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Opinión

Los medios de comunicación catalanes en el gulag independentista

El president de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont

Seguramente están al corriente de la aprobación en el Parlamento de Cataluña de una moción en la que se insta al Govern a conceder subvenciones públicas solo a los medios de comunicación que se comprometan con la celebración del referéndum independentista anunciado para el 1 de octubre. Como suena. Una noticia como esta, capaz de convertirse per se en un escándalo en cualquier país de nuestro entorno donde se practica eso que llamamos democracia liberal, ha pasado más o menos desapercibida en España y no digamos ya en la propia Cataluña, donde los efectos de la anestesia patriótica sobre la capacidad de discernimiento del común ha alcanzado ya niveles letales. La moción había sido presentada el 22 de junio por los anticapitalistas de la CUP, y este jueves fue aprobada en pleno con los votos a favor de Convergencia, ERC y la mencionada CUP, la abstención de Catalunya Sí Que Es Pot (podemitas catalanes), y el voto en contra de Ciudadanos, PSC y PPC. En Cataluña mandan los comunistas de la CUP y el resto obedece. Viva la libertad.

Es verdad que en todas partes cuecen habas y que en el páramo hispano atesoramos un extenso know how en ese arte mostrenco que consiste en tratar a la prensa como a una puta a la que moler a palos si se muestra díscola o una beata a la que premiar con la zanahoria de la publicidad institucional si se prueba sumisa, y ello con Gobiernos de distinto signo, pero la cosa jamás se había acercado a las cotas de desvergüenza alcanzadas en esta Cataluña de signo fascistoide que pretende imponer el Movimiento Nacional Catalán a la hora de exigir la plena adhesión de todos -personas, empresas e instituciones- al imperativo categórico de la independencia. Recordar la grave responsabilidad contraída por los medios de comunicación catalanes en la situación de ruptura en que hoy vive esa sociedad, resulta ocioso a estas alturas. La mayor parte de los medios, con muy contadas excepciones, vienen comportándose desde hace años, particularmente desde 2012, como perritos falderos del prusés dispuestos a pasar la gorra y a vivir de las subvenciones de la Generalidad, una especialidad en la que es un verdadero artista Javier Godó, III Conde de Godó y Grande de España por la gracia de Juan Carlos I, editor del diario La Vanguardia.

En Cataluña mandan los comunistas de la CUP y el resto obedece. Viva la libertad

La rendición de los medios al nacionalismo rampante acaba de batir su propio récord. Sometimiento a cara descubierta. Sin caretas. Y con publicidad, nunca mejor dicho. Lo cual que los más inteligentes del lugar se habrán sentido indignados, un suponer, por la afrenta, porque todos sabíamos quién nos mantenía, quién costeaba la nómina a fin de mes, todos éramos conscientes de nuestra vil condición de felpudo del independentismo, pero, digo yo, ¿qué necesidad había de hacerlo explícito de forma tan obscena? ¿Qué necesidad de hacer saber que tenemos un chulo que nos vigila de cerca y paga la cuenta? En Cataluña lo sabíamos unos cuantos. Ahora ya lo sabe toda España. Una putada, se mire por donde se mire. Absurda, además, porque no necesitábamos ser víctimas de ningún chantaje para hacer lo que de mil amores hemos venido haciendo hasta ahora, que es contar las glorias de la Arcadia feliz que nos promete el nacionalismo, esa Dinamarca ideal tan alejada de la atroz Siria española.

La iniciativa es tan grosera que abre algunos interrogantes. Por ejemplo, que la criada esté saliendo respondona. Que el Movimiento esté perdiendo fuelle, que lo está cada vez más, con cada día más gente hasta el gorro, como demuestra el manifiesto de ese centenar de catalanes ilustres que esta misma semana exigía a la Generalidad la suspensión del referéndum porque “no se cumplen los requisitos para que sea democráticamente homologable”. El texto denuncia que “la reciente convocatoria hipotéticamente refrendaria no se fundamenta ni en el Estatuto, ni en la Constitución, ni en el Derecho Internacional. Al contrario, atenta a la esencia misma de la pervivencia del Estado de Derecho”, al tiempo que afirma que “sustituir la razón democrática por el voluntarismo conducirá indefectiblemente a la perversión del sistema político, a la ruina de la concordia cívica y a la fractura de la sociedad catalana”.

