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Editorial

PP y PSOE siguen abusando de la buena fe de los electores y su desapego de la política

Los cónclaves del fin de semana de los dos grandes partidos del régimen habían suscitado expectativas entre quienes podían pensar que, después de las experiencias vividas y de los destrozos sufridos por el país, surgirían iniciativas políticas y económicas para hacer verosímil esa salida de la crisis de la que tanto se habla últimamente. No ha sido así, y si es verdad que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, los dirigentes de ambos partidos, además de tropezar por partida doble, parecen dispuestos a horadar la piedra, aunque, eso también, a costa de seguir maltratando los bolsillos de los pacientes españoles. Las reuniones han servido para autoaplaudirse: los del PP sobreactúan y prometen un 2015 lleno de venturas, sin explicar cuáles son los proyectos para conseguirlo, y los del PSOE, todavía no repuestos de las hazañas zapateriles, prometen cuidados paliativos para aliviar los males que, según ellos, están creando sus competidores políticos ahora en el Gobierno. Si estos son los mimbres para construir la salida de la crisis, estamos aviados. 

Cada día es más numeroso el grupo de observadores y analistas que, dentro y fuera del país, coincide a la hora de afirmar que España padece una grave crisis económico-financiera, cuya salida se ve lastrada por el modelo político vigente: el Estado se encuentra profundamente fragmentado y el Gobierno central carece de capacidad real para ejecutar las políticas tanto económicas como sociales que las circunstancias demandan. Lo más que puede hacer el Ejecutivo es establecer marcos generales de actuación y negociar su ejecución con los poderes regionales para lograr determinados cuadres contables. Esa es una realidad que se pone de manifiesto a la hora de plantear cualquiera de las llamadas reformas estructurales, ninguna de las cuales ha propuesto el cambio del modelo político. El Gobierno del PP se ha cerrado en banda en esa materia, aun teniendo sobre la mesa la cuestión catalana que, se mire como se mire, será causa de problemas sociales y políticos tanto en Cataluña como en el resto del país, hasta el punto de poner en entredicho la hipotética mejora económica de meses venideros. 

A lo anterior hay que añadir que la devastación causada por estos 6 años de crisis ha empobrecido el tejido industrial y dañado gravemente el consumo, lo que sin duda condicionará la velocidad e intensidad de esa recuperación. El Ejecutivo y su aparato mediático insisten en asegurar que se ha evitado el colapso gracias a la pericia demostrada por quienes se hicieron con el poder a finales de 2011. Dando por bueno el aserto, y aceptando que lo peor ha pasado ya, parece indudable que hay que hacer algo más, bastante más, mucho más, a la hora de definir ese cacareado “nuevo modelo de crecimiento” para España en el conjunto de la Unión Europea, una vez que desechada, ¿o no?, la vuelta al sistema de producción basado en la utilización intensiva de mano de obra poco cualificada. Algún avance en ese terreno era esperable que saliera de la reunión de un partido del Gobierno que, por desgracia, se ha limitado a repetir los lugares comunes de costumbre, con la vista puesta ya en las justas electorales que se avecinan, porque de eso se trata: de ganar tiempo electoral y recuperar el favor del votante. 

Todo por la sacrosanta igualdad en el PSOE 

No son mejores los ecos que llegan del PSOE, salvo las propuestas fiscales referidas a parados y pensionistas que, no obstante, precisarían explicaciones detalladas para no caer en ese vicio tan socialista, tan zapateril, de tirar sin ton ni son del gasto público, causa y razón de buena parte de nuestras desgracias actuales. Es evidente que los socialistas no han aprendido nada de la monumental crisis que aún seguimos padeciendo. Porque es precisamente el aumento del gasto lo que llena el resto de la partitura PSOE, en tantos puntos parecida a la del PP aunque quizá con mayor riqueza literaria en lo social. De la reconstrucción económica de España, ni palabra. Un canto al gasto en el altar de la igualdad, con el mismo vacío de costumbre: ¿Y quién se encargará de generar primero la riqueza a repartir después? ¿Cómo lograrlo? ¿Con qué modelo económico? Y lo que a la política respecta, templar gaitas con el PSC, hablar del federalismo, y sobreactuar con el Concordato con la Iglesia. En fin, pocas nueces en lo que de verdad interesa, y amplísima cosecha de cotilleos sobre primarias y liderazgos. Fuegos fatuos. 

Si lo expresado no se refiriera a los dos grandes partidos nacionales, lo ocurrido este fin de semana podría tomarse a broma o a beneficio de inventario. Como no es así, hay motivos para lamentarlo y muchos más para preocuparse. Parece que el castigo sufrido por España y los españoles por culpa de décadas de mal gobierno a cargo de ambas formaciones no ha sido suficiente para hacerles recapacitar. Ni regeneración democrática, ni reconstrucción del Estado y sus instituciones –los pitos a la Monarquía en el cónclave del PSOE son para nota-, ni preocupación por administrar con eficacia y justicia el dinero de los contribuyentes. Otra ocasión perdida, y van unas cuantas, abusando de la buena fe de los electores y su desapego de la política. Mala cosa para emprender el viaje a la modernización del país.

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