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Análisis

Aventuras y desventuras de un filósofo en la UPyD de Rosa Díez

Rosa Díez.

Los filósofos tenemos fama de ser mentes libres. Por eso, desde hace ochos años que participé en la fundación de UPyD, a muchos ha sorprendido que un tipo tan dado al librepensamiento como yo estuviera encuadrado en un partido político, con sus disciplinas y su unificación de las ideas. Pero hay un buen motivo para ello.

Hace ocho años, la situación en España empezaba a preludiar la dramática crisis que nos está azotando. Crisis no solo económica, sino sobre todo política: las instituciones están deslegitimadas, la unidad del país se pone en duda como nunca, los políticos profesionales ha perdido prestigio. Ante tal situación, numerosos intelectuales, periodistas, filósofos empezábamos a hacer lo que se espera de nuestro oficio: ser críticos. 

Harto de criticar desde mi sillón el desvarío en que se sumía España, decidí [...] apuntarme a algo que era absolutamente novedoso para mí: militar en un partido político

Pero la cosa era tan grave que no bastaba criticar desde fuera. Por eso autores de la talla de Arcadi Espada, Albert Boadella o Fernando Savater lanzaron durante la primera legislatura de Zapatero la idea de fundar un nuevo partido que regenerase nuestra democracia. La sociedad civil recogió el guante y se fundó primero Ciudadanos en Cataluña y, poco después, UPyD en el resto de España. 

Harto de criticar desde mi sillón el desvarío en que se sumía España, decidí entonces ponerme manos a la obra y apuntarme a algo que era absolutamente novedoso para mí: militar en un partido político. 

Reconozco que también lo hice por curiosidad intelectual. Me dedico profesionalmente a la filosofía política, así que me interesaba comprobar con mi propia experiencia qué era de verdad la política.

Pero solo con filósofos es imposible formar un partido. Necesitábamos a una persona que supiera de los intríngulis del mundo político. Fue entonces cuando una política que llevaba décadas en el PSOE, pero allí estaba apartada de todo poder, se sumó a nuestro carro intelectual. Me refiero, naturalmente, a Rosa Díez. Cierto es que su pasado como dirigente no estaba exento de manchas que repelerían a cualquier amante de la libertad: Rosa Díez fue quien en 1994 intentó empapelar a un dibujante, Mingote, solo porque hizo un chiste sobre Euskadi, bastante inocente si lo comparamos con los de Charlie Hebdo.

En aquel entonces prefirió su sillón de mando a la dignidad de no querer tener nada que ver con quien confraternizaba con el terrorismo

Y, lo que personalmente siempre consideré más grave, Rosa fue la única consejera del Gobierno vasco que en 1999, cuando el PNV pactó con los batasunos en Lizarra, se negó a romper la coalición que entonces unía a tal partido con el suyo, el PSOE. En aquel entonces prefirió su sillón de mando a la dignidad de no querer tener nada que ver con quien confraternizaba con el terrorismo.

Pero, bueno, cuando el mundo abertzale empezó a atacarla a ella también, Rosa pareció recapacitar; y así se granjeó cierto renombre en la lucha contra el terrorismo. En 2007 era ya una política experimentada (había empezado en los 70), con capacidad retórica y más o menos conocida. Parecía una persona oportuna para plasmar en la realidad ese partido político que desde el mundo intelectual veíamos como necesario.

Y durante años así siguió pareciéndolo. UPyD poco a poco fue ganando votos; Rosa y sus colaboradores más íntimos (como Gorriarán, antiguo miembro de ETA VI Asamblea) parecían saberse contener esos atisbos autoritarios de su pasado; progresivamente más intelectuales de prestigio se sumaban al proyecto. Los votantes cada vez compartían más la idea que años antes habíamos difundido: nuestra democracia necesitaba una mejora sustancial.

