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Análisis

Del Bosque hace cuenta nueva en la selección, pero pasa por alto borrones como el de Jordi Alba

El abismo de la selección española en Brasil no sólo fue futbolístico. Malo fue ser el primer equipo en hacer las maletas para volver a casa, más aún siendo el vigente campeón, pero peor fue la forma de la despedida. Recordemos.

El ambiente en Curitiba, dicen las crónicas de la época, nunca fue bueno. El lugar elegido para concentrarse no fue el mejor y los jugadores parecieron siempre desubicados. Los clanes, que existían de antes, se acuciaron con la derrota y el buen rollo, tan cacareado en la victoria, desapareció. Es una constante (y un error en el que los periodistas tenemos mucho que ver) agrupar el éxito con una serie de valores personales que no necesariamente acompañan a la victoria. La selección de fútbol, cuando ganaba, era un ejemplo no solo deportivo, que esto es lógico, sino también humano.

Además de la victoria, que embellece a cualquiera, la selección contaba para su buena imagen con Vicente del Bosque. El seleccionador, portavoz natural, ha demostrado durante su carrera una caballerosidad y personalidad que sí le hace valedor del calificativo de ejemplo humano. Del entrenador pasamos al equipo, cogimos el todo por la parte, y, ahí sí, es probable que nos equivocásemos.

Jordi Alba, lateral izquierdo de la selección, amenazó a un periodista tras salir del último encuentro y luego, en el aeropuerto, reincidió en su actitud para demostrar así que no era un calentón sino una actitud ante la vida. El que es marrullero y malencarado no necesita de mucho para sacar esa faceta de si mismo. No era la primera vez, ni será la última, que Alba destacaba por su actitud negativa.

Sigue en el equipo y es posible que futbolísticamente lo merezca, pero en el pasado nos dijeron que no solo con las piernas se jugaba al fútbol. La importancia de la actitud, de hacer equipo y demás, no parece importar en su caso. Es posible que incluso se haya olvidado. Nadie le pidió explicaciones a él y tampoco se requirió al seleccionador para que comentase un caso que, en teoría, atacaba frontalmente los valores de la selección española.

Se vuelve al trabajo y es como si nada hubiese pasado. Se ha remozado el plantel, hay mucha cara nueva que no estuvo en Brasil, pero todos vimos lo que ocurrió. La plantilla parece asumir que lo futbolístico falló y mejorará con esfuerzo y trabajo. Sin embargo, nadie habla de la actitud, del grupo y la educación, cuestiones sin las que será imposible retornar a los días de vino y rosa y que no se solucionarán si no se afrontan.

Públicamente al menos no se ha hecho, y como las afrentas fueron públicas también deberían serlo las soluciones. Del Bosque, que siempre tuvo muy en cuenta estas cosas, debería dejar clara la línea. Alba (y algún otro señalado en aquella trifulca) debería pedir perdón y mostrar propósito de enmienda. Sin eso, el nuevo proyecto empieza viciado.

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