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La fiscal Martín Nájera: "Las mujeres no son las únicas que tienen que denunciar: también lo tiene que hacer la sociedad"

Pilar Martín Nájera, fiscal de la Sala contra la Violencia de Género.
Han bastado tres meses para que 2017 se convierta en el año con mayores muertes por violencia machista de la década. A 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, 17 españolas han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. La lacra golpea a todas las franjas de edad e independientemente de la región española. También se ceba entre las nuevas generaciones y entre las mujeres más concienciadas. Y tras 12 años de amparo legal, el calvario de estas víctimas no parece ir a menos: ya son más de 800 desde 2004, año en el que se empezó a recopilar estas estadísticas.

Como responsable máxima de la Fiscalía de Violencia contra la Mujer, Pilar Martín Nájera sabe esto muy bien. Martín Nájera fue la primera mujer en dirigir una Fiscalía Superior (la de la Cantabria). En 2015 se convirtió en la sucesora de otra pionera: Soledad Cazorla, la primera fiscal que asumió el cometido de dirigir una institución judicial únicamente centrada en la violencia machista. Aunque se muestra preocupada por este fatídico inicio de año, aconseja prudencia a la hora de valorar los datos ya que, señala, en 2016 las muertes por violencia machista descendieron de forma significativa respecto al año anterior. 

17 mujeres han sido asesinadas por sus parejas en lo que llevamos de año. Es el peor dato desde 2008. ¿Qué está fallando para que el problema no haga sino empeorar?

La verdad es que este dato es espantoso, cada muerte es un fracaso. También es cierto que tenemos que mirar las estadísticas a largo plazo, valorando períodos completos. Habrá que analizar anualmente si esta tendencia va al alza o no.  

La ley de 2004 fue buena: era pionera. Pero después de 12 años, creo que hay ir amoldándola a las circunstancias sociales. El primer fallo que hay que corregir es el de la necesidad de denuncia, porque si no conocemos lo que pasa no podremos actuar. Y esta denuncia no sólo la pido a las mujeres, sino a la sociedad. Sus familiares conocen muchas veces la situación. Los datos estadísticos nos dicen que, aunque muchas mujeres no denuncien por miedo, sí que se lo cuentan a su familia, a sus amigos, a la psicóloga... No vale que estas personas digan después que lo sabían: es necesario que den el paso y denuncien.

La ley de 2004 fue buena: era pionera. Pero, después de 12 años, creo que hay ir amoldándola a las circunstancias sociales

Precisamente, sólo cuatro de las fallecidas este año habían denunciado a sus agresores. ¿Por qué sigue siendo esto tan infrecuente?

En primer lugar, tienen miedo; y en segundo lugar, es importante recordar que la víctima de violencia de género no se reconoce como tal o no es consciente del grave riesgo que corre. Otras veces siente vergüenza, porque denunciar supone reconocer el fracaso de la relación. Estas mujeres, además, suelen tener una baja autoestima. Verbalizarlo es un paso muy importante.

La legislación española protege a las víctimas de la violencia machista desde hace ya 12 años. Sin embargo, más de 700 mujeres han sido asesinadas desde 2004. ¿Es hora de cambiar la Ley integral contra la violencia de género?

Cambiarla, no: lo que sirve hay que mantenerlo. Pero hay que ampliar los aspectos de la ley. Tenemos reflejado un concepto de violencia de género que no se ejercita en el resto de Europa y de ámbitos internacionales. Creemos que la violencia de género es únicamente la ejercida por la pareja o expareja, pero en otros lugares se considera violencia de género a toda aquella que afecta física o psicológicamente a la mujer por el mero hecho de serlo. Y esto no sólo ocurre en el ámbito de la pareja, sino en otros ámbitos como, por ejemplo, el laboral. Este concepto hay que ampliarlo.

En los últimos meses hemos visto casos como el del padre que se suicidó con su hija en Madrid mientras chantajeaba a su mujer o del anciano que asesinó a su esposa enferma. ¿Está a favor de recogerlos en las estadísticas como violencia machista?

