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Análisis

¿Le cabe una desgracia más a este país?

Felipe VI junto a Miguel Ángel Revilla.

Revilla el anchoilla, ya saben, Miguel Ángel Revilla, ha vuelto a Madrid revestido o repuesto de su perdida condición de presidente de Cantabria y se ha ido directo a ver al rey nuestro señor en taxi, cosas de la tradición, y eso porque desde Moncloa no hay metro a la Zarzuela, que en tal caso el buen hombre no hubiera dudado en imitar a la Carmena, pero sí, se ha presentado en el secarral de El Pardo con la anchoa y el queso bajo la sobaquera. Y a la salida de palacio ha tenido el gesto de contarnos cómo fue el encuentro que días atrás mantuvo el Monarca con Artur Mas. Es lo que tiene oficiar de tertuliano en las mañanas de La Sexta, que uno sale capacitado para todo, incluso para interpretar el pensamiento del rey, que la tele es como un master, te pasas por los platós un par de mañanas, sueltas lo que se te ocurra y sales doctorado. Total que el andoba ha dicho que lo de Arturo está muy mal: “Puesto que con este señor Mas no hay arreglo posible, vamos derechos al precipicio. Eso sí que me lo ha dejado claro”.

El que nos empuja al precipicio afrontó ayer la última sesión de control a su gestión como presidente de la Generalitat como quien se da un paseo Vía Laietana abajo camino de la Barceloneta para meterse un buen arroz entre pecho y espalda, porque el hombre ha hecho equipo con la oposición, con el primer partido de la oposición, ha formado bloque de hormigón armado, de modo que lo del control lo tiene chupado, primera manifestación de esa profunda anomalía democrática que hoy es Cataluña. Lo que queda de oposición en el parlament le dijo de todo y por su orden, pero don Arturo se pasa las críticas de PPC, Ciudadanos, ICV y PSC por el arco de sus caprichos. Una simple escaramuza lo de ayer para el caballero de la tabla redonda catalana, que no concibe enemigo de menor enjundia que España.

Mas ha hecho equipo con el primer partido de la oposición,  ha formado bloque de hormigón armado, de modo que lo del control lo tiene chupado

De modo que Felipe VI, según Revilluca, ya sabe que el nacionalismo catalán nos lleva al precipicio, y que el abismo está muy cerca, cuestión de unos meses. Y ¿qué piensa Mariano al respecto…? A lo mejor nos enteramos cuando el de la anchoa vaya a verle a Moncloa como ha prometido, aunque hay que reconocer que interpretar el pensamiento de un Rajoy Brey es mucho más complicado que hacerlo con un Borbón y Borbón. Y bien, ¿Artículo 155 de la Constitución? Solo de pensarlo a Mariano le entra la tiritona, por Dios, vade retro, nunca jamás, habrá que esperar a ver qué pasa el 27-S más 1, y luego a ver qué pasa después del 27-S más uno y otro más, y así sucesivamente hasta que las urnas dicten en noviembre su veredicto, que Arturito piensa contendrá la fórmula de un Gobierno de coalición muy probablemente entre Pedrito y Pablete, en todo caso un Gobierno mucho más débil y por ende proclive a cualquier tipo de fórmula capaz de desgarrar de una vez por todas eso que hemos venido llamando España desde que íbamos a la escuela del pueblo.

El pulso de la España desnortada

Aquella España pobre dibujada en un mapa de plástico que colgaba de una humilde pared encalada de escuela de pueblo, ¿con qué vasallos cuenta para seguir siendo lo que ha llegado a ser? No pidamos ya leyes y vericuetos jurídicos; reclamemos hombres en su plena dimensión, dispuestos a salvaguardar la paz y la prosperidad de una nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley, valores hoy seriamente amenazados por los aventadores de tormentas. No hay lugar, empero, para el engaño. El pulso de la España dispuesta a defenderse es casi indetectable. Es la España desnortada, la España jaula de grillos, la patética España de la que ha desaparecido cualquier rastro de ideología liberal, víctima de ese “paradigma socialista, a veces socialdemócrata, tendencialmente comunista” del que ayer escribía Jiménez Losantos en El Mundo. La España atrozmente estatista, ramplonamente igualitaria, dispuesta a entronizar la “renta universal básica” como modelo de vida. La España en la que nadie piensa en cómo crear riqueza y empleo, sino en cómo repartir la miseria.

