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Análisis

De cómo un 'sorayo' distinguido quedó al pairo por no adelgazar la plantilla

Llegó con fama de gran gestor. Y se va, más temprano que tarde, con una gestión desastrosa como legado. Leopoldo González-Echenique (Madrid, 1969) no dejará un gran recuerdo ni demasiados amigos en Radiotelevisión Española (RTVE). El presidente se va a marchar arrinconado por el Ministerio de Hacienda, repudiado por la plantilla, atacado por una parte del PP y abandonado, sobre todo abandonado, por quienes confiaron en él la tarea de salvar la corporación de la quema, entre ellos su gran valedora, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría

Si se confirma la salida de este abogado del estado que llegó al cargo en 2012 como sorayo de primer nivel, estos días se hablará mucho de los 716 millones de euros de pérdidas acumuladas desde 2007 (casi 300 en la etapa de Echenique), de la consiguiente causa de disolución que rozaba la corporación, de la inflexibilidad de Montoro para rescatar al ente, de la progresiva pérdida de audiencia de RTVE, de los numerosos escándalos en los informativos que dirige Julio Somoano, de la creciente reducción en el cobro de tasas a las telecos, de la negativa del Gobierno a acometer un cambio en el fallido modelo de financiación y hasta de cualquier motivo imaginable por la mente más racional y equilibrada. Y quienes profieran estos argumentos estarán en lo cierto, claro. Pero quienes conocen los tejemanejes de los poderosos en RTVE, corporación manoseada hasta la náusea por todos los gobiernos, saben que el asunto es mucho más sencillo.

Aparte de sus errores, Echenique va a marcharse del puesto porque en estos años no se ha atrevido a acometer una enorme reducción de la plantilla, tal y como proponían y pretendían determinados sectores del Ejecutivo y del PP

Aparte de sus múltiples errores, que los tiene, Echenique va a marcharse del puesto porque en estos años no se ha atrevido a acometer una enorme reducción de la plantilla, tal y como proponían y pretendían determinados sectores del Ejecutivo y del PP. En la radiotelevisión pública hay más de 6.000 empleados. Y Montoro y compañía querían reducir esa cifra a toda costa. Porque consideran -quizás con razón o quizás no, el tiempo lo dirá- que solo así, a base de un tijeretazo en condiciones, se arreglaría el ciclópeo agujero en las cuentas de RTVE y esta pasaría, de una vez por todas, a ser sostenible. Por incapacidad en la gestión, por miedo a las movilizaciones de los trabajadores, por convicción ideológica o por lo que pasase por su cabeza, el presidente saliente no quiso dar esa batalla. Ahora, paga por ello y se va apaleado, ninguneado, solo, sin grandes ni pequeños honores. 

Siempre negado por una parte del PP -esa que niega todo lo que ataña a Soraya-, atacado por los sindicatos del ente y censurado por numerosos medios, siempre en la cuerda floja, por fin ha llegado su final, tan esperado, tan anunciado, tan inevitable como la muerte de Santiago Nassar que ideó y fabuló García Márquez. Terminada su agonía, en estos últimos días, donde ha perdido apoyos a la velocidad de la luz porque es sabido que en la derrota palidecen y huyen raudas las amistades, el gestor Echenique habrá pensado, si es que le gusta la poesía, que, como dijo aquel chileno, "Abandonado como los muelles en el alba / es la hora de partir, oh abandonado!". 

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