gobierno que malvive con una pensión de 300 euros

Severo Moto

Severo Moto aguarda en Aranjuez su oportunidad para tomar el mando de Guinea Ecuatorial. El autoproclamado presidente en el exilio de esta antigua colonia española sueña cada día con la caída de la dictadura militar encabezada por Teodoro Obiang, que ha sumido a su pueblo en una honda depresión y ha dado alas al nepotismo y la corrupción. Lo hace mientras pasea por las calles en las que los fernandinos se amotinaron para poner fin a los desmanes de Godoy y despojarse de la ineptitud de Carlos IV, un episodio que ronda su cabeza y le sumerge en una especie de fantasía africana que se esfuma cuando desciende al firme. Entonces, recuerda que subsiste gracias a la ayuda de un amigo que le deja vivir gratis en una sencilla vivienda y a una pensión de 300 euros que se corresponde más con la de una víctima de la crisis económica que con la de un ambicioso aspirante a coger el timón de un país cuya mayor riqueza se encuentra en su subsuelo.

Este político está rodeado de luces y sombras. Encabeza el Partido del Progreso, neoliberal de espíritu y defensor del establecimiento de una democracia en esta nación, sometida desde 1979 a la arbitrariedad del régimen de Obiang. Sus lazos con el Partido Popular y su amistad con José María Aznar han dado mucho que hablar. Moto define su relación con el expresidente del Gobierno como “limpia y sincera”, pero son muchos los que han considerado sospechoso este vínculo. De hecho, el nombre del opositor guineano aparece en los papeles de Bárcenas y fue citado por el tesorero en su declaración ante el juez Ruz en la Audiencia Nacional en julio de 2013.

El nombre de Severo Moto aparece en los papeles de Bárcenas

En una encuentro mantenido con Vozpópuli, reconoce que el PP le prestó ayuda económica -”entre 150.000 y 200.000 euros”- para que su partido ganara músculo y pudiera hacer frente al régimen imperante. Desconoce cómo justificó ese pago el extesorero del partido, pero defiende su legalidad. “También Felipe González me prestó ayuda a través de los fondos reservados”, apostilla.

El intento de asesinato por parte de los servicios secretos

La cordialidad con la que era recibido en Moncloa durante el aznarismo se extinguió con la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero. A miembros de su gabinete, como José Bono y Miguel Ángel Moratinos, les acusa de promover un acercamiento con Obiang que considera “triste” e “injusto”, pues priorizó los intereses comerciales que perseguían unos cuantos empresarios españoles frente a la situación de un pueblo sobre el que España tiene una responsabilidad histórica e ineludible. “Algunos de los que apoyaban mi causa política me retiraron el saludo de un día para otro por el establecimiento de estas relaciones comerciales”. Entre ellos, Juan Carlos I, que “se negó a recibirme en Zarzuela” por las acusaciones de golpista que "me rodearon", afirma.

En esa época, Moto asegura que los servicios secretos españoles trataron de aniquilarle. Cuenta la historia tras dar un sorbo a una taza de café frío, tragar saliva, entrecruzar las manos sobre la mesa y dirigir su mirada estrábica al entrevistador. Relata que todo sucedió en la primavera de 2005, en los días en que se celebraba el funeral de Juan Pablo II y altos miembros del Ejecutivo español mantenían en el Vaticano un “muy cordial” encuentro con Obiang. Una semanas antes, uno de sus contactos le animó a mudarse a Croacia, pues allí le prometió que encontraría una vida mejor que en España, donde el Gobierno de Rodríguez Zapatero le había orillado y desposeído de su estatus de asiliado político.

En su destino balcánico, cuenta que fue raptado por los propietarios de una fábrica de armas que habían recibido el encargo de acabar con su vida. Dos sicarios que habían sido contratados para cumplir ese objetivo, pero que al saber quién era su víctima decidieron perdonarla y renunciar al cobro de la gran suma de dinero que les habían prometido. “Algún periodista me dijo que la historia le parecía rocambolesca, pero es totalmente cierta”, apunta Moto, que incide en que en los días en que estuvo desaparecido Obiang organizó una sonada fiesta para celebrar la muerte de quien considera su principal opositor.

