Quantcast

Análisis

Pedro Sánchez en la caverna platónica

Pedro Sánchez.

No sé si Pedro Sánchez está familiarizado con la obra de Platón con la misma profundidad que Pablo Iglesias lo está con la de Kant, pero dado que en estos días se encuentra sometido a la angustia que siempre comporta tomar decisiones trascendentales de las que dependen no ya su suerte personal, sino también la de millones de otras personas, votantes suyos o españoles en general, una visita a los pensadores clásicos, y entre los clásicos a los que lo son por antonomasia, es decir, los griegos, puede ayudarle a orientar su pensamiento, algo confuso por lo que se está viendo. Esta aproximación a su problema nos lleva indefectiblemente al gran discípulo de Sócrates.

Pedró Sánchez está emparedado entre sus legítimas ansias de ocupar La Moncloa, las severas admoniciones de su némesis andaluza y los enérgicos toques de atención que se presume le deben estar sacudiendo desde Berlín

El pensamiento de Platón no traza una frontera clara entre epistemología y ontología, pero si nos detenemos en su concepto del conocimiento tal como lo expone en el Teeteto y en La República, encontraremos claves que pueden ser muy útiles al atormentado Secretario General del PSOE, emparedado entre sus legítimas ansias de ocupar La Moncloa, las severas admoniciones de su némesis andaluza y los enérgicos toques de atención que se presume le deben estar sacudiendo desde Berlín, Bruselas, el IBEX 35 y París, por este orden. Platón distingue dos niveles de conocimiento, uno más bajo, la llamada doxa, que se puede traducir como “opinión” y otro más alto, la episteme. Ahora bien, dentro de estos dos niveles, hay subniveles. La doxa comprende un estrato inferior, la eijasia y otro superior, la pistis. La primera accede solamente a las “sombras” o a las “imágenes de imágenes”, la segunda a los objetos reales, que no son otra cosa que imágenes de las formas universales que podemos aprehender a través de la episteme. Pues bien, cuando Sánchez juega con la posibilidad de cerrar una alianza con Podemos poniendo en peligro la unidad nacional, el crecimiento económico y los ahorros de todos sus conciudadanos, se mueve en el ámbito de la eijasia, en el que su entendimiento está nublado por su ansia concupiscente de ser Presidente y persigue sombras, engañosos reflejos de las cosas tangibles.

Todo el mundo conoce la hermosa alegoría de la caverna platónica, en la que seres humanos encadenados cara a una pared están condenados a ver únicamente sombras de objetos reales que unos hombres pasean de manera que sobresalgan por encima de un muro situado detrás de los inmovilizados y colocado entre ellos y la entrada de la cueva por la que penetra la luz del sol. Esta es la triste situación de Pedro Sánchez en estos momentos, sujeto por los grilletes de sus pasiones mientras Pablo Iglesias, agachado detrás del muro, hace transitar la poltrona presidencial excitando con su sombra la mirada ávida del apolíneo jefe de Ferraz. Por tanto, se trata de que Sánchez pase primero de la suprema ignorancia de la eijasia a la observación de la realidad propia de la pistis y perciba con claridad la imposibilidad de ir de la mano de gente que simplemente quiere liquidar España, con lo cual él difícilmente podrá ser Presidente porque no se puede presidir lo que ha dejado de existir. Una vez superada esta fase, se encontrará ya en disposición de escuchar el clamor ampliamente mayoritario de la sociedad española en favor de un acuerdo a tres bandas, PP, PSOE y Ciudadanos, para articular un Gobierno de concentración nacional encabezado por alguien que por razones evidentes no sea Rajoy, que goce de prestigio, de solidez moral y de compromiso probado con los valores democráticos y constitucionales y que, ¿por qué no?, podría ser una figura independiente aceptada por los tres.

Quizá ayudaría a Pedro Sánchez apartarse por unas horas de sus jóvenes y fogosos tribunos César Luena y Antonio Hernando

A partir de aquí, Pedro Sánchez habrá alcanzado la condición mental adecuada para subir un peldaño más y entrar en la episteme, zona superior del conocimiento en la que, libre de las limitaciones de las pulsiones puramente materiales, se adentre, sereno y completo, en las fértiles praderas de la verdad.

Platón estaba convencido de que era esencial que los gobernantes fuesen personas que, desprendidas de las ataduras de la caverna, circulasen sin trabas por el exterior luminoso en el que pudieran percibir certeramente la manera correcta de vivir y poder así conducir por la senda del bien y la prosperidad a sus gobernados. Quizá ayudaría a Pedro Sánchez en este contexto apartarse por unas horas de sus jóvenes y fogosos tribunos César Luena y Antonio Hernando para sostener una sosegada conversación con Ángel Gabilondo sobre lo expuesto en esta columna. No olvidemos que los caminos del Señor, y probablemente también los de Platón, son inescrutables.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.