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Opinión

La execrable Marta Rovira

Marta Rovira

Si algo tiene esta desgracia del proceso es comprobar empíricamente que cualquier cosa siempre puede ir a peor. Para los pesimistas amantes de Schopenhauer, entre los que me cuento, que existan seres como Marta Rovira demuestra que, por más bajo que haya caído un político, siempre habrá otro que lo supere en vileza.

Los muertos de la nieta del alcalde franquista

Marta Rovira, la actual Secretaria General de Esquerra y encargada de la tienda mientras el dueño, Oriol Junqueras, estudia para mártir por cuenta del estado, no ha sido hasta ahora más que una triste y mediocre nota a pie de página en el libro de la historia catalana. Su carácter de tieta remilgada, su actitud monjil, así como sus escasas luces – aún la recordamos dirigiéndose al Congreso de los Diputados en una intervención patética e hilarante – no la hacían precisamente candidata a tener algún día una efigie con su rostro en un parque público.

Esta señora, nieta de alcalde franquista, vaya por Dios, nacida en la Ciutat dels Sants, en Vic, tan prudente ella, tan modosita, se nos ha revelado en los últimos días como la intolerante autoritaria que es en realidad. A base de que su partido se haya ido reuniendo con asesinos tales como Arnaldo Otegui, la Rovira cree que vive un nuevo 1936. Es curioso como los burguesitos y burguesitas que vienen de una vida cómoda en el seno de familias bien situadas en el franquismo padezcan el mismo complejo: quieren ser los héroes que sus antecesores no fueron.

Y como ya no existe un general en El Pardo contra el que luchar, que si lo hubiera estos vivirían todos con la camisa azul puesta hasta para dormir, ahora gallean, se hacen los valientes, se ponen medallas y fanfarronean como lo que son, unos iluminados que viven de sus fantasías sin dudar en meter a todo un país en un callejón sin salida con tal de satisfacer su propio narcisismo patológico.

Dice Rovira que la independencia no se tiró adelante porque el Govern tenía la confirmación por parte del estado de que, en tal caso, habrían muertos. Muchos muertos

Dice Rovira que la independencia no se tiró adelante porque el Govern tenía la confirmación por parte del estado de que, en tal caso, habrían muertos. Muchos muertos. Lo ha soltado así, en RAC1, la emisora del Conde de Godó, que es tanto o más culpable de la intoxicación política separatista que Catalunya Ràdio. No pierdan de vista que su director, Eduard Pujol, se acaba de incorporar a la lista de Carles Puigdemont, ya saben, la lista del “President” compuesta por elementos de la mal llamada sociedad civil, que ni representa a la sociedad ni es civil porque predica la incivilidad supremacista.

Siguiendo con la enfebrecida Rovira, en la entrevista-masaje no se ha cortado en asegurar que tales advertencias se las había hecho alguien del gobierno de la nación, reservándose el nombre. Cuánta indignación de cartón piedra, cuanta falsa emoción contenida, cuanta lágrima de cocodrilo que vive del dinero de todos tenía la señora Rovira al ir desgranando el rosario de perlas que en estos últimos días ya se había empezado a manifestar por parte de conspicuos separatistas como Lluís Llach. Porque, según ella, el gobierno de España les había asegurado, ¡ay!, que, si seguían con la independencia, habría sangre por las calles, que no se dispararía con pelotas de goma como el 1-O, que estaban entrando armas en Cataluña y el ejército español estaba llegando. “Puigdemont ya hablaba de violencia extrema”, aseguraba la heroína de hojalata.

Es más que vomitivo, es más que repugnante, es la demostración del nivel miserable, ruin, asqueroso y demente al que se ha llegado en Cataluña con estos genios de la política

Es más que vomitivo, es más que repugnante, es la demostración del nivel miserable, ruin, asqueroso y demente al que se ha llegado en Cataluña con estos genios de la política. Si alguien que puede acabar siendo presidenta de la Generalitat – lo dice Junqueras, no yo- es capaz de mentir con tal desparpajo, la cosa es para preocuparse. Si sabe que miente, por carecer de la menor ética y vergüenza; si se lo cree, peor, porque padece un trastorno mental gravísimo.

