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Opinión

Mis hijos no juegan con españoles

Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Jordi Turull y Raül Romeva

La frase no es mía, es de Marta Ferrusola, mujer de Jordi Pujol, y refleja a la perfección la idea nacionalista de exclusión desde la misma infancia. Cito textualmente: “Mis hijos no podían jugar en el parque cuando eran pequeños. Me decían, madre, todos son castellanos”. Esa es la base sobre la que se ha edificado la escuela catalana de las últimas cuatro décadas.

Cuando nada es lo que se dice y lo que se dice no es

Hay mucha gente que se horroriza, con toda la razón del mundo, al ver por televisión como se está utilizando políticamente en Cataluña a alumnos de secundaria –ya no digamos a los universitarios-, profesores, colegios, institutos y universidades. Los críos cortando una calle, haciendo pancartas como si fuesen trabajos manuales y llevando a cabo un agitprop brutal pro independencia bajo la indulgente mirada de sus profesores es lo más repugnante que ha producido este proceso hacia la nada.

Como en todo lo que afecta a la situación actual en Cataluña, es forzoso mirar atrás y ver el origen de esta miseria moral que, por desgracia, ha acabado perturbando de manera gravísima a la sociedad catalana. Es urgente la desconstrucción del mito que fundamenta la historia explicada a nuestros hijos desde el parvulario, a saber, Cataluña, antaño nación poderosa, democrática y avanzada, ha vivido desde hace tres siglos bajo el yugo español y éste es fascista, sangriento, inculto, gandul y depredador.

Algo puedo opinar acerca de la escuela porque, aparte de ser padre, dirigí y presenté a lo largo de tres años un programa de radio en el que las escuelas acudían a explicar lo que hacían en boca de los propios niños y profesores. Ahí pude comprobar que, por una parte, los recortes de los sucesivos gobiernos, incluyendo al Tripartito, y la estupidez de los responsables del Departamento de Enseñanza, intentaban ser compensados por muchísimos profesores entregados, valientes y en completo desacuerdo con las barbaridades que emanaban de la Consellería; por otra parte, también comprobé como las decisiones las acababa tomando siempre esa peligrosa mezcla que se ha dado en Cataluña entre nacionalistas acérrimos y miembros de partidos comunistas, que ejercían y ejercen una tremenda presión como lobby a través de sus organizaciones sindicales tanto al Govern como en la propia sociedad. Ni siquiera las AMPAS pudieron corregir el rumbo abiertamente anti educativo de tener a todo un sistema pedagógico entregado al ideal de un constructo nacional separatista.

El PSC, que siempre tuvo dirigentes burgueses y nacionalistas, estaba encantado, claro. Convergencia y Pujol, ni les cuento"

Y es que el sistema estaba viciado antes de empezar. Cuando ves que la gran ideóloga de la escuela catalana contemporánea es Marta Mata, ya fallecida, socialista para más señas, acabas de entenderlo todo. Diputada y senadora en las Cortes, diputada al Parlament, concejal en el ayuntamiento de Barcelona, Cruz de Sant Jordi, todo eso y más fue Mata, que no entendía otra escuela que una en la que el catalán fuese la lengua vehicular. El PSC, que siempre tuvo dirigentes burgueses y nacionalistas, estaba encantado, claro. Convergencia y Pujol, ni les cuento. Existía, pues, un matrimonio de conveniencia, no, rectifico, de amor, entre unos y otros. Con aquellas bases se edificó un monstruo llamado modelo de éxito escolar del que se ha hablado mucho en Cataluña y que no es más que un bluf, una estafa, un sistema que ha pervertido la esencia misma de la enseñanza, que no es más que transmitir conocimiento y facultar al alumno para que devenga en un ser pensante, crítico, independiente, que no independentista.

Las fábricas de creyentes en el dogma imperante han producido resultados horribles: la mayoría de estudiantes que acceden a las universidades –algo de esto también sé, porque doy clases en una de ellas– cometen una cantidad enorme de faltas de ortografía tanto en castellano como en catalán y están prestos, como decía el otro día un piernas so pretexto para no ir a clase “a salvar la democracia”. Banalidad e ignorancia, qué peligrosa mezcla.

Digo más. La retórica del proceso nos ha llevado a que las CUP declaren que en la próxima república catalana no habrá escuelas concertadas con la Iglesia, a que niños de trece años lleven esteladas y hagan, es un decir, manifestaciones o a que piquetes “informativos” interrumpan las clases universitarias, so pretexto de informar para hacer que los estudiantes se vayan a sus casas. Gracias, pedagogos y pedagogas catalanistas.

