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Opinión

El ‘astronauta’ Saracho y la tercera vía: nacionalizar el Popular

Las acciones del Popular continúan en caída libre

Lo suyo fue un aterrizaje forzoso. Sin período de descompresión. Llegó a la Tierra, a esa banca de las pequeñas cosas, a la de la pelea diaria por captar un depósito, a la del ratio de eficiencia por oficina, al complicado mundo de la relación diaria con los clientes, con pocos capítulos en el manual de instrucciones. El mundo de Emilio Saracho es otro. Ese planeta en el que pocas corbatas son capaces de poner patas arriba cualquier sector, incluso la economía de un país. El mundo de los grandes ‘pelotazos’ financieros, pero también de los grandes ‘petardazos’ que generan cánceres como las hipotecas subprime. Saracho llegó con el olor a perfume de JP Morgan, y su glamour de Wall Street y la Citi, a un banco en estado de shock. Todo un astronauta en la corte de problemas del Popular. “Venir a Popular me parecía fuera de lugar, pero hacía falta una cara nueva”, llegó a decir en un vídeo interno para arengar a la plantilla, destapado por este medio.

La NASA aceptó al astronauta. El Banco de España, Economía, incluso el Banco Central Europeo. Nadie por estos lares cuestionó al candidato que promocionó Reyes Calderón, la dama ejecutora de la familia Del Valle, en sus visitas a Cibeles o la plaza de Cuzco, la sede del despacho del ministro Luis de Guindos. Encuentros que terminaban con el mismo mensaje hacia Ángel Ron, el presidente caído:  “Aguanta, sé fuerte”. Ron fue fuerte hasta que ya no pudo serlo. Hastiado por las presiones del mexicano Del Valle, cuya inversión en el Popular parece tener un único fin, una fusión, y la falta de cariño de quien podía haber sacado ese capote para dejar ese aquelarre entorno a su presidencia en una mera tormenta, sonora, eso sí, y mediática como pocas. El astronauta Saracho llegó con la bandera de la fusión plegada en su cartera. Todos sus pasos han ido encaminados hacia ello.

Saracho llegó con el olor a perfume de JP Morgan, y su glamour de Wall Street y la Citi, a un banco en estado de shock

Primero. La salida del anterior consejero delegado Pedro Larena. Saracho siempre quiso a un perfil más de estrategia que de banca minorista para su número dos. Una medida cuestionable en la situación actual de la entidad.

Segundo. El cierre de cuentas de 2016. Saracho lo ha hecho prácticamente a su gusto aunque sin involucrarse legalmente. Si algo estaba mal en estos estados financieros (por las demandas que se avecinan), cargarán con ello los anteriores gestores, liderados por Ángel Ron. El nuevo presidente se ha cuidado mucho en este aspecto con la lección aprendida de lo que le ocurrió a José Ignacio Goirigolzarri en Bankia, que ha tenido que dar la cara en la Audiencia Nacional (como testigo) por reformular las cuentas de 2011 de la entidad nacionalizada. Por ello, Saracho ha hecho todo lo posible para evitar estampar su firma en las cuentas de Popular de 2016. Primero retrasando su llegada hasta febrero, tras la compleja junta extraordinaria. Y segundo, anunciando correcciones contables valoradas en 700 millones que dejan su punto de partida en mejor situación, pero que salvan por los pelos la temida reformulación. En todo caso, Saracho queda limpio de polvo y paja ante un hipotético aterrizaje futuro en el consejo de otro banco.

Tercero. Saracho es de momento el único presidente de un banco del Ibex 35 que no tiene acciones de la entidad que preside. Todo un síntoma sobre su falta de confianza en el futuro en solitario de la entidad. En el mercado, la inversión de los directivos de una compañía en sus propias acciones se interpreta como una señal de alineamiento de intereses y de buen gobierno corporativo. De hecho, muchos ejecutivos compran títulos de su empresa después de un castigo pronunciado de la acción, para así enviar una señal de confianza al mercado. “Comprar acciones era un mensaje que había que enviar: creo en este proyecto y lo hago tanto que invierto mi dinero. No solo es importante de cara al mercado, también para el equipo de la entidad, que me conocía poco, y así me vio más comprometido”. El autor de esta frase José Ignacio Goirigolzarri comprometió su primer sueldo (500.000 euros) en la compra de ‘bankias’. El primer bonus de Saracho, 4 millones ya cobrados pese a llevar apenas un trimestre en la entidad, no camina, hasta la fecha, por una inversión en Popular.

