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Opinión

La rebelión secesionista hace inevitable la aplicación del 155

Los 700 alcaldes del 1-O se citan con el Govern y Colau para retar a la Fiscalía

Es la dura realidad. La lenta maquinaria del Estado, mayormente en su vertiente judicial, se ha puesto en marcha esta semana con una panoplia de actuaciones que hubiera bastado para llamar al orden a cualquier enloquecido dirigente autonómico ansioso de pasar a los libros de historia como un nuevo capitán Trueno. El rey Felipe VI, el Gobierno, la Fiscalía, la UE, la CEOE, el Banco Sabadell… el sordo rumor del Estado en movimiento, con la arboladura de un mastodonte capaz de infundir temor al menos juicioso. No a Puigdemont y a esa colla de aventureros fanatizados que se han apresurado elevar la apuesta, a aumentar el desafío, a añadir leña a un incendio de cuyo tamaño seguramente dependan sus posibilidades de éxito final. Nada parece amedrentarles. Prepotentes, desafiantes, provocadores, no hay día en que estos matones tan simpáticos no nos recuerden con reiteración que se ciscan en el Estado y en sus leyes, y que lo suyo es un pulso, un acto de fuerza que los tribunales no van a poder reducir, de modo que no va más collons que usar la fuerza para frenar el golpe.

La última de esas provocaciones llegó ayer mismo: “Que no subestimen la fuerza del pueblo de Cataluña”. Mayor relevancia tuvo el anuncio realizado el jueves por el vicepresidente y ministrón de Economía de la Generalitat, Oriol Junqueras, el amigo masajista de la vicepresidenta Soraya, según el cual el Govern dejará de enviar a Madrid los informes semanales de gasto con los que Hacienda viene tratando de evitar la utilización del dinero público procedente del FLA para la organización del referéndum ilegal del 1 de octubre. Fue Cristóbal Montoro el que a finales de agosto dijo muy ufano, muy seguro de sí, que “vamos a hablar claro: con toda seguridad no va a haber referéndum porque no hay presupuesto”, y se quedó tan ancho ante el pasmo del personal. La cara del titular de Hacienda el viernes, informando de la decisión del Ejecutivo de asumir los pagos de servicios esenciales –educación, sanidad y servicios sociales- y las nóminas de los empleados de la Generalidad desde el momento de la publicación de la orden en el BOE, parecía la de un boxeador al día siguiente de haber perdido un combate por KO.

Intervención económica, pues, de la Generalitat, medida que venía reclamando -empezando por los sueldos de los propios miembros del Govern- mucha gente desde hace tiempo, algo que muchos han llegado a considerar una aplicación encubierta del artículo 155 de la Constitución, aunque solo sea por aquello de que el amo del dinero es siempre el auténtico titular del poder. El envite, más bien la provocación, de Junqueras, que hay que imaginar pactada con su teórico jefe, parece un error de tal magnitud que algunos han querido ver gato encerrado en el episodio. Porque la respuesta del Gobierno de la nación era más que previsible. ¿Le ha regalado Junqueras, cual conde don Julián, a su amiga Soraya la intervención de la Generalidad a cambio de salvar de la quema su futuro político como eventual próximo presidente de aquella Comunidad?

Quienes consideran el control de la cuentas de la Generalidad como un golpe definitivo al prusés, pecan seguramente de optimismo. Quienes han sido capaces de situar a España ante la crisis más grave de su reciente historia, no se van a apear del burro ante ninguna medida que no sea la aplicación del 155, es decir, la pura y dura intervención de la Generalidad, y cuanto más tarde se tome la decisión, peor para todos, más elevados serán los costes para unos y otros. “Junqueras ha decidido dejar de remitir esa información porque no puede hacerlo, porque si enseñara de verdad las cuentas de la Generalidad se vería que están disponiendo del dinero del FLA para mantener el prusés”, asegura uno de los líderes de Ciudadanos, “sin olvidar que están ya en un punto tal de su viaje a ninguna parte que eso ha pasado a ser una cuestión casi accesoria. Si a partir del 1 de octubre en Cataluña va a regir otra legalidad, comprenderás que dejar de enviar información financiera a Madrid es casi normal. Estamos ante un golpe de Estado en toda regla; esa y no otra es la cuestión”.

¿Quién está pagando la cuenta del prusés?

¿Quién está sufragando el desafío secesionista? ¿Quién está corriendo con la cuenta? Estos días se viene hablando de dinero ruso e israelí entrando en la sala de máquinas del prusés. El interés de la Rusia de Putin en desestabilizar la UE, sobre todo después de la posición adoptada por Bruselas en el conflicto ucraniano, es más que evidente. La tragedia de la historia regresa como farsa: El 24 de octubre de 1925, Francesc Macià llegaba a Moscú en busca de apoyo financiero de la URSS para sufragar el movimiento revolucionario y separatista que Estat Català preparaba contra régimen de Primo de Rivera. Macià confiaba en el apoyo de los bolcheviques –resueltos, a través de la Internacional Comunista, a apoyar todos los movimientos nacionalistas capaces de desestabilizar países y abrir la puerta a la revolución- a cambio de que su partido se aliara con el incipiente PCE que entonces lideraba un tal Bullejos, que también se encontraba en Moscú. Hasta entonces, el líder independentista apenas había logrado el respaldo de un pequeño banco parisino interesado en desestabilizar la peseta para forrarse. Su equivalente sería ahora ese George Soros, filántropo especulador bursátil, que estaría con sus millones detrás de los apoyos exteriores con que cuenta Puigdemont. Putin pondría la pasta y Soros el apoyo mediático a través de la tupida red de medios -NYT, Guardian- que maneja su Open Society Foundation, cuyos terminales llegan a tipos tan curiosos como el patético Julian Assange.  