La mayor parte de los medios vienen comportándose desde 2012 como perritos falderos del prusés, una especialidad en la que es un verdadero artista Javier Godó, editor del diario La Vanguardia

El lenguaje amenazador de la CUP

En abierta rebelión contra el Estado, la mayoría independentista del Parlament no está dispuesta a cumplir la ley ni atender a razones. Se acabaron las sutilizas, barridas por el zafio estilo CUP, el flequillo modelo hacha de su portavoz, Anna Gabriel, o la violencia, de momento solo verbal, de un tal Quim Arrufat, portavoz de su secretariado nacional, que este jueves amenazó con “reventar la legislatura si el Govern no hace los deberes para que el 1 de octubre pueda haber un verdadero referéndum desobediente”. Para el susodicho, “hay algunos elementos que no están alineados con el referéndum”, y ya sabemos lo que ese lenguaje, esa terminología, significa en boca de un comunista. Esta es la gente que manda en Cataluña. La que tiene agarrada por lo que le cuelga a la pacata burguesía idiota de la Barcelona rica. Porque solo quien se sabe con mando en plaza es capaz de hablar a los timoratos en términos tan amenazadores: “Hace muchos años que viven de las instituciones, están muy bien acostumbrados al poder autonómico, calculan que todo será más o menos un 9-N y consideran que no tienen que arriesgar su condición personal, ni sus propiedades personales, ni el cargo…” Aviso a navegantes.

Arrufat quiere que la gente del Govern se juegue el tipo: “El presidente y los responsables de su Ejecutivo deben ser conscientes de que toda la gente que tienen en el barco, la tropa, deben ir hasta el final. No vale que del propio ejecutivo que debe organizar el referéndum vengan los errores, las deserciones, las dilaciones…” Se impone el estilo CUP y se exige la sumisión a la prensa, como el día de mañana se exigiría el silencio o el exilio a quien, en el paraíso independentista, no pensara como ellos. Es la militarización de los medios de comunicación, al servicio de una sociedad reñida con los valores que consideramos esenciales en las sociedades democráticas. Hasta aquí ha llegado Cataluña. La iniciativa del Parlament exigiendo la sumisión de los medios para cobrar subvenciones ha sido recibida por la prensa catalana con sordina cuando no silencio. “Nos hemos ido acostumbrando a lo ilegal, y hemos llegado a considerar normal un atentado contra las libertades como este”, afirma un portavoz de Sociedad Civil Catalana, “olvidando que no hay país libre sin prensa libre”. Es verdad, nos hemos acostumbrado a lo irracional y lo fascista, en Madrid y en Barcelona.

Es la militarización de los medios de comunicación, al servicio de una sociedad reñida con los valores que consideramos esenciales en las sociedades democráticas

Cabe esperar, eso sí, la briosa reacción de la prensa catalana, con el Conde de Godó a la cabeza y Enric Juliana de portaestandarte, dispuesta a redactar un duro editorial conjunto condenando este atentado contra las libertades, a imagen y semejanza de aquel otro editorial (La dignitat de Catalunya) que, en catalán y en castellano, fue publicado el 26 de noviembre de 2009 en los doce diarios con sede en la región, en un grosero intento de presionar al Tribunal Constitucional con ocasión de la sentencia sobre el nuevo Estatut. Seguro que Juliana y los suyos no dejan pasar la ocasión de rechazar el gulag que propone la CUP y consienten sus comparsas de JxSí. Seguro que la están peinando. Tal vez hoy mismo. No perdamos la esperanza.

Puigdemont redobla la apuesta

Y mientras tanto, Puigdemont y su tropa redobla la apuesta, aumenta el desafío, echa nueva leña a la caldera del odio. En un acto con alcaldes independentistas celebrado ayer en la Universidad de Barcelona, el honorable lanzó un nuevo órdago al Estado afirmando que “¡nos tienen miedo de lo que podamos decir y decidir, y más miedo daremos!”. A estas alturas ya solo queda una salida al envite lanzado por el independentismo contra la democracia española. Lo dijo muy claro el viernes el expresidente Aznar, en la clausura del curso de verano de FAES: “si el independentismo crea una situación irreductible -y en eso está-, los medios legítimos de la Constitución y del Estado de derecho no serán una opción, sino el deber de las instituciones democráticas de mantener la legalidad” (…) “Frente a los que han decretado ilegítimamente un estado de excepción en Cataluña, propongamos la normalidad de la Constitución y la ley”.

Y, además de la ley, ¿algo más, señor Aznar? “Pues sí, algo más, hagamos política. Hacer buena política en Cataluña significa sentar bases de entendimiento y sumar voluntades para articular una alternativa amplia al nacionalismo que refleje la pluralidad de la sociedad catalana, que saque a Cataluña de la trampa en la que el nacionalismo le ha arrastrado. Hacer política ahora es sentar las bases de esa alternativa y decirlo claramente”. Que es lo que había que haber hecho desde el principio, en lugar de dejar abandonados a los dictados del independentismo a los millones de personas que en Cataluña se sienten a la vez catalanes y españoles. ¿Se habrá enterado el Gobierno de cobardes que mantenemos en Moncloa?

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