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Internacional

Las últimas palabras de Chávez: “Yo no quiero morir, por favor no me dejen morir”

Fotografía facilitada por Presidencia de Venezuela de los seguidores de Hugo Chávez visitando la capilla ardiente del presidente.

“Yo no quiero morir, por favor no me dejen morir”. Esas fueron las últimas palabras del presidente venezolano, Hugo Chávez, antes de morir, según ha revelado este jueves el jefe de la guardia presidencial, el general José Ornella. El general ha dado a conocer también que Chávez, “que no podía hablar” pero que dijo esas palabras con los labios, murió de “un infarto fulminante”.  

"Sufrió bastante. Nosotros que estábamos al lado vimos que sufrió mucho esa enfermedad. Y bueno, la historia la escribiremos y algún día alguien escribirá y algún día el médico escribirá'', ha agregado Ornella. El jefe de la guardia presidencial ha asegurado que Chávez sabía, antes de someterse a la última intervención para tratar su cáncer en Cuba, que “había muy poca esperanza de que saliera de esa operación”. Ornella ha dicho además que aunque los médicos que trataron al presidente venezolano eran “los mejores del mundo” el cáncer “estaba bastante avanzado”.

Hugo Chávez falleció el pasado martes cuando se encontraba en el proceso de recuperación de una intervención quirúrgica a la que se sometió en diciembre en Cuba para tratarse de cáncer. En los días anteriores a su muerte, Chávez sufrió un empeoramiento de su función respiratoria debido a una “nueva y severa infección” respiratoria, según un comunicado que hizo público el ministro de Información, Ernesto Villegas.

Colas kilométricas para ver el cuerpo de Chávez

Miles de personas aguardaron a lo largo de varios kilómetros en los alrededores de la Academia Militar de Caracas para despedir al presidente de Venezuela en una fila que se ha mantenido durante toda la noche y que desfiló ininterrumpidamente ante el féretro.

Ni siquiera durante la noche la fila aminoró ni cesaron las consignas que corean los chavistas, muchos de los cuales las repitieron cuando llegan ante el ataúd del gobernante, donde además se persignan, se llevan la mano al corazón o la empuñan en lo alto, por lo general con lágrimas en los ojos.

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