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Análisis

Mariano o Pedro, ¿quién caerá primero?

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Nuestros dos grandes partidos están en guerra. Guerra civil abierta en el PSOE y guerra civil soterrada en el PP. Las dos ruedas que han permitido al régimen del 78 caminar con la Transición a cuestas desde el final del franquismo han llegado hasta aquí muy averiadas, muy enfermas, carcomidas por la corrupción. La crisis de PP y PSOE es la responsable del callejón sin salida en que se encuentra un país sin Gobierno desde hace 10 meses. Es la crisis del Estado de partidos, como ayer relataban aquí en estupendo artículo Javier Benegas y Juan M. Blanco: “Conculcada la separación de poderes, eliminados los controles y contrapesos, neutralizada la selección meritocrática y sometida la prensa, el sistema se desliza hacia un despotismo cada vez menos disimulado”. Al frente de ambos partidos, dos déspotas, dos tapones, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que es necesario remover para que las aguas, las ideas de regeneración, comiencen a fluir en ambas organizaciones y se pueda pensar en una salida democrática a la actual crisis española.  

Dos hombres que, atrincherados en sus fortines, se saben señalados por millones de españoles como los grandes obstáculos que impiden la formación de Gobierno. ¿Quién será el primero en saltar? El asedio a Pedro Sánchez ha alcanzado esta semana categoría de operación de alto porte. La puso en marcha Susana Díaz, quién si no, saliendo en defensa del presidente extremeño Fernández Vara, y a ella se sumaron casi todos los pesos pesados –Madina, Chacón, Valenciano- del partido. El general Rubalcaba ha dejado su discreto retiro dispuesto a dirigir el cerco a Ferraz desde el puesto de mando del grupo Prisa [“Se puede estar o no de acuerdo con lo que dice (Vara), se puede discrepar públicamente con él, faltaría más. Lo que no se puede ni se debe hacer es insultarle, faltarle al respeto, atribuirle oscuras intenciones, incluso desmedidas ambiciones”], como editorialista de El País, el antiguo “cañón Bertha” de Jesús Polanco que en gloria esté. Felipe González, a quien este verano han cazado navegando en lujoso yate de multimillonario, está demasiado desgastado como para encabezar el ejército de Pancho Villa que intenta destronar a Pedro Nono, razón por la cual don Alfredo ha vuelto para comandar el asalto: “He querido denunciar el clima asfixiante que se está creando en el partido, donde el que discrepa es tachado de antisocialista”.

El general Rubalcaba ha dejado su discreto retiro dispuesto a dirigir el cerco a Ferraz desde el puesto de mando del grupo Prisa

Majestuoso lo de Sánchez, un caso digno de estudio científico. Tanto la pérdida de votos en sucesivas elecciones como el creciente aumento de sus opositores dentro de la estructura del PSOE no parecen hacer mella en él, no parecen debilitarle un ápice, antes al contrario, las desgracias apuntalan su posición, aumentan su determinación de soportar las embestidas a cualquier precio. El que resiste gana, o lo que no mata engorda. El cerco se estrecha en espera de que un nuevo traspié en Galicia y en el País Vasco el domingo 25 permita al ejército del mariscal Rubalcaba el asalto definitivo a la fortaleza de Ferraz. Le asedia el viejo apparatchik socialista heredero de Felipe, pero también las juventudes de un partido que aspiran a una especie de refundación capaz de volver a conectarlo con la calle. Pero el bello Pedro aguanta, confiando en el respaldo de esa militancia que le eligió en primarias y con cuya consulta amenaza a los órganos de gobierno del partido. El alcázar no se rinde.

“Soria está literalmente hecho polvo”

No es menos cruenta la guerra civil en el PP, cuyos ecos aplaca el ejercicio del poder, siquiera menguante, del Gobierno en funciones. El partido de la derecha anda metido en una orgía de sangre casi gratuita, obligado a sacrificar a la Rita Barberá de los mil euros a sabiendas que esa muerte no aliviará la situación de un grupo al que se le acumulan las heces tras años de ejercicio desmedido del poder. El PP podría argumentar que ese caso, como casi todos los que están a punto de verse en sede judicial, son asuntos del pasado que la justicia está por fin depurando con el visto bueno del propio partido, por fin, ¿por fin?, escarmentado, pero ese discurso, no exento de lógica, queda arruinado por asuntos tan escandalosos como el nombramiento fallido de José Manuel Soria para el Banco Mundial, trampas para elefantes en las que el partido cae, como si Rajoy, único poder en el PP, hubiera perdido toda capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo, lo aceptable o lo inaceptable, lo que se puede y no se puede hacer en un sistema siquiera nominalmente democrático, operaciones en las que se mete sin ton ni son, porque Soria (“José Manuel está literalmente hecho polvo”, dice un amigo muy cercano, “y le estamos recomendando que se vaya de España por lo menos un año”) no es precisamente un pobre de pedir, lo cual no es óbice para que Mariano se embarre hasta el corvejón porque tiene que pagar favores, abonar facturas, retribuir lealtades, comprar silencios…  

