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Editorial

El caso Roldán como síntoma de una enfermedad grave

Luis de Guindos, ministro de Economía y Competividad

La candidatura de José María Roldán a presidir la Asociación Española de Banca (AEB) y el rifirrafe al respecto que estos días tiene lugar entre el Ministerio de Economía y los dos grandes bancos privados, BBVA y Santander, es decir, entre Luis de Guindos, por un lado, y Francisco González y Emilio Botín, por otro, con el Banco de España (BdE) de correa de transmisión y los medios como escenario de la refriega, no pasa de ser una tormenta en un vaso de agua, una de esas aparatosas tormentas de verano cargadas de viento y arena que, al final, se quedan en nada, pura hojarasca periclitada, pero que al tiempo tiene la virtud de poner a aquellos olfatos democráticamente educados para captar las miserias del sistema sobre la pista de un problema de gran importancia que directamente afecta a la calidad de nuestra democracia: nos referimos al alegre trapicheo que en este país nuestro existe entre políticos y altos funcionarios que pasan del cargo público al sillón privado con inusitada alegría (las revolving doors), a la ausencia de organismos de regulación y control realmente independientes y, en definitiva, al problema capital de la ausencia de separación entre lo público de lo privado, origen histórico de buena parte de nuestras desgracias colectivas.

La tormenta de arena en torno a José María Roldán, director general de Regulación y Estabilidad Financiera del BdE hasta hace escasas fechas, y la presidencia de la AEB trae causa en el agotamiento del mandato de su actual titular, Miguel Martín –ex subgobernador del propio banco emisor-, y su relevo el próximo mes de abril. Los dos grandes, que casi en exclusiva pastorean una asociación como la AEB convertida en lobby puro, Santander y BBVA, se pusieron de acuerdo en sustituir el perfil de Martín por otro más agresivo, más proactivo, de mayor proyección internacional, ello pensando en la batalla sectorial que va a tener por escenario a la Autoridad Bancaria Europea en un futuro próximo. “Y pensamos en José Manuel Campa [ex secretario de Estado de Economía en la última etapa del Gobierno Zapatero] como el hombre idóneo, bien visto por todos, con buen cartel. Hicimos saber nuestra elección a Economía a través del conducto del BdE, es decir, del gobernador Linde, y la respuesta de De Guindos fue que no, que no le gustaba, y ese veto ya sonó raro”.

Guindos vetó la elección de Campa, lo cual en el sector ya sonó bastante raro. Entonces se puso el punto de mira en Roldán, también vetado alegando incompatibilidad

Los banqueros, muy probablemente de consuno con un Linde que, cansado de Roldán, acababa de cesarlo, pusieron entonces el punto de mira en el citado, tipo también con excelente cartel al decir de tirios y troyanos, y su nombre, por el mismo conducto, fue notificado al señor ministro. Tardó poco en estallar una tormenta, en forma de llamadas a los despachos alfombrados de la banca y de filtraciones a medios periodísticos, que en esencia aludía al malestar del titular de Economía con un nombramiento estéticamente indefendible. “Da la impresión de que con tanta gente sabia como FG y Botín tienen a su servicio nadie pensó en que la elección, en pleno periodo de incompatibilidad además, como futuro presidente de la AEB, es decir, como jefe del lobby de los regulados, del señor que hasta ayer mismo era el encargado de la regulación del sistema bancario, podía sentar mal a alguien, iba a sentar mal precisamente al Ministro, porque el asunto no es ni ética ni estéticamente presentable”, sostienen en Economía. “Ha habido, por tanto, una falta de sensibilidad a la hora de prever las consecuencias de ese nombramiento y una sorpresa procedimental, porque estando el relevo de Martín previsto para el mes de abril, resulta difícil entender tantas prisas…”.

