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Política

CNI: ese oscuro objeto de deseo de Soraya y Cospedal

Soraya Sáenz de Santamaría es, posiblemente, la mujer mejor informada de España. Controla los servicios de Inteligencia, el CNI, desde que Mariano Rajoy le colocó hace cinco años en la vicepresidencia del Gobierno. Santamaría mantiene unas relaciones muy estrechas, cordiales y fluidas con otro importante Sáenz, el general devenido en jefe del aparato de Inteligencia de la nación. Imposible llevarse mal con Sáenz Roldán, un general de larga trayectoria profesional, fogueado en todos los frentes y con una formación técnica y profesional superlativa.

Sáenz Roldán, pese a que frecuenta círculos periodísticos y se deja ver con frecuencia en reuniones sociales o culturales, nunca ha dado que hablar. Ni un traspié, ni un patinazo. El pequeño temblor producido por el escandalete del 'pequeño Nicolás' se redujo finalmente a un ruidoso culebrón de perfil mediático. Cuando se conozca, en verdad, qué hilos movió la vicepresidenta en ese asunto, todo habrá quedado en el rincón más polvoriento de la memoria.

Sáenz de Santamaría cuida con mimo a su departamento de Información. Su jefa de Gabinete, María Pico, mantiene engrasados los contactos. Prudente aumento en los presupuestos, contratación de especialistas informáticos y actualización permanente de técnicos y especialistas. Junto a Guardia Civil y Policía Nacional, el CNI está en primera línea en la lucha contra el terror yihadista, con resultados elogiados en todo el mundo.

Soplan vientos de cambio en Moncloa. Superada el fatigoso trance de la Investidura, Rajoy ultima la formación de su nuevo gobierno. El CNI es pieza golosa, anhelada y codiciada, nadie lo duda. En los despachos del Ejecutivo se da por hecho que la vicepresidenta pretende mantener el control férreo sobre este departamento de inteligencia en el que trabajan más de tres mil personas, buena parte de ellas diseminadas por todo el mundo. Quien controla la información controla el poder.

Dudas sobre la portavocía

Sáenz de Santamaría mantendrá su puesto en la vicepresidencia, de acuerdo con todas las versiones que circulan en el entorno de Rajoy. Menos claro está en si conservará todas sus atribuciones. Por ejemplo, la portavocía del Ejecutivo. Hablan del joven Pablo Casado para ese puesto. El vicesecretario del PP no aspira a entrar ahora en el Ejecutivo. Tiempo habrá. Soraya no echaría de menos su comparecencia semanal ante los medios tras el Consejo de Ministros.

Más grave sería que el CNI se desgajara de la vicepresidencia rumbo a otro departamento. Quizás, de retorno a Defensa, donde ya estuvo desde su fundación hasta 2011. O incluso a Interior, para contrarrestar las guerras intestinas y los episodios nefastos de las cloacas de ese departamento. Dolores Cospedal, secretaria general del PP, aparece con posibilidades de aterrizar en esa cartera. Rajoy le ha dado carta blanca para elegir. Ya lo ha hecho, según trasciende en su entorno. Defensa o Interior sería la alternativa. Defensa es un ministerio tranquilo. Cospedal ha sobrevivido a un annus horribilis, tras perder la presidencia de la Junta manchega. No le haría ascos a esta cartera si, además, viene adornada o reforzada con el control del aparato de espionaje. Otro pulso Soraya-Cospedal. Esta vez, con el CNI al fondo. El poder de la información en un momento clave tanto para el futuro del Gobierno como del propio PP. Sáenz de Santamaría no disimula sus aspiraciones ara el post-marianismo. Sus principales enemigos, Margallo, Fernández Díaz, Soria, han desaparecido o están a punto de hacerlo.

Cospedal ha recuperado fuste y presencia, en especial tras las elecciones del 26-J, en las que se dejó la piel mitineando por media España. Los resultados le acompañaron. El futuro del PP, quizás, no pase por ninguna de las dos. Hay una nueva generación a la espera, que estará lista para dar el salto a la vuelta de tres años. De momento, son Santamaría y Cospedal quienes están librando la batalla más estridente. Rajoy intentará buscar algún tipo de equilibrios para evitar ofensas innecesarias. Santamaría es su mano derecha en el tedioso día a día de la Administración. Está en deuda con Cospedal por su sacrificio en el episodio Bárcenas, que casi se llevó su prometedora carrera por delante. Si Cospedal aterriza finalmente en la cartera de Defensa, que también pretende Fernández Díaz, abrasado en Interior, podría reivindicar los servicios de Inteligencia. Tiene un enorme factor en su contra. Circulan las versiones de que su esposo, el empresario Ignacio López del Hierro, ha sido objeto de investigación por el CNI a causa de episodios oscuros relacionados con la Caja regional manchega.

Como en los viejos tiempos, Sáenz de Santamaría se mueve con astucia para mantener el control del departamento. Cuentan que se está viviendo un tironeo mucho más agrio y severo de lo que emerge a la superficie. Una pugna intensa que quizás esté ya resuelta.

Los directores son de Cuenca

Dos de los tres directores que han regido el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) son de Cuenca. Alberto Saiz Cortés estuvo al frente de ‘la Casa" durante cinco años. Técnico forestal, era un hombre de José Bono y dejó el cargo envuelto en todo tipo de escándalos. Su sucesor, el general Sáenz Roldán, también es conquense, lleva en el puesto desde 2009, tras ser designado por la entonces titular de Defensa Carme Chacón. El primero de la serie fue el diplomático Jorge Dezcallar, nombrado por José María Aznar con escaso acierto en su función, en la que tan sólo se desempeñó durante un par de años. El atentado del 11-M se le vino encima y aún no ha logrado entender qué ocurrió. Sáenz de Santamaría se lleva de maravilla con Sáenz Roldán. Dolores Cospedal, también. Ambos son castellano-manchegos y se guardan aprecio aparente. La batalla de los espías está en plena ebullición. 

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