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Política

Junqueras rechazó la presidencia de la Generalitat que le ofreció Puigdemont para hacer la DUI

El atril donde estaba prevista la comparecencia de Puigdemont esta mañana.

El vodevil político que ha vivido España los dos últimos días tiene un único actor principal: Carles Puigdemont, cuatro secundarios, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Oriol Junqueras... y mucho mediador: de los reales, Miquel Iceta (PSC) e Íñigo Urkullu, y también de los imaginarios, Pablo Iglesias, que con dos whasapp a Puigdemont y Rajoy ayer se proclamo tal. La trama fue tan enrevesada que incluso Puigdemont ofreció a Junqueras hacerse cargo de la presidencia de la Generalitat, que formulara él la DUI y convocar elecciones. Junqueras se negó. 

Lo cierto es que en las últimas 24 horas Puigdemont se apoderó del relato, si es que se puede llamar así. De "infarto", "una vergüenza" para muchos dirigentes políticos del Gobierno y de otros partidos que creían "haberlo visto todo". Empezó en la noche del miércoles, a las 22.00, con una decidida apuesta por Declaración Unilateral de Independencia (DUI), durante una primera reunión con direcciones de ERC y PDCat, además de diputados y dirigentes de ANC y Omnium Cultural, que se prolongó hasta las dos de la madrugada del jueves; cita tumultuosa tras la cual el consejero Santi Vila, junto a la consejera Meritxell Borras y otros amenazaron con dimitir por entender se llevaba Cataluña al abismo.

Fue la reunión del "café, más café", del presidente de la Generalitat, que continuamente salía y entraba de su despacho en el Palau. Todos se fueron a la cama convencidos de que la DUI al día siguiente era inminente. Todos menos los mejores informados, que sabían de los contactos que el lendakari Urkullu estaba manteniendo discretamente a dos bandas con Puigdemont y con Rajoy. Con una idea básica: renuncias a la DUI, convocas elecciones autonómicas -no "constituyentes"- y el 155 se para.

Aunque los periódicos, todos, habían comprado la tesis de la DUI, en medio de editoriales dramáticos llamando a la sensatez, lo cierto es que al mismo tiempo que eran leídos a la hora del desayuno ayer eran convocados otra vez al Palau los diputados de Junts pel Si para oír al president que no. Santi Vila y los moderados se frotaban otra vez las manos y los independentistas empezaron a rasgarse las vestiduras; alguno de ERC -Gabriel Rufián- comparando a Puigdemont con Judas: "Por 155 monedas de plata", colgó en Twitter.  

Todo parecía a mediodía preparado para la traición de Judas/Puigdemont

Todo parecía a mediodía preparado para la traición de Judas/Puigdemont en una declaración institucional prevista para las 13.30 en la cual anunciaría elecciones autonómicas el 20 de diciembre, pero entonces empezó a hacerse bueno el dicho de que el diablo está en los detalles... El mandatario catalán y el presidente del Gobierno empezaron a jugar al gato y al ratón. Puigdemont le exigió "garantías" de que no se intervendrá el Govern catalán vía artículo 155 de la Constitución -algunas fuentes sostienen que incluso exigió un trato de favor penal para los Jordis encarcelados- y Rajoy se negó.

Quería el jefe del Ejecutivo oírle antes lo que los interlocutores -Iceta y Urkullu- aseguraban que iba a decir: convocatoria conforme a la legislación española (la LOREG) y no como una estratagema para luego formular la Declaración Unilateral de Independencia (DUI).

Junqueras se ha negado a erigirse en presidente de la Generalitat para proclamar la DUI

La sola presentación de este escenario electoral como inminente agitó las aguas de tal manera en el independentismo dio un paso atrás sobre la marcha en su declaración de las 13.30 y montó un caos considerable, con anuncios y contraanuncios. Finalmente, compareció a las 17.00 en el Parlament -pero no habló en el Pleno- tras una tormentosa reunión en el Palau Sant Jaume con el líder de ERC y vicepresidente de su gobierno, Oriol Junqueras, en un duro pulso de poder.

Sin las garantías que pidió a Rajoy, Puigdemont se negó a seguir adelante con su convocatoria electoral el 20 de diciembre y con ello abre la puerta a una dramática intervención del Estado.

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