Las contradicciones de la postura que sostiene Economía

Obviando que la AEB es una asociación privada, una patronal, y difícilmente puede entenderse y explicarse el intervencionismo oficial en la designación de sus cargos directivos, el argumento del regulador que pasa a servir al regulado sin solución de continuidad sería de una contundencia argumental irrefutable si no fuera porque Roldán y su hasta hace poco Dirección General es apenas una pieza, y no la mayor o más importante, en un engranaje legislativo cuyo motor está precisamente en Economía, que es quien aprueba las grandes decisiones regulatorias que afectan al sistema financiero. Pero es que, además, el responsable de Regulación no está en contacto con los regulados, con las entidades, como sí ocurre, por el contrario, con la Supervisión, con esa Dirección General de Supervisión cuya labor consiste en “la supervisión de la solvencia y el cumplimiento de la normativa específica de las entidades de crédito y de otras entidades y mercados financieros", y cuya condición de auténtico policía del sistema le faculta para “formular las propuestas necesarias para la adopción de medidas preventivas, disciplinarias o cautelares respecto a las citadas entidades, grupos y personas”.

Los verdaderos responsables de la crisis del sistema financiero no están en Supervisión sino en Regulación, donde está el amigo personal de Guindos Jerónimo Martínez Tello

Ahí le duele. Ese es el nudo gordiano de la cuestión que nos ocupa. Los verdaderos responsables de la crisis de un sistema financiero, en particular de las Cajas de Ahorros, que de momento ha obligado al Estado a inyectar la astronómica cifra de 62.000 millones de euros, millón arriba o abajo, para evitar el hundimiento del sistema y la quiebra de España, no ha sido el señor Roldán, a quien no tenemos el gusto de conocer, y su Dirección General de Regulación, sino el hasta hace poco director general de Supervisión, Jerónimo Martínez Tello, su amigo y jefe directo, el ex subgobernador del BdE, Francisco Javier Aríztegui (antecesor de Tello al frente de la Supervisión, un tipo que en febrero del 2008 soltaba perlas del siguiente tenor: “Las entidades financieras españolas están en una posición sólida para superar la actual coyuntura y no hay ninguna base para sembrar una inquietud injustificada respecto a la salud del sector”), y el jefe directo de ambos y primer responsable de la ominosa gestión del BdE, el ex alto cargo socialista (secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos) y ex gobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez, alias MAFO, un tipo que sigue alegremente vivaqueando por la calle sin que hasta el momento ni Gobierno ni jueces se hayan dignado siquiera molestarle. El escándalo es mayor cuanto que tanto Aríztegui como Tello siguen con despacho en el BdE; peor aún, ambos dos han cooptado al nuevo director general de Supervisión, Ramón Quintana, subordinado suyo que fue durante muchos años.

De modo que si se trata de ponerse “bonito” para presentarse en sociedad como abanderado de lo ética y estéticamente presentable, entonces está bien la un poco surrealista tormenta de arena que hemos provocado, señor ministro, en torno al nombramiento de Roldán, porque además logramos en la misma tacada poner un par de banderillas negras en todo lo alto a unos tipos tan sospechosos para el común de los mortales como son los banqueros, cuestión siempre políticamente rentable, pero eso no resuelve en absoluto el problema, el drama de esos 62.000 millones que van a gravitar como una losa sobre la deuda pública y el bienestar de los españoles. Lo pertinente, señor Ministro, de su actitud, desde luego elogiable, en favor de lo ética y estéticamente admisible, es depurar responsabilidades en la gestión dolosa que el trío citado hizo del BdE durante los años que precedieron a la crisis. Ello como primera providencia. Porque enseguida habría que dirigir la mirada aguas arriba hacia los problemas de fondo que impiden a España disponer de una economía abierta, moderna y plenamente desarrollada, por culpa del peso abrumador de esas prácticas corruptas que llevan a los ex presidentes del Gobierno a sentarse en el consejo de las compañías eléctricas cuando dejan Moncloa; por culpa de esas revolving doors que ya ni siquiera llaman la atención de puro consuetudinarias; por culpa de la ausencia de unos organismos de supervisión y control realmente independientes del poder político de turno, y por culpa, en definitiva, de esa total colusión de intereses entre lo público y lo privado que desde tiempo inmemorial existe en este sufrido país nuestro.      

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