Mentiras arriesgadas

“El régimen democrático actual es una estafa, al Rey Felipe VI lo puso Franco, la Constitución es fruto de un compadreo con los militares, Cataluña es y será una nación que no tiene nada que ver con España, a Cataluña se la venció por las armas de los españoles en 1714 y en 1939, con Franco no se podía hablar en catalán, España nos roba, la Guardia Civil y la Policía Nacional son fuerzas de ocupación, lo del 1-O va de democracia”… No son frases dichas por Puigdemont, Turull o Junqueras, que sí, que también las dicen, no, son mantras repetidos hasta la saciedad por los críos de catorce años con los que he podido hablar estos días a propósito del cierre de colegios por la huelga pro referéndum.

Con la impertinencia del adolescente, a la que intentas rebatirles, al carecer de argumentos y estando educados en la consigna, contestan con la suficiencia de perdonavidas profesional “bah, eres un españolista”. Y se quedan tan anchos. Cambien ustedes el término por judío y verán que espantoso paralelismo tenemos ante nuestros ojos.

Con los universitarios es, directamente, imposible hablar. Abducidos por la educación recibida y también porque ser anti español es lo que está de moda, tampoco perdamos de vista este aspecto, se creen revolucionarios terribles que pretenden cambiar la sociedad y, ya de paso, el mundo. No comprenden más que lo clichés que les han ido inculcando desde pequeños en las escuelas y en esa gran máquina de independentistas que es TV3. Lo sucedido con respecto a la escuela catalana ha sido tan terrible que me permitiré tan solo hacer una referencia a uno de los miles y miles de ejemplos que podría citarles a los que, desde el resto de España, no alcanzan a comprender por qué está pasando que pasa en mi tierra natal.

Estamos en el año 2004. No ahora, ojo. Con el apoyo de la Generalitat se crea el proyecto Escoles en Xarxa (Escuelas en Red), al que se adhieren más de doscientos centros de secundaria. Acabaron por ser trescientos. A través de un portal de internet ofrecían a dichos centros toda una serie de materiales para que los centros pudiesen trabajarlos periodísticamente con sus alumnos. Cinco categorías: política, ciencia, cultura y sociedad, lengua y literatura y deportes. Impulsores: el conocido portal de información vilaweb, claramente secesionista, y Òmnium Cultural, del que no es preciso decir mucho que el lector no sepa. Presupuesto: ni se sabe, pero Òmnium maneja al año unos seis millones de euros, así que vayan haciendo la cuenta.

Empapado de ese veneno que pretende mostrar una historia de malos y buenos en la que Cataluña sería una arcadia feliz sino fuera por España"

El temario en sí es un rosario de tópicos que ya he citado más arriba. Los críos de secundaria, claro, embrutecidos por el ambiente general nacionalista, caían como gorriones en la trampa, asquerosa trampa, y acababan trabajando sobre falacias sin saberlo. Y sus profesores, encantados de la vida. Esto es, como les decía, terrible. Me niego a calcular el número de estudiantes que se han calafateado en esos talleres del odio. ¡Y solo es un ejemplo! La educación no empieza y acaba en el colegio, como todos sabemos. El complejo tejido asociativo catalán está empapado de ese veneno que pretende mostrar una historia de malos y buenos en la que Cataluña sería una arcadia feliz sino fuera porque España la tiene aherrojada y privada de sus libertades. Así pues, desde el colegio hasta el club de fútbol, de la asociación cultural al centro excursionista, el joven vive rodeado de la misma consigna todo el tiempo. Y la gota acaba horadando la piedra más dura.

Se lo creen, amigos del resto de España, se lo creen como se puede creer en el Cristo de Lepanto o en la Macarena (personalmente, soy devoto del primero). Siendo un asunto de fe es imposible que la luz de la razón entre por ningún resquicio en sus mentes adoctrinadas. Viven en un mundo de clichés y de palabras retorcidas, de ideas manipuladas. Bien lo sabía Víctor Kemplerer cuando escribió su ensayo acerca del lenguaje utilizado por los nazis. Es en las escuelas donde se conforman caracteres e ideas y aquí se ha llevado a cabo un experimento de ingeniería social muy serio, a conciencia.

De ahí que a los que hemos vivido en nuestras propias carnes la educación franquista y su famosa FEN, Formación del Espíritu Nacional, nos estremezca ver a esa juventud totalmente arrojada al vértigo de la consigna repetida sin el menor análisis y al acriticismo más tenaz, preludio inevitable de las sociedades autoritarias.

Que en las universidades catalanas se pida a los catedráticos que firmen un manifiesto en favor del proceso, con lo que conlleva de significación para los que se niegan, es el síntoma de que nos están llevando a un lugar del que solo se sale, al menos los discrepantes, de mala manera. O exiliándote o en caja de pino.

Y todo eso porque la esposa de Pujol veía fatal que sus hijos jugasen con niños españoles. A lo mejor hubiera preferido que lo hiciesen con niños de Panamá o de andorra.

Miquel Giménez

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