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Guerra y propaganda

Los medios occidentales han comprado el cliché y se han instalado en la “teoría del demente”. Con su apelativo de “loco”, Putin ya ha conseguido lo que quería: sembrar terror

La educación sobre la propaganda se convirtió en una obsesión para la élite estadounidense en el periodo de entreguerras. Hitler y Goebbels estaban teniendo mucho éxito y eso asustaba.

En 1930, una cadena de Boston invitó a un psicólogo social, Hadley Cantril, para que hablara en la radio del impacto de la comunicación persuasiva. Al día siguiente, Cantril recibió la llamada de un empresario norteamericano, Filene, quien le pidió diseñar un programa para enseñar a la gente cómo pensar. Este objetivo era imposible. Sin embargo, sí se podía ayudar a la gente a saber cómo no pensar. Para ello hacía falta identificar los mecanismos por los que los mensajes convencen y cambian comportamientos, y divulgarlos en las escuelas. Había que evitar que los jóvenes fueran manipulados. Con este objetivo nació el Instituto para el Análisis de la Propaganda en 1937.

La clave estaba en la sugestión, así que había que investigar sus mecanismos. Cantril y su grupo identificaron siete estratagemas (devices) esenciales en el mensaje persuasivo que siguen siendo utilizadas.

La primera es el etiquetamiento: dar un nombre a algo para que se rechace sin examinar evidencias. Las etiquetas son armas potentes para batallas dialécticas, ideológicas, militares y políticas. “Fascista”, “facha”, “ultraderecha”, “comunista”, “derechita cobarde”... les suenan, ¿no?

La guerra contra Ucrania ha sido inaugurada por Putin con una etiqueta; más bien para combatir una etiqueta: la “nazificación”. Una etiqueta es también la herramienta poderosa que le sirve para atemorizar a la opinión pública mundial y frenar una participación más decidida de instituciones y países en la contienda. El día que ordenó la alerta máxima de fuerzas nucleares, en realidad, estaba comunicando que era capaz de tomar una decisión demencial. Los medios occidentales han comprado el cliché y se han instalado en la “teoría del demente”. Con su apelativo de “loco”, el ruso ya ha conseguido lo que quería: sembrar terror.

Y puede resultar menos cobarde reclamar "diplomacia de precisión" que pedir, abiertamente, sumisión y renuncia a los derechos fundamentales de un pueblo. Ya ven, el lenguaje importa

La segunda estratagema, la “generalidad brillante”, es justo lo contrario: poner a cosas feas nombres bonitos, para que se acepten sin evidencias. No suena igual entrar en una guerra que en una “operación militar”, ni hablar de “daños colaterares” que de asesinatos de civiles. Es más llevadero (especialmente para Sánchez y su votante) mandar “material militar ofensivo a la resistencia” que pistolas, armas y granadas. Y puede resultar menos cobarde reclamar "diplomacia de precisión" que pedir, abiertamente, sumisión y renuncia a los derechos fundamentales de un pueblo. Ya ven, el lenguaje importa.

En tercer mecanismo es el transfer, vincular elementos nuevos a cosas que provocan ya rechazo, como cuando los medios mezclan sistemáticamente la “Z” propagandística de Rusia con las esvásticas y a Putin con Hitler. No vaya a ser que alguien tenga dudas.

La cuarta estratagema son las falsedades abiertas y la quinta los testimoniales. Del uso del ambas sabemos mucho en este país (recuerden las declaraciones sobre covid en torno al 8M de Carmen Calvo o Fernando Simón). Pero hoy hablamos de otra guerra. En la contienda de Rusia contra Ucrania y hay también muchos ejemplos de mentiras y testimonios.

“Una lección sobre la paz mundial” es el video que ha escandalizado al mundo occidental. En él, una niña prodigio (una talent, que se dice ahora), Sofia Khomenko, explica a sus compatriotas que no es su país quien invade Ucrania, sino Ucrania quien les declara la guerra. Curioso que el Ministerio de Educación patrocine el adoctrinamiento. Deben ser cosas de la cartera. No dejen de verlo.

Del lado ucraniano, fuentes rusas denuncian que la foto simbólica de la embarazada en el bombardeo al hospital pediátrico en Mariupol es un montaje protagonizado por una famosa bloguera, Marianna Podgurskaya. La realidad es que la señora ha dado a luz una niña y le han puesto de nombre Verónika.

El artefacto de la “gente sencilla” es potentísimo: dispara el sentimiento de identidad y de identificación con el líder. Dependiendo del calado del líder puede por tanto también ser muy peligroso

En cualquier caso, se ve que tan relevante como la mentira es la elección de la fuente, para potenciar la difusión y credibilidad del mensaje y poder manejar la opinión pública.

El sexto mecanismo de la propaganda es el “plain folks” o el de la “gente sencilla”. Mediante esta estrategia se trasforma al político en “pueblo” y se le funde con él (presentándole con las mismas circunstancias, derechos y problemas). El artefacto de la “gente sencilla” es potentísimo: dispara el sentimiento de identidad y de identificación con el líder. Dependiendo del calado del líder puede por tanto también ser muy peligroso.

Zelensky pasará a la historia por su valentía y ser el rey del plain floks. Fue grandioso su gesto de eliminar el atril y sentarse a hablar con los periodistas. Pero sobre todo me pareció espectacular ese video en el que, sin afeitar y en camiseta, dijo: “Me quedo con mi gente”/…/“me quedaré en la capital. Mi familia también está en Ucrania. Mis hijos también están en Ucrania. Mi familia no son traidores”. El discurso se estudiará con los de Churchill y Mandela. Al tiempo.

Por último, la estratagema del “bandwagon” o del vagón de cola que mueve la aprobación de una acción por la necesidad de pertenencia a un grupo. El clásico “si todo el mundo lo hace, tú también lo debes hacer”. Por ejemplo, Borrell llamó a Sánchez para pedirle enviar armas, y usó el este mecanismo al instarle a “estar junto al resto de líderes europeos". En 24 horas, Sánchez rectificó, y nos contó que el material “defensivo” cambiaba a “ofensivo” recurriendo, también, al vagón de cola al “dar una respuesta unida”. Vaya, que todos lo habían hecho y si no, nos sacaban de la foto.

Hasta ahora las estratagemas de la propaganda se estudiaban como una especie de reliquias en las facultades de comunicación. Hoy, lamentablemente, han cobrado importancia. Y no sólo por la guerra. La fragmentación de las audiencias pero, sobre todo, la fragmentación de la educación, hacen que la población española, especialmente la más joven, sea cada vez más vulnerable y manipulable.

El problema no es ya la mentira. El problema es la confusión. Cuando lo importante es que no creas del todo en nada, tenemos un gran riesgo porque puedes creerlo un poco todo. Y eso es grave. La educación, también sobre la propaganda, debería ser hoy una obsesión como lo fue en el periodo entreguerras.

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