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Análisis

El dilema de la monja Forcades entre el comunismo y la comunidad

La monja Teresa Forcades, junto a la nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

La monja benedictina Teresa Forcades vivió el martes su primer día como exclaustrada del monasterio de Sant Benet de Montserrat. Sabrán que la sor se ha erigido en lideresa de un movimiento independentista denominado Procés Constituent, y a tal efecto ese mismo martes, con la determinación que la fe imprime a las iniciativas del creyente, se puso en contacto con Podemos, Iniciativa, EUiA y la CUP para armar una candidatura conjunta a las elecciones del 27 de septiembre. Aunque parece que el Procés no cuenta con más de medio millar entre afiliados y simpatizantes, a Forcades no le cabe la menor duda de que ella es la llamada a dirigir el cotarro. ¿Revelación divina? De modo que ha impuesto a los grupos citados tres condiciones innegociables para la confluencia que persigue. Ahí van: “La apertura de un proceso constituyente con el compromiso de celebrar un referéndum sobre la independencia; gobernar con políticas anticapitalistas, y un plan de choque para el 30% de personas en situación de exclusión social que viven en Cataluña”. Ni más ni menos. Sor Teresa cree que el camino hacia la patria prometida no debe durar más de dos años, “al final de los cuales habrá que decidir la independencia. Pero prefiero no hacerlo al primer día, porque perderemos los indecisos”. Así.

Ese mismo martes, a la sor le quedó tiempo para presentar su último libro, “Per amor a la justicia”, un ensayo sobre el obrerismo católico femenino de principios del XX, mujeres que “encontraron en Jesús la máxima expresión de este compromiso revolucionario y pacífico”. La presencia de monjas milagreras y pérfidos confesores reales en la corte española ha sido tan proverbial como decisiva su influencia en la marcha de los asuntos públicos. Famoso es el caso de sor Patrocinio, nacida María de los Dolores Quiroga y Capopardo, más conocida como “la monja de las llagas”, guía espiritual de la reina castiza Isabel II, quien, entre amante y amante, descargaba en ella su atormentada conciencia de pecadora impenitente antes de ser expulsada de palacio para evitar su nefasta influencia sobre “la comadre chulapona” que decía Valle-Inclán. Para Isabel Burdiel (autora de la monumental “Isabel II: Una biografía (1830-1904)”, la transformación del “ángel de libertad” que Isabel fue en sus primeros años en la “escandalosa, lasciva y reaccionaria” reina que terminó siendo, se debió a su caprichoso comportamiento sexual, a su afán por rodearse de camarillas absolutistas y de nefastos personajes religiosos como el padre Claret [Antoni Maria Claret i Clarà, natural de Sallent] y la citada sor Patrocinio, y a su errática conducta política, que incluía el llanto como estrategia de persuasión con los ministros de sus muchos Gobiernos.

Pilar Rahola ha puesto a caer de un burro a sor Teresa por poner en cuestión el papel de Mas cual Moisés capaz de conducir al pueblo hacia la independencia

Sobre tan esperpéntico gentío hizo Valle-Inclán sangre y sorna en su célebre “La Corte de los Milagros”. De momento, no hay noticia de que escribidor alguno esté trabajando en los milagros de la monja Forcades en la corte del rey Arturo. Pero hay más monjas. Está una tal Lucía Caram, dominica argentina, aunque ésta, a diferencia de Forcades, que parece menospreciar el liderazgo de Mas -pecado de imposible expiación en la Cataluña actual-, está rotundamente enamorada del president y así lo ha manifestado. Enamorada de Dios, de Arturo y del independentismo. Lo cual que Pilar Rahola, que de monja no tiene un pelo pero a fe nacionalista no le gana nadie, ha puesto a caer de un burro a sor Teresa precisamente por eso, por poner en cuestión el papel de Mas cual Moisés capaz de conducir al pueblo elegido hacia la tierra prometida de la independencia. Rahola la ha llamado “iluminada” y “martillo de herejes” y todo por haberse atrevido a decir que “la independencia debe hacerse sin Convergencia”. “Y se ha quedado tan fresca”, apostilla Rahola, jefa del alto comisariado para la represión del desviacionismo, que también le ha atizado a Arcadi Oliveres, de Justícia i Pau, por atreverse a escribir que “más importante que la independencia, la soberanía y el resto de tonterías nacionales es la cuestión social”.