Tras entrevistarse con Zinóviev y Bujarin, a Macià no le hicieron el menor caso en Moscú, seguramente porque, con Lenin ya enfermo, el trío Zinóviev, Kámenev y Stalin no estaba para sardanas sino para luchar a muerte por el poder en el gigante rojo. “No busques conspiraciones internacionales”, asegura un empresario barcelonés, “el dinero para mantener vivo el prusés sale principalmente de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), que es la que fleta y paga los cientos de autobuses que traen a la gente de las comarcas para manifestarse en la Diada. Han sido muchos los años que ha tenido la AMI para recoger dinero público procedente de cientos de Ayuntamientos gobernados por Convergencia, al margen, claro está, de los propios presupuestos de la Generalidad de los que han salido en los últimos años millones de euros en subvenciones a todo tipo de organizaciones separatistas, caso de ANC y Òmnium, por no hablar de la inmensa mayoría de los medios de comunicación catalanes”.   

Dinero para romper España, y para dividir Cataluña en dos mitades irreconciliables, familias partidas en dos, amigos que han dejado de hablarse, vecinos que recelan de vecinos, una herida que tardará años en soldar. “Soy solo una de tantas madres que llevamos muchos años viendo como en Cataluña el independentismo campaba a sus anchas. ¿Sabe usted que en sexto curso nuestros hijos debían aprender a tocar con flauta Els Segadors? ¿Usted lo ve normal? ¿No le recuerda lo del Cara al Sol que los niños tenían que cantar en tiempos de Franco? Todo culpa de los Gobiernos centrales, que han dejado a esta gente campar a sus anchas a cambio de ocupar el poder del Estado. Eso es lo que tenemos ahora. ¿Por qué no le doy mi nombre? Por miedo: miedo a un coche rayado, a un buzón quemado, a un escrache, a un insulto, todo lo que durante años se ha consentido y no se ha parado. Mi nombre es miedo, porque hace mucho tiempo que nadie defiende los derechos de los ciudadanos no independentistas, y eso no se soluciona ahora confiscando urnas. Miedo, porque después del 1 de octubre llegará el 2 y el 3 y vamos a tener que seguir viviendo aquí mal que nos pese, vamos a tener que seguir aguantando a estos cafres a los que todo se les ha consentido durante tantos años. Créame, esto es muy difícil de arreglar a estas alturas”.

La profecía cumplida de Jordi Pujol

Lo dijo bien claro Jordi Pujol, el padre padrone: “La independencia es cuestión de futuro, de la generación de nuestros hijos. Por eso, los de la actual generación tenemos que preparar el camino con tres asuntos básicos: el idioma, la bandera y la enseñanza” (de las memorias de José Bono, citadas por Jesús Laínz en su último libro,  “El Privilegio Catalán”). Al Gobierno Rajoy no le va a quedar más remedio que usar la fuerza. “Es que lo del nacionalismo moderado solo estaba en la imaginación de Soraya y de Mariano, y no se han caído del burro hasta ayer mismo. Esto ya no tiene vuelta de hoja, entre otras cosas porque en el hipotético caso de que dieran marcha atrás, cosa imposible, ahora les mataría su propia gente. El clima de violencia empieza a ser irrespirable. Vamos a ver cosas muy feas y no sé si el Gobierno es plenamente consciente de lo que se le viene encima, porque va a haber violencia, eso seguro”. La situación es tal que los Mossos han empezado a realizar labores de contravigilancia en torno a la mayoría de los políticos constitucionalistas catalanes. De modo que al Gobierno no le va a quedar más remedio que “hacer eso que no queremos hacer” (Mariano dixit el viernes en Barcelona): usar la fuerza para imponer la ley y parar el golpe. La violencia como partera de la Historia, que dijo Marx. 

En el Ejecutivo conviven ahora mismo dos posturas enfrentadas. Aplicar cuanto antes el 155 o dejarlo para más adelante. La experiencia de estos años ha demostrado hasta la saciedad que procrastinar la toma de decisiones con el nacionalismo catalán no ha servido más que para envalentonar a los sediciosos y agravar el problema. Muchas de las cosas que por desgracia vamos a ver estos días nos las podríamos haber ahorrado si el Gobierno hubiera cortado por lo sano hace tiempo. ¿Qué es lo que está pasando ahora? Que el Estado -Guardia Civil, jueces- hace acto de presencia en Cataluña y los golpistas lo toman como una invasión. Despierta, Mariano: no vas a lograr nada con paños calientes. Tu compromiso con la historia y con los españoles es preservar la unidad de España y defender los derechos y libertades de más de la mitad de los catalanes pisoteados por los separatistas. ¡Mariano, no te rajes! Va a ser una partida muy difícil, porque el golpismo está decidido a llevarnos hasta al límite. Va a ser doloroso. Y va a tocar sufrir.

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