El frenesí de las "purgas"

Este éxito inicial fue, sin embargo, también el principio del fin. UPyD iba sumando tantos votos que Rosa Díez fue viendo menos necesario mantener su nuevo esfuerzo por tolerar a personas con ideas discrepantes. Y volvió a sus antiguas andadas. Empezó entonces a ser famosa UPyD por lo que prácticamente hoy lo es ya solo: por el frenesí de sus purgas. Se purgó a Sosa Wagner, eurodiputado y catedrático de Derecho, por discrepar públicamente de Rosa.

Se purgó a otros dos eurodiputados, Maura y Calvet, por motivos parecidos. Se purgó a muchos mandos intermedios y, cuando en las elecciones internas los afiliados votaban a alguien que no complacía a Rosa, como ocurrió en 2014 en Murcia, se purgaba también esa elección “errónea”. Mi obligación como intelectual fue, lógicamente, criticar acerbamente tamañas injusticias. Algo que, como puede colegir el lector, no me hizo simpático ante la dirección del partido.

Ahora bien, en política no sale nada gratis; y Rosa Díez, y UPyD con ella, fue perdiendo tras tantas purgas prácticamente todo apoyo intelectual con que contaba. Fervientes partidarios antiguos del partido, de la altura de Vargas Llosa, Arcadi Espada, Santiago González, empezaron a detectar que un instrumento tan autoritariamente dirigido ya no podía servir para mejorar España. Los votantes no fueron a la zaga en su desencanto hacia UPyD y, primero en Andalucía en marzo pasado, y luego en toda España en mayo, redujeron el peso electoral de UPyD a lo testimonial. Como antiguo emperador enloquecido que no soporta sus primeras derrotas y castiga por ello a sus soldados, Rosa entonces redobló su furor por las purgas y el partido se quedó también casi sin afiliados.

Me quedé en UPyD por curiosidad intelectual: se aprende mucho de un partido en decadencia

Mucha gente me ha preguntado por qué seguí entonces en UPyD. La verdad es que los dos motivos para ello son los mismos por los que me metí en política: en primer lugar, por el deseo de cambiar esas cosas que me disgustaban no meramente con palabras, sino trabajando.

Los afiliados me habían votado cuatro veces para ser miembro del Consejo Político del partido (su “parlamento”) y desde allí intenté frenar estos desvaríos. En segundo lugar, me quedé en UPyD por curiosidad intelectual: se aprende mucho de un partido en decadencia.

Como era previsible, hace dos días el frenesí por las purgas me tocó ya a mí. Aunque UPyD, ante el desprestigio de Rosa Díez (ya era la política peor valorada, junto a Rajoy) ha intentado camuflarse bajo una cara distinta (la de su nueva dirección), este hecho demuestra quién sigue mandando en UPyD.

Aunque han intentado usar mis ideas sobre la tauromaquia (diferentes a las suyas) como excusa, y me han calumniado de otros modos, todo el mundo que conoce UPyD sabe que eso ha sido un mero pretexto. La verdad cristalina es, simplemente, que las purgas prosiguen. Lo que Rosa Díez no toleró a Mingote, que no era de su mismo partido, mucho menos se lo va a tolerar a los de dentro: discrepar.

Estoy orgulloso de todo lo que he aprendido y la gente que he conocido gracias a mis años de vida política. Mi intención ahora es seguir trabajando por la política española desde Libres e Iguales, asociación formada hace un año por Cayetana Álvarez de Toledo y muchos de los mejores intelectuales y periodistas actuales, y a la que desde entonces humildemente pertenezco. Pero reconozco que siempre echaré un poco de menos a Rosa Díez y su UPyD. No imaginas, Rosa, cuánto se puede aprender en filosofía política de ti.

* Miguel A. Quintana Paz es profesor de Ética y Filosofía Política en la Univ. Europea Miguel de Cervantes y fue consejero político nacional de UPyD desde su fundación hasta el pasado día 15.

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