Severo Moto acusa a Obiang y a su camarilla de practicar el canibalismo con sus enemigos políticos

Pero ese muerto estaba muy vivo y tras ese episodio volvió a España y continuó con su labor al frente del Partido del Progreso, siempre con la sospecha de que los hombres de Obiang le preparaban alguna emboscada -aún la tiene-. Tres años después, en marzo de 2008, denunció haber sido víctima de un nuevo complot cuando fue acusado de tenencia ilícita y tráfico de armas y encarcelado durante cuatro meses en la prisión de Navalcarnero. Todo ocurrió después de que las autoridades españolas encontraran en el puerto de Sagunto un vehículo con el que se le relacionó, que transportaba en su maletero un revólver, un fusil y un mosquetón con los que presuntamente iban a ser armados los rebeldes guineanos que pretendían tomar el palacio presidencial ecuatoguineano.

Moto niega la mayor sobre esta acusación y está convencido de que todo fue una trampa. No lo afirma, pero sugiere que esos ataques contra su persona están relacionados con el interés de España en el petróleo y el gas de su antigua colonia, que cegaron al PSOE e hicieron que se olvidara -o fingiera olvidarse- de la crueldad de un dictador que atenaza y atemoriza a toda una nación.

El canibalismo y otras prácticas de Obiang

De los encuentros que mantuvo con Obiang mientras convivieron en Malabo, recuerda su actitud autoritaria y despiadada. “A quienes no comulgábamos con su estilo castrense de dirigir el país y apostábamos por el diálogo nos consideraba peligrosos y nos perseguía”, sostiene Moto, que está seguro de que no fue ajusticiado durante una de sus estancias en la cárcel de Playa Negra gracias a la intermediación del Gobierno de Felipe González. "Los carceleros ni me tocaban y, una vez al día, me visitaba un responsable de la cárcel para saber si estaba bien. Todo se debía a que el Gobierno español, muy influyente en Guinea, había exigido que no me pasara nada", comenta.

Del régimen militar de Obiang conoce mil y una historias sobre sus violaciones de los derechos humanos. Denuncia detenciones arbitrarias, sobornos, torturas, palizas en la cárcel y crímenes políticos. En pleno siglo XXI, critica que sus máximos responsables mantengan una firme fe en costumbres tribales más que reprobables, como la que defiende que devorar los cuerpos los enemigos ajusticiados incrementa la fuerza de quienes los matan. “Te puedo asegurar que en Guinea yo he visto a un ministro de nevera portátil que recogía las vísceras de los fusilados por razones políticas para que se las comieran miembros del gobierno de Obiang y altos militares. Puro canibalismo”, declara Moto.

El eurodiputado Fernando Maura organizó recientemente en Bruselas un encuentro entre el embajador de Guinea y partidos de la oposición

A finales de este año o principios del próximo, se espera que Teodoro Obiang convoque elecciones en la república que encabeza. Lo hará después de abrir un proceso de reconciliación nacional que desde algunos frentes ha sido visto como una señal de aperturismo, pero que Moto considera una cortina de humo promovida por un régimen personalista que quiere rebajar la tensión con potencias que han exigido cambios en este país, como Estados Unidos. No obstante, considera que el encuentro que mantuvo hace unas semanas el embajador de Guinea en Bruselas con la oposición a Obiang -organizado por el eurodiputado Fernando Maura- supuso un duro golpe a la dictadura “personalista” y “corrupta” que espera que caiga cuanto antes.

-¿Sueña Severo Moto con presidir Guinea Ecuatorial en el medio plazo?

-Sueño con que los guineanos recuperen la alegría y se alejen del miedo a la muerte que les ha inculcado Obiang. Llevo muchos años trabajando para cambiarlo y para volver. Y, por supuesto, si lo consigo sueño con que sea como presidente.

-¿Ve cercana la caída de Obiang?

-No lo sé. No se puede saber. Ojalá.

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