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Un ‘ángel’ para salvar a jóvenes al volante

Gustavo Almela

Los accidentes de tráfico en España se han cobrado la vida de más de 800 personas en lo que va de año. En 2018 fueron 1.806 los fallecidos, y hubo casi nueve mil heridos graves. Las cifras son todavía tremendas, pero mejores que hace treinta años, en 1989, cuando murieron 9.344 personas. El descenso ha sido casi ininterrumpido y tiene padres y padrinos. Gente que se ha volcado hasta dejarse la piel. Verdaderos ‘ángeles’ para jóvenes y menos jóvenes.

Uno de ellos es Gustavo Almela, 52 años, que con Aesleme (la Asociación para el estudio de la lesión medular), se ha convertido en una voz de la conciencia para los jóvenes españoles, con el apoyo de la Fundación Mutua Madrileña, y las charlas de ‘Agárrate a la vida’.

Almela lleva desde los 21 años en silla de ruedas por grave lesión medular y su impactante testimonio, acompañado de consejos prácticos de prevención de riesgos, deja huella en los estudiantes: “Primero tuve tres accidentes de moto, que afortunadamente no fueron graves. Después tuve un accidente deportivo que me causó esta lesión medular. ¿Por qué tuve este accidente cuando estaba esquiando? Pues por actuar de una manera imprudente. Por ir fuera de pista, por ir pegando saltos, por no valorar los riesgos. Yo pensaba que lo que hacía, coger el coche después de haber bebido, practicar deporte de una manera incorrecta, no tenía riesgo. Y sí que lo tenía”, explica.

Nadie tiene derecho a llevarse a alguien por delante, porque cuando sufres un accidente, si mueres, o tienes una lesión grave como la mía, toda la familia se ve afectada

Esta conciencia del riesgo y del daño a los demás es lo que intenta transmitir en las charlas a los universitarios: “Nadie tiene derecho a llevarse a alguien por delante, porque cuando sufres un accidente, si mueres, o tienes una lesión grave como la mía, toda la familia se ve afectada”.

El intenso sufrimiento que se causa

En la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco de Vitoria, decenas de alumnos de primer curso escuchan atentamente a Gustavo Almela, y ven sus trasparencias, los datos, y sus argumentos para ‘agarrarse a la vida’. Gustavo se implica, cuenta anécdotas, lo que le pasó a él, a otros, las distracciones –primera causa de muerte en accidentes de tráfico– con los móviles, el tabaco, la música; los efectos del alcohol y otras drogas, el intenso y largo sufrimiento que se causa a la familia.

“Hablamos de un montón de gente, de padres, abuelos, tíos, sobrinos, y toda esa gente que lo va a pasar mal. ¿Y cómo convences a los jóvenes para que sean prudentes? Pues contándoles ese sufrimiento que tú has causado a tu familia. No el que tú tienes, que también está, pero hay que intentar superarlo. Hace más daño cuando ves que tus padres lo están pasando mal por una imprudencia que tú has cometido, y que te ha llevado a una cosa como ésta”, explica.

Es cierto que me rompí la espalda y que lesiones como la mía no tiene cura, y que se tienen dolores físicos y psíquicos, pero la vida no se termina por esto, sigue siendo maravillosa, y puedes hacer muchísimas cosas

Los alumnos atienden sin pestañear, salvo cuando el profesor Almela, desde su silla de ruedas, interactúa y les requiere para ejemplificar falsas percepciones de distancias y velocidades, por ejemplo.

Consejos útiles

Una alumna, Carmen, considera lo más valioso de la charla “la actitud ante la vida de Gustavo, su alegría y espíritu positivo”.

Javier, otro de los alumnos asistentes, superviviente de un accidente de moto, destaca cómo “les llega” lo que cuenta Almela: “Es tremendo que, por una tontería, una pequeña cosa, se quede uno así para toda la vida. Destacaría lo que comentó respecto a los familiares, a los demás. Hay que ser muy prudentes por ellos”.

Otro momento de la charla

“La vida sigue siendo maravillosa”

Las charlas de Almela, con Aesleme y la Fundación Mutua Madrileña como apoyos básicos, no son amargas, sino realistas, optimistas. “Estoy muy contento y me gusta mi trabajo”, cuenta. “Es cierto que me rompí la espalda y que lesiones como la mía no tiene cura, y que se tienen dolores físicos y psíquicos, pero la vida no se termina por esto, sigue siendo maravillosa, y puedes hacer muchísimas cosas. El sufrimiento que duele es el que causas a la gente”.

Y la recompensa al esfuerzo y al optimismo es real: “Lo mejor es ver que tu trabajo –sus charlas a los jóvenes–, tienen una recompensa. Lo mejor es que cuando vas por la calle y te para un chaval, o una persona más mayor, te dicen: nos diste una charla hace tres años, ¡y desde entonces nos ponemos el cinturón! Eso es gratificante. Y luego también, intentar ayudar a la gente que ha pasado lo mismo que yo. La vida no se termina en una silla de ruedas”.

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