Por supuesto. En principio sí que se incluirían. Hay que tener en cuenta que el padre que se suicida con el bebé (porque era un bebé) le está diciendo a la madre que le va a dar donde más le duele, y por lo tanto se trata de una forma de atacar a la mujer. En este sentido, hay que proteger a los hijos para proteger a la madre, ya que éstos se convierten en un instrumento que se utiliza para infringir daño a las mujeres. 

Dentro de la violencia de género hay muchos instrumentos. En el caso de la persona mayor que mata a su esposa y se suicida, tenemos que tener en cuenta que no sabemos si esa mujer quería morir. Aunque el móvil sea compasivo, él está disponiendo de la vida de ella sin tenerla en cuenta. Es otra situación en la que ellos deciden, fijan el cuándo y el cómo. Son casos diferentes, pero no deja de ser una situación con connotaciones sexistas.

La violencia de género no es sólo la ejercida por la pareja o expareja: en otros lugares se trata de toda aquella violencia que se ejerce física o psicológicamente sobre la mujer por el mero hecho de serlo

¿Cree usted que la Administración facilita la interposición de denuncias? Este año, por ejemplo, una de las mujeres asesinadas por su pareja había desistido del proceso.

Denunciar nunca es fácil. Tomar la decisión y reconocer que ha habido un fracaso en tu vida afectiva, que la persona que te quiere te está haciendo daño, es una decisión que la víctima no siempre está capacitada para tomar. Pero es que luego el proceso es toda una carrera de obstáculos: hay que convencer a las personas de tu alrededor, repetir muchas veces lo mismo... Si esa persona tiene el empuje para denunciar y luego no encuentra el apoyo para hacerlo, se achica y se echa atrás. Esto se está abordando en la legislación a través del Estatuto de la Víctima, pero aún así, este proceso daña. Nosotros creemos que, en esta reforma de la ley, podremos mejorar que la mujer se sienta acompañada, asistida y tratada psicológicamente durante todo el proceso.

¿Necesitamos, entonces, que el entorno de la víctima esté más concienciado o educado sobre el problema?

Falta una mayor sensibilización, educación y formación específica. No en materia jurídica y penal, sino centrada en saber lo que es la violencia de género, en saber que la víctima es una víctima muy especial, que es una testigo muy poco fiable, que muchas veces se echa la culpa, que no tiene un relato hilado... Toda la perspectiva de género es muy importante. Hasta yo misma me he sorprendido durante mis años de trabajo: no te crees lo que estás viendo.

Y las órdenes de protección, ¿son lo suficientemente eficaces? Tres de las asesinadas este año contaban con una.

Creo que es muy difícil valorar el riesgo. Se deben conceder más órdenes de las que se conceden, porque cuando una mujer denuncia hay que tener un poco más de cuidado. Aparte de la valoración policial, tenemos que disponer de más unidades de valoración integral a disposición del juzgado. Existe un mecanismo, las pulseras de control, que refuerza esto. Hay muchas pero todavía no están lo suficientemente bien diseñadas para que sea fácil colocarlas. También es cierto que la víctima también sufre su propia inseguridad o vinculación afectiva al agresor, una vinculación que no se rompe de un día para otro. A veces, incluso con orden de protección, las víctimas sucumben a las llamadas y los requerimientos del agresor.

¿Ve posible que se cierre ese Pacto Nacional contra la violencia de género que los partidos están intentando alcanzar? ¿Cuáles cree que deberían ser sus líneas fundamentales? 

Yo creo que sí. Tienen un plazo de seis meses para hacer toda la ronda de contactos y después elaborar un documento común que más tarde siga el trámite legislativo correspondiente. Aquí no sólo está implicada la Administración central, sino también la autonómica y local. Una de mis aspiraciones es que amplíen la legislación en segundo lugar y que modifiquen sin falta el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que faculta a la víctima a no declarar. Toda víctima tiene derecho a no declarar cuando se presenta ante la ley, pero si este tipo de víctimas llegan al juicio y no lo hacen, todo lo que han dicho antes no vale. Esto produce mayores absoluciones y la sociedad percibe una mayor impunidad. El derecho de dispensa tiene que ser más reducido.

Hay que modificar sin falta el artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Si este tipo de víctimas llegan al juicio y no declaran, todo lo que han dicho antes no vale

¿Es comparable nuestro problema de violencia machista con la situación en otros países europeos?

