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El drama de vivir en habitaciones de alquiler: contratos de menos de 12 meses con precios disparados

La falta de estabilidad habitacional afecta tanto a la economía como al bienestar emocional de quienes se ven obligados a cambiar de residencia constantemente

  • Una joven analiza un contrato de alquiler -

“Durante los cuatro cursos que estuve estudiando la carrera, me cambié de piso cuatro veces. Cada año que pasaba, llegaba el casero de turno y me decía que o me subía el alquiler o terminamos el contrato”. Es la denuncia que hace Daniel a Vozpópuli, un joven de 23 años nacido en Madrid y que se ha visto obligado a buscar habitación nueva en la capital cada doce meses por culpa de la revalorización constante del mercado inmobiliario.

“El aumento del alquiler es imparable”, asegura. “Cada vez que firmaba un nuevo contrato, el precio se disparaba, obligándome a buscar una opción más económica”, relata este joven, que estudió en la Universidad Complutense hasta hace dos años.

“No es solo una cuestión económica, lo peor es la falta de estabilidad: no sabes cuándo tendrás que mudarte de nuevo, y eso te afecta tanto en lo personal como en lo académico”, afirma.

Daniel, como muchos de su generación, se ha visto forzado a acudir a las habitaciones en alquiler para poder permitirse vivir fuera de la casa de sus padres. Una práctica en la que la incertidumbre es norma, y es que los precios del alquiler en todo el país ronda el 20% según las cifras del Instituto Nacional de Estadística. Más aún cuando se trata de las dos grandes capitales, Madrid y Barcelona.

El joven madrileño relata cómo el tener que adaptarse a nuevos entornos, convivir con distintos compañeros y renunciar a la posibilidad de “crear un hogar” afecta su bienestar emocional y su rendimiento académico.

Algo parecido le ha ocurrido a Carmen, con la complicación añadida de que ella es madre divorciada y tiene dos hijos: “He tenido que buscar soluciones que se ajusten a mi presupuesto y eso ha significado cambiar de residencia más veces de las que me habría gustado”, explica a Vozpópuli.

“Cada mudanza implica no solo un problema económico, sino también el mal trago de ver a mis hijos adaptarse constantemente a nuevos barrios, escuela y amigos”, apunta. “Es agotador y me preocupa que, a este ritmo, el acceso a una vivienda digna se convierta en un privilegio solo para unos pocos”.

Su testimonio refleja la doble carga de la crisis del alquiler: el impacto económico y el deterioro de la calidad de vida, especialmente para aquellos que tienen responsabilidades familiares. La falta de estabilidad habitacional genera un efecto cascada en la salud mental y en la cohesión social de los barrios, afectando la movilidad social y la integración comunitaria.

Zonas tensionadas: subidas hasta del 50%

La subida de los alquileres se ha agudizado especialmente en las grandes capitales, como Madrid y Barcelona, donde la alta demanda y la escasa oferta de viviendas generan un incremento constante que, según informes de Idealista (2023) y Fotocasa (2023), oscila entre el 25% y el 35% en algunos barrios céntricos, alcanzando incluso picos del 50%. Estas plataformas destacan la escasez de viviendas asequibles y señalan que la oferta no se ajusta a la creciente demanda, creando un círculo vicioso de movilidad forzada.

Así es imposible irse de casa

Según el último Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE), el precio medio de un alquiler en España se sitúa en 1.072 euros al mes, mientras que el salario medio de un joven es de 1.048 euros. Es decir, un joven tendría que dedicar la totalidad de su salario para pagar el alquiler, sin contar con los gastos de suministros, comida, transporte, etc.

Esta situación, como era de esperar, ha provocado que la tasa de emancipación juvenil se desplome hasta el 14,8%, lo que significa que solo 1 de cada 7 jóvenes de entre 16 y 34 años vive fuera del hogar familiar. En 2008, la tasa llegó a alcanzar el 26%, lo que demuestra la gravedad de la situación actual.

El encarecimiento de la vivienda es, sin duda, el principal factor que está impidiendo a los jóvenes emanciparse. Desde 2008, los alquileres han subido un 54%, mientras que los salarios solo lo han hecho un 10,8%. Esta brecha se ha agrandado en los últimos años, haciendo que la vivienda sea cada vez más inaccesible para los jóvenes.

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