“Quiero recordar a los hijos e hijas de quienes fueron fusilados, soportaron la represión y la discriminación de una dictadura y supieron defender sus ideas en una democracia que aún hoy a muchos les niega los restos de sus familiares; a quienes en defensa de su identidad y su cultura quisieron educar a sus hijos en ikastolas sin ningún reconocimiento oficial y con enormes dificultades económicas; y a los miles de trabajadores que pelearon con todas sus fuerzas y hasta con el salario de sus familias un edificio de derechos laborales que hoy está siendo derrumbado bajo el pretexto de una crisis” (del discurso de Uxue Barkos en su toma de posesión como nueva presidenta de Navarra). Ni el Zapatero de sus mejores tiempos, el ZP de la España “concepto discutido y discutible”, lo hubiera mejorado.                 

“Nosotros no podemos cumplir el déficit. Lo pinten como lo pinten. A no ser que planteen cosas que no vamos a aceptar”. La frase, rotunda, cargada con la violencia implícita de ese izquierdismo de nuevo cuño que se sabe por encima de las leyes de un país feble, pertenece a la vicepresidenta y portavoz del Gobierno valenciano, Mónica Oltra, otra que se pasa la legalidad por el arco del triunfo. “Y si Montoro pide más recortes a la Comunidad, que mande la lista de los nombres de niños que hay que sacar de los colegios o que diga a qué paciente sacamos de los hospitales”. Leña al mono, que es de goma. Porque la autonomía en la que la señora Oltra ha emergido cual estrella rutilante “tiene que hacer políticas sociales, pagar ayudas a la dependencia y realizar políticas culturales”.

La fiebre de las “políticas sociales”

En España se ha desatado una auténtica carrera por hacer “políticas sociales”. Cualquier líder de medio pelo quiere hacer “políticas sociales” con cargo al presupuesto, claro está, con cargo a los impuestos que pagan los ciudadanos. Todos hablan alegremente de dar, subvencionar, repartir; nadie de generar, crear, invertir. Pedro Sánchez también está en eso de las “políticas sociales”. El candidato del PSOE ha anunciado un “ingreso mínimo vital” para las familias en riesgo de exclusión y pobreza, una propuesta que costará a las arcas públicas, si llega a Moncloa, sus buenos 6.000 millones anuales. Tan preocupado por seguir la estela de Podemos, para Sánchez “salvar a las personas y a los niños es tan importante o más que salvar a las entidades financieras”. Su objetivo “como presidente del Gobierno” será “acabar con la pobreza en España en cuatro años”, porque ahora hay mucha pobreza en España, -dice la izquierda podemita y repica cual loro parlante el PSOE- muchos niños desnutridos por la calle, mucha miseria, mucho caos…

Nunca como ahora pareció España tan descoyuntada, tan desvertebrada, tan enfebrecida, tan desarmada

Y ¿qué hemos hecho nosotros para merecer esto? Si hace tan solo 10 años a cualquier español con la cabeza mínimamente amueblada le hubieran descrito el panorama de escombrera moral, desolación en ideas y valores, inflación de demagogia y estulticia rampante que hoy sufre España, ese español hubiera rechazado de plano el cuadro por irreal y/o enloquecido. Pero así están las cosas. La lista de esperpentos varios –con Carmenas, Errejones, Kichis y un largo etcétera- que a diario acontecen en la rúa podría alargarse hoy hasta el infinito. Nunca como ahora, o a mí me lo parece, pareció España tan descoyuntada, tan desvertebrada, tan enfebrecida, tan desarmada. ¿Será cuestión de este espantoso ferragosto que estamos soportando? ¿Será todo cosa de la caló…? Me wasapea un buen amigo a quien comento mis cuitas: “No es la caló, Jesús. Es nuestra natural y trágica querencia a exceder cualquier límite y a transgredir todas las normas sin propósito alguno. Somos la versión trágica de la cómica Italia”.

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