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Análisis

Un bombero para apagar un incendio

Xavier García Albiol, candidato del PPC al próximo 27-S.

Hay muchos incendios ahora en Cataluña, casi tantos como en esa Galicia de meigas donde el fuego extiende un velo entre lo onírico y lo festivo que lleva a tantos a prenderle mecha al monte. El PP tiene un buen incendio en Cataluña, un incendio sin apagar casi desde que Aznar sacrificó a Alejo Vidal-Quadras hace ya tiempo, culpa de los muchos años que lleva sin desbrozar un paisaje del que ha desaparecido el Estado y casi la idea de España por culpa de los intereses de los partidos turnantes a la hora de reclamar el apoyo convergente para gobernar en Madrid. El negocio del pujolismo consistió, lo saben hasta los recién destetados, en hacer de bisagra en la capital a cambio del todo el monte es orégano en esa Cataluña dejada de la mano de Dios en manos de una burguesía aprovechada y ramplona.

Ahora el incendio ha adquirido grandes proporciones y ha hecho saltar las alarmas en Génova, en Moncloa, en Barcelona y en donde Cristo dio las tres voces. ¡Hay que hacer algo! ¡El PPC puede quedarse con apenas 5/6 de los 19 diputados con los que actualmente cuenta en el parlament! Apagar el incendio de un partido perdido en los vericuetos de la mediocridad –la obscena vulgaridad de La Camarga- a la que le han conducido las miserias de algunos personajes menores, los hermanos Fernández Díaz, por ejemplo, tan contentos de haberse conocido, tan campantes controlando el mondongo de un PPC acomodaticio, casi domesticado, casi rendido al esplendor nacionalista, un partido que día a día iba perdiendo efectivos por el camino de sumisión que unos pocos le habían impuesto.

“De momento nos ha dado un chute de moral muy grande, que buena falta nos hacía”, aseguraba un militante

Y ahí llega Xavier García Albiol, porte de deportista, baloncestista acostumbrado a hacer de Badalona su mundo, su espacio, su discurso, pero huérfano de otra experiencia que haya traspasado los muros de la periferia barcelonesa. Un hombre para tapar un agujero, para apagar un incendio. ¿Podrá con ello? “De momento nos ha dado un chute de moral muy grande, que buena falta nos hacía”, aseguraba ayer tarde un militante popular desde la Ciudad Condal. “Seguro que con él mejoraremos las perspectivas que a nivel de encuestas teníamos con Sánchez-Camacho, y hasta es posible que nos acerquemos a los mejores resultados que el partido tuvo en tiempos de Alejo. Hoy, de momento, nos ha enchufado muchos ánimos, porque la verdad es que estábamos muy bajitos, muy malitos, casi sin pulso”.

“La opción Albiol es la más peligrosa para nosotros”, aseguraba el lunes por la noche en el AVE camino a Barcelona un miembro del equipo de Albert Rivera que volvía de Madrid, donde el líder de Ciudadanos acababa de presentar el programa educativo del partido. Complicado para Ciudadanos, que tendrá que fajarse con un candidato también con habilidad contrastada para la comunicación, que domina el lenguaje visual de la tele, un tipo cuyo fuerte está en la acción, la gestión, no en disertar sobre los fundamentos de la Filosofía de la Historia de Hegel. “La ventaja de Xavier es que no hace falta alquilar ninguna valla para darlo a conocer, porque todo el mundo lo conoce”. Y complicado también para esa lista única donde se ha emboscado cual vergonzante polizón ese Arturo Mas dispuesto a llevar a Cataluña hacia el límite del absurdo.

Regalo envenenado

Un regalo envenenado, con todo, para el propio García Albiol, porque resucitar ese cadáver que hoy es el PPC no es tarea fácil ni siquiera para un deportista de elite. Y porque es un candidato de urgencia, tan urgente como que ha sido nombrado sin el requisito previo de una gestora en el partido. Un hombre, pues, como última solución. Una solución a la desesperada. Un bombero para apagar un incendio, pero no un estratega dispuesto a gobernar el medio y largo plazo de un partido que ahora mismo ha perdido su sitio en Cataluña. Esa es la cuestión: ¿estamos ante una solución a corto, o se trata de una opción a más largo plazo? La pregunta, por ahora, se responde sola.

Cabe esperar que el dedazo de Rajoy no vuelva a imponerse a tenor de las peores prácticas de un partido reñido con la democracia interna

Habrá que ver cómo encaja el PPC, o los restos del naufragio de lo que fue el PPC de Vidal-Quadras, el nombramiento de Albiol, habiendo en retaguardia gente tan valiosa, desde muchos puntos de vista, como el tarraconense Alejandro Fernández. Cabe esperar que el dedazo de Rajoy no vuelva a imponerse a tenor de las peores prácticas de un partido reñido con la democracia interna, y sea un Congreso el que decida quién ha de liderar sus pasos en el medio y largo plazo por esa senda de regeneracionismo ético y cercanía al ciudadano que la formación necesita. El de Albiol es el movimiento de piezas que reclamaba el partido en Cataluña, el respiro que demandaban los militantes de una formación muy castigada por tantos años de miseria moral. Una inyección de entusiasmo en vena.

A medio y largo plazo, no hay nada decidido, porque todo el trabajo está por hacer. No toda Cataluña es Badalona. Y ahí el lastre que arrastra un candidato convertido en la versión lepenista de la derecha levanta no pocos interrogantes entre quienes piensan que no, que García Albiol no es el hombre capacitado para abordar la regeneración de un partido tan maltratado por los intereses cortoplacistas de Madrid, capacitado para construir el relato de un partido de la derecha moderna capaz de embarcar en su ideario a una parte importante de esos ciudadanos que, sintiéndose catalanes, se sienten igualmente españoles y creen que el futuro de Cataluña siempre será mejor dentro que fuera de España, siempre mejor juntos que separados, todo en el marco de esa inaplazable revolución democrática que España, no solo Cataluña, necesita. 

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