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Opinión

Si cae Cataluña, cae España

Si cae Cataluña, cae España.

Como era de prever, ha sucedido. El desafío secesionista se ha instalado en el género epistolar. Una sucesión de escritos donde uno pregunta la hora; y el interpelado responde: manzanas traigo. Y así hasta dormir el partido. Entretanto el nacionalismo, sin que nadie lo impida, asciende un nuevo peldaño, institucionalizando el conflicto y trasladando al mundo, mediante su ejército de periodistas en nómina, nacionales, pero sobre todo extranjeros, la imagen de un Cataluña oprimida por un Estado fascista. El plan no es sólo ganar tiempo, sino que aceptemos una nueva realidad tejida, como todas las anteriores, con la aguja de la deslealtad y el hilo del engaño.

Donde no hay ley no hay libertad

Como bien apuntaba John Locke, “donde no hay ley no hay libertad. Pues la libertad ha de ser el estar libre de las restricciones y la violencia de otros, lo cual no puede existir si no hay ley; y no es, como se nos dice, ‘una libertad para que todo hombre haga lo que quiera’. Pues ¿quién pudiera estar libre al estar dominado por los caprichos de todos los demás?”. Y en esa tesitura estamos, comprobando si hay ley y libertad o todo lo contrario.

No seas necio, Carles, no mates a la gallina de los huevos de oro porque, además de costarnos un ojo de la cara, se nos verán las vergüenzas a todos

"Es necesario que las leyes reinen sobre los hombres y no los hombres de las leyes", dejó dicho también Pausanias. Pero ya se sabe que en las cuitas entre las familias políticas la ley aplica sólo un poco. Yo hago como que amenazo, y tú como que te achantas. El caso es que no nos hagamos daño. Hasta ahora nos ha ido muy bien con esta farsa. Así que no seas necio, Carles, no mates a la gallina de los huevos de oro porque, además de costarnos un ojo de la cara, se nos verán las vergüenzas a todos. Si vuelves a la casilla de salida, tus delitos serán perdonados. Palabra de Soraya. Y aquí paz y después gloria.

Los politólogos de la izquierda “culta”

Y qué decir de esos politólogos de nuevo cuño que, cuando uno ya leía a Lasch advirtiéndonos de la postmodernidad que se nos venía encima, aún mojaban la cama. Treintañeros encantados de haberse conocido que han degradado la palabra diálogo a término de la neolengua; es decir, a ley del embudo. Un derecho que sólo aplican cuando sus aspiraciones se ven comprometidas, nunca cuando unilateralmente se pasan por el forro derechos prepolíticos. Vivimos tiempos complejos, aptos sólo para expertos, leguleyos y burócratas travestidos de políticos. Así que ignorante españolito no incordies con la bandera.

Nos han impuesto una nueva regla: cualquier ley puede ser vituperada mientras no se recurra a la violencia

Ellos, junto con los secesionistas y la extrema izquierda, nos han impuesto una nueva regla: cualquier ley puede ser vituperada mientras no se recurra a la violencia. Así, si un grupo de pacíficos okupas se instala en tu casa, date por expropiado. En su opinión, cuando la ilegalidad se impone de forma pasiva y no violenta, el derecho no puede restituirse por la fuerza. Quien lo haga será tachado de genocida. A tal fin bastará con un par de cargas policiales, unas cuantas personas lastimadas y un puñado de fotos y vídeos, verdaderos o falsos, dando la vuelta al mundo.

Sin embargo, usted no es un fascista

Si sacas la bandera, ellos se vestirán de blanco. Si demandas justicia, te amordazarán con la trampa del diálogo. Si te manifiestas, alertarán sobre el surgimiento de la extrema derecha. Y así hasta que la ley del embudo degenere en una reactancia social incontenible y, claro está, en profecía autocumplida. “¿Lo veis?: España era fascista”, sentenciarán los expertos cuando España salte por los aires.

