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Análisis

Pues no, parece que no está todo perdido para Rajoy

Llegaron adelantados los Reyes Magos del petróleo, del petróleo barato, y en plena meseta estalló la fiesta. Era fin de curso, fin del tercer año de una legislatura convertida para Mariano Rajoy en pesadilla, y de repente las cosas empezaron a tomar otro rumbo, otro color menos terroso, menos bronco, menos apocalíptico que el que durante el trienio ha sembrado la crisis de caballo y el paro, y Bárcenas y la Gürtel, las dimisiones, los escándalos y hasta el niño cantor en que se ha convertido el Nicolasín de los cojones, epítome del carajal en que vive un país en el que todo parece salido de madre. Don Mariano sabía de las buenas noticias y por eso se fue a presumir en Veracruz, cumbre Iberoamericana, y de vuelta en Madrid acudió el jueves al aquelarre empresarial organizado por el Consejo Empresarial de la Competitividad que preside Alierta, el gran animador del momento, y soltó esa majestuosa frase de que “la crisis es historia del pasado”, algo muy entrado en razón, que ya sabemos que hay gente empeñada en hacer historia del presente y, ainda mais que diría el gallego, incluso historia del futuro.

“Hay un llamativo boom por delante para 2015 y eso no lo para ni Dios, y mucho menos Pablo Iglesias, en el supuesto de que el líder de Podemos sea Dios o se le asemeje”, asegura con sorna un economista madrileño cercano al Partido Popular. Un tirón que con el precio del petróleo estabilizado entre los 60/70 dólares barril podría llevar el PIB hasta el 3%, y que incluso con el precio medio del año en curso lo situaría en el 2,5%, muy por encima del 2% estimado por el propio Gobierno y a gran distancia de ese más modesto 1,7% en que, semanas atrás, llegó a situarlo el parón de las grandes economías europeas. Un think tank tan poco complaciente con el Gobierno del PP como Funcas acaba de elevar sus previsiones al 2,4% para el conjunto del año. “Es que con un poco de ayuda de las economías de la UE, que en 2015 podrían crecer un 1,5% de media, el paro español podría situarse por debajo del 20% a finales de año próximo”.

El discurso catastrofista imperante olvida que los Gobiernos no crean riqueza ni empleo y son las sociedades las que deciden regresar al consumo

Como era de prever, los perros del rencor social acumulado a lo largo de casi 7 años de brutal crisis han salido raudos mostrando sus colmillos, dispuestos a devorar a quien ose “comprarle” al Gobierno la tesis de la salida de la crisis. Prohibido el optimismo. Fue la primera pregunta que le echaron en cara a la vice Soraya en la rueda de prensa de los viernes: “Teniendo en cuenta que más del 80% de los españoles dice que la situación económica es mala o muy mala, ¿Cree usted que van a entender que Rajoy diga que la crisis ya es historia…?” Pregunta de progre en nómina, a tono con el discurso catastrofista imperante que olvida que los Gobiernos no crean riqueza ni empleo, porque son las sociedades las que, tras años de dolorosa purga, deciden regresar al consumo dinamizando la actividad, y ello porque aprecian indicios de estabilidad, creen que lo más duro del ajuste ya está hecho y confían en que, tras haber conservado su empleo, ya no lo van a perder. Los Gobiernos pueden empeorar las cosas, y a menudo lo hacen a conciencia, caso del presidido por el infausto Zapatero quien, tras empeñarse en negar la crisis, no sólo no adoptó las medidas cautelares que hubieran podido amortiguar el descalabro, sino que siguió gastando con largueza, convencido como estaba de que el dinero público lo arreglaba todo. 

Los Gobiernos, los buenos Gobiernos, pueden y deben preparar la pista de despegue para que la recuperación se produzca mediante políticas tendentes a reducir trabas burocráticas, a rebajar la presión fiscal y a incentivar la competencia. Tampoco este Gobierno puede presumir de haber acabado con la crisis. Es más, de haber hecho el trabajo que a un Gobierno liberal se le supone, la salida del atolladero se hubiera producido mucho antes y a un ritmo de crecimiento superior al actual. A cambio, claro está, de un verdadero ajuste nada más llegar al Poder, un ajuste de caballo en el primer semestre de 2012, con un auténtico recorte del gasto que no se ha hecho, y de ahí el constante aumento de la deuda pública y las dificultades para cumplir con el objetivo de déficit. Lo ha dicho también esta semana la UE: la economía española consolida su crecimiento pero sigue siendo vulnerable. Muy vulnerable incluso: la deuda neta de las Administraciones públicas ha crecido un brutal 40% desde diciembre de 2011, porque no se ha metido de verdad la tijera en el gasto público con una auténtica reforma del gasto estructural. El ratio Deuda Pública/PIB rondará el 100% este año para alcanzar el máximo previsto (103%) en 2016. Frenar esa deriva suicida exigirá incrementos del PIB nominal del 2% hasta 2020 y la generación de un superávit primario del 4% del PIB.