Quienes dentro del propio PP esperaban ver a Luis de Guindos salir esta semana del Congreso con los pies por delante dentro de una caja de pino se llevaron un buen chasco. “Parece que al jidepú de tu amigo le fue ayer bastante bien, ¿no?”, se preguntaba el miércoles uno de los hombres de Soraya en Moncloa. El titular de Economía, que salió vivo, en efecto, de su comparecencia ante la Comisión de Economía (“reconozco mi equivocación política, pero ninguna equivocación técnica”), recibió el miércoles el abrazo del oso de un Mariano que acudió, con buena parte de su Gobierno detrás, a presentar en la Fundación Rafael del Pino el librito que De Guindos ha escrito para Planeta y cuyos ingresos, según la editorial, el ministro ha donado a Cáritas. “Y, ¿qué va a hacer ahora Mariano?”, se preguntaba el sorayo aludido, “porque se ha medido en un charco de cojones”. Algunos parecen no conocer a Mariano a pesar de llevar años tirándole de la levita. Mariano no hace nada. Mariano se limita a mirar hacia otro lado, “y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.

El gallego permite que su guardia de corps macere adecuadamente a sus víctimas, reservándose para él el empujoncito final

Soraya se encarga de activar sus terminales mediáticas contra sus enemigos en el Gobierno y en el partido, mientras Mariano deja hacer. Él jamás embiste de frente: “No le des nunca una puñalada a alguien que te la pueda devolver, porque hasta el ser aparentemente más débil te puede contestar mañana, de modo que si decides enfrentarte a él, que sea para dejarlo bien muerto…” De manera que el gallego permite que su guardia de corps macere adecuadamente a sus víctimas, reservándose para él el empujoncito final. Son los cadáveres de Mariano jalonando las cunetas del PP. “Vamos de cabeza a terceras elecciones”, aseguraba ayer mismo un hombre de peso en Moncloa, ”y por una razón muy simple: porque, a pesar de los riesgos, es la única posibilidad que Sánchez tiene de seguir vivo”. Sánchez, deslumbrante paradoja, no solo necesita esas elecciones: necesita también que Rajoy siga al frente del PP, necesita como el comer que Rajoy continúe, porque Rajoy es el espejo que le devuelve agrandado el argumento de odio que le sostiene al frente del aparato socialista. “Sin demonio no habría escala para subir al cielo”.

El Ibex da a Susana por imposible

En los poderes económicos se sigue insistiendo sotto voce en que no habrá terceras generales (“para España sería un ridículo espantoso”), predicción que es más wishful thinking que otra cosa, dada la ausencia de cualquier dato fiable que confirme esa predicción. Tras no pocas idas y venidas entre Madrid y Sevilla a bordo del avión privado de Telefónica, en el Ibex consideran a Susana un caso perdido. Lo mismo piensa Pedro Nono, para quien el estallido del caso de los EREs andaluces, con Griñán y Chaves en la picota, que atribuye a presiones de Moncloa sobre la Fiscalía para tapar el caso Rita, es una demostración palpable de que el propio Rajoy ha dejado ya de considerar a la lideresa andaluza como una eventual aliada en las labores de acoso y derribo del socialista. El escándalo de los EREs deteriora la posición de Susana, desde luego, pero sobre todo arruina el argumentario de Pedro según el cual el PSOE no puede facilitar, siquiera por omisión, el Gobierno a un partido corrupto. Aquí hay corrupción para dar y tomar, a diestra y siniestra, con la peculiaridad de que la aparición de nuevos casos en ambas orillas no propicia un acto de contrición colectiva capaz de culminar en un gran acuerdo destinado a acabar con el nauseabundo “y tú, más”. Al contrario, la corrupción nuestra de cada día coadyuva con sus dosis de veneno al encastillamiento de las posiciones respectivas.  

Rajoy y Sánchez, los dos tapones de la botella española, parecen más firmes que nunca, dispuestos a resistir en su covacha aunque se hunda el mundo. La estulticia del uno sostiene la desvergüenza del otro. Contra toda lógica, Sánchez se cuida mucho de pedir la retirada del gallego (como el viernes insinuaba Margarita Robles) y la nominación de otro candidato a la presidencia del Gobierno por parte del PP, porque esa retirada supondría su paralela sentencia de muerte. Lo que sí hace es ramonear en torno a Podemos, amagar y no dar, contribuyendo así a engordar las alforjas del voto del miedo del que se nutre la derecha. Así de enferma está la política española, así de podridos nuestros grandes partidos. “La UE está en una situación crítica” aseguraba el viernes Angela Merkel en Bratislava. No está mejor esta pobre España víctima de los intereses bastardos de dos señores que se niegan a asumir sus vergüenzas y apartarse para dejar libre el camino del futuro. Están más que identificados, de modo que tal vez haya llegado la hora de que los españoles se planten si ambos insisten en llevarnos de nuevo a las urnas en diciembre. Fue Nietzsche quien dijo que “permitir que el pasado ocupe el presente y bloquee el futuro es una forma segura de llevarse mal con uno mismo”. Con uno mismo y con los demás. No deberíamos permitirlo.             

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