¿Y no será más importante la mejora de la calidad de vida democrática de catalanes, en particular, y españoles, en general? ¿No será más importante acabar con la corrupción, aquí y allí? También el Abad de Monserrat (“he pedido a La Moreneta, en tanto que nuestra patrona, que ayude y proteja este ciclo que ahora empieza de elecciones para que el 27-S sea lo que más conviene a Cataluña”) se ha mostrado a favor de la independencia. Ya se sabe, la Iglesia siempre sembrando la concordia entre los pueblos. Lo que ha terminado es la relación que durante casi 40 años unió a Mas con Duran i Lleida. Se les rompió el amor. La ruptura llevaba escrita tanto tiempo que cuando al fin se ha producido ha causado el impacto de una gaseosa mal cerrada de fábrica. Too late, querido Josep Antoni. Ineficaz para corregir las ensoñaciones del rey Arturo e inútil para imaginar siquiera una Unió con capacidad de convertirse en banderín de enganche de una solución al contencioso que no implique la ruptura. Has hecho un pan como unas tortas. El resultado del dizque referéndum de Unió ha dejado a Duran y Espadaler con el culo al aire y al partido dividido. “Más de la mitad de nuestros cuadros están cobrando de la Administración catalana”, asegura un gerifalte de UDC, “de modo que diles a éstos que se la jueguen; háblales de romper con Convergencia y quedarse en la calle y ya verás dónde te mandan. Aquí no se la juega ni Dios”.

Casi 100 millones piensa gastar la Generalitat

“Él sabía desde hace años que no cabía otro final y de hecho llevaba tiempo oteando alternativas. La dura realidad es que no existen. Las encuestas le dan entre 5 y 8 diputados en caso de presentarse a unas catalanas en solitario. Está finiquitado”, asegura un íntimo de Duran con hermosa torre en Pedralbes. La ruptura de CiU ha causado en Barcelona el disgusto que pueden imaginarse. Riadas de convergentes desfilan llorosos por el Paseo de Gracia camino de las Ramblas, dispuestos a arrojarse de cabeza al puerto. Arturito reapareció ayer en un mitin para anunciar, exultante o tal parecía, una lista presidencial a las elecciones del 27-S, a la que quiere se sumen los que están en nómina, que son casi todos. Fue el entierro de la sardina de CDC. El proceso secesionista ha adquirido una velocidad de vértigo ante la indiferencia de Madrit, porque en Madrid creen que las cosas al otro lado del Ebro se han templado. Falso de toda falsedad. La Generalitat está ya anunciando en pleno junio la lotería de navidad catalana, la Grossa (ens toca a tots), y no tanto por probar suerte con la diosa Fortuna como por dar alpiste a la prensa local, básicamente La Vanguardia y El Periódico, para tenerlos bien engrasados y predispuestos de cara a lo que se avecina. La Vanguardia, antaño Española, está donde suele en los últimos años, por el aventurerismo a palo seco, mientras El Periódico, descartada la posibilidad de una venta a la familia Lara, ha vuelto por sus fueros soberanistas con renovados bríos. Servir al Procés es la única alternativa.