Yo creo que sí. Es más: creo que, estadísticamente (a pesar de que las estadísticas resulten más frías), no estamos en absoluto en un nivel bajo, sino en uno más bien alto. Suecia, uno de los países pioneros en igualdad en el ámbito laboral, de derechos y salarial, tiene 13 muertas en un año con una población de 10 millones. Nosotros tenemos 52. A pesar de que hay igualdad, la violencia de género no baja. Quizá es porque la violencia en esta materia se produce cuando la mujer dice 'no, hasta aquí he llegado'. Porque claro, si la mujer es servil y obedece, la violencia no es necesaria. Posiblemente una de las explicaciones sea esa, o que las mujeres denuncian más. Este año no hemos empezado bien, porque según nuestros cómputos sólo un 20% de las mujeres había denunciado, pero el año pasado esta cifra había subido dos puntos, hasta el 31%.

Los más jóvenes no se libran

Aunque la concienciación y educación sobre violencia machista es cada vez mayor, las nuevas generaciones también parecen sufrir la misma lacra...

Por una parte, es verdad que las nuevas generaciones son mucho más intolerantes con la violencia física, pero lo son más con la psicológica, así como con el control y con estereotipos machistas como el del amor platónico: el hombre tiene que ser listo y fuerte, mientras que la mujer ha de ser guapa, suave, sumisa... Eso es lo que realmente nos tiene preocupados, porque parece que es un retroceso. Si unimos esto a las nuevas tecnologías, es uno de los puntos donde más tenemos que focalizar nuestra preocupación.

Las nuevas generaciones son mucho más intolerantes con la violencia física, pero lo son más con la psicológica, así como con el control y con estereotipos machistas

¿Ha agravado la tecnología el problema?

Las nuevas tecnologías son buenas en el sentido de que nos dan mucha información y facilitan nuestra vida. Pero también tienen sus efectos nocivos. En el ámbito de la violencia de género, agravan el efecto expansivo: casi se prefiere que te den una torta en el momento a que publiquen algo íntimo en las redes sociales. Este instrumento ha permitido a gente que no es demasiado valiente ocultarse en el anonimato y hacer cosas que no haría de frente.

Los jóvenes, sin embargo, disponen de más información sobre esta lacra...

Es verdad que los periódicos y los telediarios transmiten publicidad en contra del machismo, pero los chavales no ven el telediario, no ven libros... Toda su alimentación es a través de las redes sociales, donde estamos viendo que se están transmitiendo mensajes sexistas, de control y de dominación. Ahí es donde hay que luchar. Hay que intentar fijar unas pautas para que los propios operadores sean los responsables de eliminar mensajes que atenten contra la dignidad de las personas. 

Más allá de esto, la violencia sigue produciéndose fundamentalmente en el ámbito físico, pero cuando se rompe la pareja y algo no gusta, la forma de reaccionar es a través de mensajes en la red.

Estamos viendo que se están transmitiendo mensajes sexistas, de control y de dominación a través de las redes sociales

Más de un centenar de niños han quedado huérfanos en los últimos tres años debido a la violencia de género. ¿Qué podemos hacer para protegerlos y evitar que se repita el ciclo?

La preocupación de la Fiscalía no tiene que ver sólo con estos niños, sino con todos los hijos de las mujeres maltratadas. Hay que recuperarlos y cuidarlos, como ya se incluyó en la última modificación de la Ley Integral. Es importante tratar a estos niños porque, o bien han sufrido trastornos en su desarrollo físico o psicológico, o bien han normalizado la humillación, el insulto y la violencia física en sus comportamientos sociales, en lugar de aprender a ceder, tolerar y admitir otras posturas.

Cuando se produce la orfandad, es difícil imaginar un mayor desamparo y desvalimiento para un niño que ha vivido en ese ambiente: resulta que su padre mata a su madre y se queda también sin padre porque éste va a la cárcel muchos años. La sociedad es deudora de su futuro: los familiares extensos o personas que se hagan cargo de estos niños tienen que disponer de todo tipo de apoyos económicos, psicológicos y asistenciales, porque estos niños están dañados.

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