Uno se pregunta como es posible que tamaña orate haya llegado tan arriba. Aparte de que con esto del proceso auténticas nulidades han acabado pasando por finos estrategas – véase el caso de Artur Mas, por vía de ejemplo – lo de la señora Rovira es mucho más grave.

¿De dónde sale esta señora?

Como la mayoría de políticos parvenues procesistas, Marta Rovira casi no tiene experiencia de trabajo en el campo privado. Estuvo un ratito trabajando en un bufete de abogados – cursó derecho – sin pena ni gloria, para después irse a la Agencia Catalana de Cooperación, sin duda por sus méritos, que el hecho de que quien mandase por aquel entonces en dicho organismo fuese David Minoves, el republicano Minoves, el que se hacía fotos en la manifestación de duelo por las víctimas del atentado de las Ramblas detrás del Rey con pancartas obscenas, seguro que no influyó.

Con el gustico de cobrar de cosas públicas, Rovira, la indignada vocinglera, se fue a ejercer su poderoso y luminoso magisterio a la Academia de Policía de Mollet, ya saben, ese vivero de patriotas uniformados en el que se encontraría, sin dudar, en su salsa.

Con tamaña carrera – ¡y pensar que don Alejo Vidal Quadras es físico nuclear! – acabó con los máximos cargos dentro de Esquerra. Normal. Un partido que acaba por tener de líder a un paracaidista como Junqueras no puede pedir más que eso, aficionados, fanáticos, nulidades profesionales y humanas.

El proceso impulsado por Convergència, que se jactaba de buscar que Cataluña fuese la Dinamarca del sur, un país business friendly, un imán para lo mejor de la cultura, en suma, el emporio de la excelencia frente a esa España desorganizada, casposa y llena de carcunda, se les quedó en un puro manicomio en el que conviven desequilibrados mentales junto a vividores profesionales.

Si la señora Rovira regurgita ahora sus odios fantaseando a propósito de lo buenos que han sido evitándole al pueblo catalán los horrores de un sangriento conflicto civil y eso le reporta algún desahogo personal es cosa que ignoro. Lo único que ha producido, más allá de la satisfacción personal y de esa rabieta biliosa, es concitar el rechazo y la repulsa entre la gente de bien.

Señora Rovira, usted sabe perfectamente que en España no existen presos políticos, que ni Puigdemont está exiliado ni su gobierno fantasmagórico tiene el menor viso de legalidad

Porque mire, señora Rovira, usted sabe perfectamente que en España no existen presos políticos, que ni Puigdemont está exiliado ni su gobierno fantasmagórico tiene el menor viso de legalidad; sabe usted a la perfección que han hecho el ridículo más espantoso jamás visto en Europa en décadas, sabe que nadie les apoya salvo Maduro, Pamela Anderson o Berlusconi, sabe que sus conmilitones Rufián y Tardá siguen cobrando del ominoso estado español, lo sabe, pero le da igual porque es una fanática imbuida de un odio enfermizo y patológico. También sabe que, por mucho que usted defienda toda esa podredumbre, ningún juez le va a decir ni . Libertad de expresión, se llama. Aunque conlleve la libertad del delirio.

Ahora, usted y los suyos, en la ceguera rabiosa que padecen al comprobar, con desesperación, que se les ha hundido el invento solo con la aplicación de la ley, que ni han entrado los tanques por la Diagonal ni ha habido patriotas catalanes caídos por Dios y por la Patria (catalana, claro), al saber, porque usted lo sabe, que aquí si se ha agredido y acosado a alguien es a los miembros de las fuerzas de seguridad del estado, que lo de la violencia del 1-O es una más de sus mixtificaciones, al saber todo eso, usted se inventa poco menos que un 18 de julio redivivo. Una fecha que, si por desgracia, le hubiese pillado a usted, la habría pasado temblando como una hoja junto a su abuelo franquista. Por satisfacer sus degenerados instintos de gloria, se ha metido justo con lo más sagrado: con los muertos.

Es usted indigna de ocupar cualquier cargo. Es usted la vergüenza de Cataluña. Es usted, se lo digo claramente, una pobre persona. Yo no le diré como su amiga, la infame Núria de Gispert a Inés Arrimadas que se vaya a su tierra. Le diré que se vaya a hacer puñetas a donde quiera. Me parece lo más higiénico para este país.

Miquel Giménez

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