Saracho es el único presidente de un banco del Ibex 35 que no tiene acciones de la entidad que preside. Todo un síntoma sobre su falta de confianza en el futuro en solitario de la entidad.

Cuarto. Su excesivo personalismo en un momento en el que Popular necesita de la sabiduría de un equipo. “Saracho ha asumido muchas decisiones sobre cosas que no conocía sin consultar a nadie. Un error no siendo un banquero comercial y en la actual situación de la entidad”, explica alguien que conoce bien al banquero madrileño. Decisiones, algunas de ellas, que no ha consultado ni si quiera con su guardia de corps: Ignacio Sánchez-Asiaín,  su CEO; Miguel Escrig, adjunto al presidente y director financiero; y Antonio González-Adalid, el vicepresidente no ejecutivo en el que delegar en el consejo. Un personalismo que aglutina todos los ámbitos. Hasta el de la comunicación. Saracho también es un astronauta en su relación con los medios. Capaz de descolgar el teléfono para llamar en persona a un periodista ante la implosión que ha realizado en su dirección de comunicación. Saracho no entiende que se hable tanto de Popular en los medios cuando, paradójicamente, él llegó a la presidencia gracias a las portadas de medios digitales y de papel.

La solución al Popular se encamina hacia su nadir. Esta misma semana, como publicaba Jorge Zuloaga, la gran banca tendrá que presentar ofertas no vinculantes por el que no hace tanto era la entidad más eficiente del sistema. Todo es ahora cuestión de precio. A finales del pasado año, Francisco González sí quería el Popular para BBVA, como lo sigue queriendo. Habló entonces con Ron. Y de esas negociaciones salieron números, proyecciones (4.000 millones en sinergias), una interesante inyección de capital para BBVA (alrededor de 6.000 millones) y una millonaria e interesante bolsa de créditos fiscales. Incluso hubo moneda de cambio. FG ofreció a Ron la vicepresidencia de BBVA, un puesto confeccionado ad hoc, un hueco nuevo a compartir con González Páramo y el CEO Carlos Torres. El precio de BBVA se fraguó para protegerse del desaguisado del ladrillo del Popular y sus insuficientes coberturas. Ahora no sólo preocupa el ladrillo. También las futuras demandas de grandes y pequeños accionistas por el desplome de la acción ante el fracaso de las anteriores ampliaciones de capital. Santander, por contra, sigue agazapado. Mandando balones fuera. “No interesa”, aseguran desde Boadilla. El temor al agujero del Popular es proporcional a la escasa química personal entre Saracho y Ana Patricia Botín. Una anécdota que recordaba esta semana un destacado banquero de los noventa lo corrobora.  “No puedo trabajar con tu hija, no la soporto”, trasladó Saracho a Emilio Botín poco antes de abandonar Santander Investment, el banco de inversión que lideraba la actual presidenta en aquella época.

Bankia es la apuesta de Luis de Guindos para Popular. La fusión con la entidad nacionalizada facilitaría ante Bruselas la concesión de algún tipo de esquema o ayuda pública para el Popular. El verdadero quid de esta operación de salvamento. Desde los grandes bancos se ha transmitido a Guindos la necesidad de que haya garantías públicas en el entorno de 2.000 millones en la operación para cubrir los posibles litigios de accionistas que se generen por el desplome de la acción y todo lo que ha ocurrido alrededor del banco en los últimos meses. El camino de una ayuda pública sería más fácil bajo el atajo de Banco Financiero y de Ahorros (BFA), la matriz de Bankia, en manos del Estado. La justificación sería más sencilla para el Gobierno: se podría devolver lo inyectado a través de la privatización de Bankia. Más presión para Goirigolzarri a cambio de más red y negocio para Bankia.

Popular podría llegar a Bankia, a través de una tercera vía: la nacionalización de la entidad que preside Emilio Saracho. La solución de una nueva ampliación de capital se antoja complicada. Más cuando Popular tiene previsto aumentar sus números rojos de forma cuantitativa en los resultados del segundo trimestre. Nadie quiere la entrada del FROB en las tripas de Popular. Ni Guindos, ni el sector ni el propio Banco de España por el retorno del foco negativo al sistema financiero nacional. Todo depende de la partida de póker que se disputa estos días entre vendedor, compradores, supervisores y políticos.  Ya lo dijo Saracho hace apenas un mes. “La independencia es un valor hasta que se convierte en una carga”. Palabra de astronauta.

@miguelalbacar

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