Lo cierto es que España se va por el sumidero, traicionada por muchos. También por esa tropa de dizque liberales que se han convertido en el reverso igualmente tenebroso de la utopía marxista

Lo cierto es que España se va por el sumidero, traicionada por muchos. También por esa tropa de dizque liberales que se han convertido en el reverso igualmente tenebroso de la utopía marxista. ¿Cómo se puede transmutar el principio de autodeterminación individual en derecho colectivo? ¿Qué prodigiosa alquimia es capaz de hacer equivalente lo que en realidad es incompatible? ¿Qué interés les mueve a defender la autodeterminación cuando lo que está en juego en Cataluña es la causa de la libertad, la defienda Agamenón o su porquero?

Ser liberal es una actitud, no un conjunto de dogmas, menos aún oscuros intereses. ¿Acaso no les va ya suficientemente bien a los liberales del establishment haciendo de las ideas negocio? ¿Qué más necesitan para darse por satisfechos? ¿Tal vez un chiringuito universitario donde permanecer a salvo de las incertidumbres materiales?

A este respecto, los editores de Sintetia no podían ser más oportunos recordando las palabras de Javier Marías

“Ser liberal, en su sentido social y en el uso más coloquial del término, equivalía, entre otras cosas, a no inmiscuirse en la vida y en las costumbres de los demás; a diferenciar entre las capacidades, la competencia y el talento de alguien y su moral, sus vicios particulares, sus ideas y sus creencias. Entre sus obras y su comportamiento en la esfera privada.

Nos estamos deslizando hacia unas sociedades tan fanáticas, puritanas y represoras como la que albergó la época de mayor esplendor de nuestra malhadada Inquisición.”

Hoy en día tan totalitario parece el libertario como el militante de extrema izquierda. Ambos se muestran igualmente determinados a inmiscuirse en la vida y las costumbres de las personas, empeñados en demoler sus convicciones y liquidar su pasado. Si esto es liberalismo que venga Hayek y lo bendiga. Hasta Hegel estaría orgulloso de ellos.

Cabe también preguntarse qué locura nos asuela para convertir un requerimiento en una pregunta retórica. Y que, en el colmo del disparate, sesudos analistas lo califiquen de sublime estrategia

Además de todo lo anterior, cabe también preguntarse qué locura nos asuela para convertir un requerimiento en una pregunta retórica. Y que, en el colmo del disparate, sesudos analistas lo califiquen de sublime estrategia. ¿Alguien se imagina a Alemania, Francia, Italia, Estados Unidos, o incluso, la decadente Bélgica, dando hilo a la cometa que echó a volar un hatajo de sediciosos? O también, ¿cómo es posible defender la tradición europea y al mismo tiempo pretender enjuagar la voladura del Estado de derecho? O, por último, ¿qué clase de periodismo es el que, tan falto de lecturas como de vergüenza, se dedica a promover que la gente se vista de blanco y pida diálogo cuando los supremacistas se ciscan en las leyes?

No es sólo Cataluña lo que está en juego

Esto no va sólo de Cataluña. Los enemigos de la libertad se encaraman a las verjas, dispuestos a saltarlas; si no es hoy será mañana. La cuestión es simple e inequívoca: o se está con el Estado de derecho o se está a favor del pasteleo con los totalitarios y los sinvergüenzas. A estas alturas quien defienda el diálogo o es un loco o un canalla.

Por fin nos han metido a todos de hoz y coz en el corto plazo. Y lo primero es lo primero

Esto ya no va del PP, ni siquiera del régimen del 78, sino de España. Por fin nos han metido a todos de hoz y coz en el corto plazo. Y lo primero es lo primero. Luego ya ajustaremos cuentas. La gente de buena voluntad ha de hacer sentir su indignación en la nuca Mariano. Porque la clave para que este desafío se resuelva de manera satisfactoria es que el Gobierno tema más a los españoles que a los enemigos de España. En definitiva, sólo la sociedad civil, hasta ayer desaparecida, puede evitar la consumación del desastre.

Así pues, agiten las banderas. No dejen de hacerlo, aunque les duelan los brazos... y les llamen fascistas.

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