Mas va a gastar cerca de 100 millones para convertir los 16 días que separan la Diada del 27S en un infierno para el resto de España

Fuentes de Unió aseguran que la Generalitat va a gastar una suma cercana a los 100 millones de euros, que gustosamente pagará Madrit a su hora, para convertir los 16 días que separan la Diada de l'Onze de Setembre del 27 de septiembre, fecha prevista para unas autonómicas etiquetadas de plebiscitarias, en un infierno para el resto de España y una olla a presión para los catalanes refractarios al Procés o simplemente indecisos. Al indiferente, la legislación vigente. Esa cifra incluye partidas para lograr una movilización internacional sin precedentes destinada a dar a conocer el mensaje nacionalista all over the world, la compra de todos los espacios publicitarios posibles –ya no queda una valla sin contratar en Barcelona y el Maresme- y la total movilización de asociaciones y grupos pro independencia, empezando por la ANC y el Òmnium Cultural.

Como viene ocurriendo desde la llegada a Moncloa del necio Zapatero, tónica que prosigue con Rajoy, el señorito Mas está jugando este partido sin contrincante, sin equipo contrario sobre el césped, casi sin portero. La oposición al Procés en Cataluña se diluye como un azucarillo, con un PP que casi ha dejado de existir a los mandos de ese pedazo de lideresa, prodigio de talento y simpatía natural, que es Alicia Sánchez-Camacho, a quien el no menos talentoso Mariano mantiene contra viento y marea. Con un PSC que, como su hermano mayor, el PSOE, sigue sin saber qué quiere hacer con España cuando sea mayor, y que, como corresponde, se ha puesto de perfil mirando hacia otro lado. Con un Ciudadanos mermado, porque Albert Rivera quiere jugar la carta nacional y ha decidido no encabezar las listas para las catalanas, lo que resta posibilidades al partido. Y con un Podemos que, vampirizado por el secesionismo, parece encantado de viajar en el tren que conduce la burguesía independentista barcelonesa. Hasta ahí ha llegado la izquierda comunista antaño baluarte del internacionalismo proletario.

De “explosiva” califican la situación en Cataluña

La situación en Cataluña no puede ser calificada más que de explosiva, mientras en Madrid el Gobierno de España sigue tocando la lira. Mariano Rajoy ha estado estos días muy ocupado con los cambios en el PP y el Gobierno. Esta semana nos hemos enterado por fin de la razón de tanto desvelo: promocionar a un joven que apunta maneras, un tal Javier Arenas, y cepillarse al chico de los recados, quitarse de en medio al probe Floriano, que es el que ha pagado el pato de tanto desastre. Quienes en Cataluña siguen pensando que hay un futuro para la Comunidad dentro de España, piensan ahora mismo que sólo un adelanto de las generales al 27-S para hacerlas coincidir con las catalanas podría reventar los planes de un rey Arturo, un tipo que cabalga a lomos de un tigre enloquecido cuya deriva hace tiempo ya no controla. Pero Mariano no hará nada, porque hacer algo sería muy cansado. Tomar decisiones es una lata. ¿Y qué dirá el otro rey, el rey Felipe VI, de lo que se nos viene encima? Probablemente lo mismo que Mariano: que él es el mejor garante de la unidad de España, y que mientras él esté en el puente de mando con el timón bien sujeto, no hay razón para el espanto. Niente paura! Y es entonces cuando, estrepitosa, suena la alarma ordenando a la tripulación el abandono del buque.

Mientras tanto, la monja Forcades dice que echa de menos la paz del convento, que en la calle hay mucho ruido, y sobre todo que añora los cinco rezos diarios que impone la Regla de San Benito (ya saben: maitines, laudes, prima, tercia, y por ahí), basada en el ora et labora como principio fundacional. Entre soflama y soflama anticapitalista, y naturalmente independentista, la sor piensa volver al monasterio para hacer un receso y rezar. Es el dilema de Teresa Forcades, una monja entre el comunismo y la comunidad. “Mi preocupación hoy es cómo lo haré para mantener los momentos de plegaria, los más fecundos. Lo recomiendo a todo el mundo, cinco ratos al día de parada para decir, ¿por qué estoy aquí?”. Pues en tu caso está claro, sor Teresa: para llevar a la descarriada grey nacionalista por el camino de la independencia y el comunismo. Así está hoy Cataluña.

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