Alierta: “El Gobierno debe cambiar de mensaje”

Por encima de la fría realidad de las cifras, el 2,4% que pronostica Funcas, y no digamos ya el eventual 3%, tiene una importancia capital en la creación de empleo y por ende en el bienestar ciudadano, hoy todavía lejos de los beneficios de la recuperación (el caso más escandaloso es el de los precios del crudo, cuya caída parece ir directamente a engrosar las cuentas de resultados de las petroleras, que no el bolsillo de los ciudadanos vía precios). “La demanda interna muestra otra cara, porque tanto el consumo como la inversión se están recuperando, y otro tanto cabe decir de la balanza comercial, por no hablar del petróleo, que ayuda mucho. Es verdad, hay más confianza, y eso lo vemos bien aquí, de modo que esperamos un 2015 con crecimiento por encima del 2%”, asegura César Alierta. “¿Qué es lo que considero urgente? Que el Gobierno cambie de mensaje y sea más flexible con los costes salariales. El Ejecutivo tiene que olvidarse un poco de tanta ortodoxia y enviar un mensaje a los más desfavorecidos de que las rentas salariales van a subir, para que la gente participe del crecimiento y se empiece a notar en la calle que hemos superado la crisis”.

La clave del futuro va a estar en las sorpresas que la situación política pueda deparar a lo largo del próximo año

Una opinión que matiza Luis de Guindos: “Sabemos que la economía española es muy sensible a los costes, y por eso sigue siendo importante la moderación salarial. Dicho lo cual, el 15 pinta bien, porque a lo dicho sobre consumo e inversión hay que añadir la contribución del tipo de cambio, el ajuste inmobiliario que se ha hecho, el crédito que vuelve, etc., sin olvidar que la caída del precio del crudo le mete al Presupuesto un chute de 10.000 millones. De cara a 2015, las incertidumbres van a ser políticas, de orden político, sin ningún género de dudas”. En efecto, la clave del futuro va a estar en las sorpresas que la situación política pueda deparar a lo largo del próximo año. En los días más duros de la crisis se dijo aquí que la economía recuperaría un día su pulso incluso a pesar de los errores del Gobierno, y que lo preocupante de verdad era la incapacidad demostrada por los grandes partidos para abordar una crisis política que estaba en el origen de todas las demás, crisis de agotamiento del sistema de la Transición. También se ha repetido aquí que si la superación de esa crisis política no se abordaba, con todas sus dificultades, desde dentro del sistema, alguien vendría de fuera dispuesto a completar la tarea con fórmulas que podrían resultar más caras y, sobre todo, más dolorosas. Ya sabemos quién se postula para hacer realidad tamaña “revolución”. Podemos es hoy un partido tan necesario –alguien ha dicho que si no existiera habría que inventarlo- para agitar las aguas podridas del sistema, como peligroso para las libertades y desde luego para el nivel de vida de los españoles. Esa es la fastuosa contradicción en la que ahora navegamos.

No es cuestión de meter el miedo en el cuerpo a nadie. Se trata de que las dificultades –cabría hablar incluso de imposibilidad, a tenor de lo que hoy auguran las encuestas- que se adivinan para formar un Gobierno estable después de las próximas generales –que cada día parece más claro se aplazarán a 2016-, un Gobierno comprometido con la ortodoxia fiscal y con las reformas estructurales, podría tener su reflejo inmediato en la confianza de los mercados, las empresas y las familias, lastrando el crecimiento a tasas inferiores a las previstas, hasta el punto de que hay quien reduce el supradicho crecimiento del PIB del 2.5% previsto para 2015 al 1,5% en un escenario de inestabilidad. La variable fundamental, pues, sigue siendo la confianza. Confianza en un horizonte político presidido por un Gobierno capaz de mantener las líneas maestras de la política económica y acometer las reformas pendientes que el Ejecutivo Rajoy no ha abordado o ha dejado a medio hacer.

PSOE: Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio

Al margen de encuestas más o menos “cocinadas”, Podemos sigue engordando sus redes con votos procedentes de los caladeros del PSOE, sobre todo, y en menor medida del propio PP. El primer gran envite que ambos partidos deberán superar tiene fecha fija en las municipales y autonómicas de mayo. Un descalabro como el que muchos auguran tanto de PP como de PSOE podría tener graves consecuencias internas para ambas formaciones y no digamos ya para la estabilidad de sus respectivos líderes. Está por ver qué podría ocurrir en el PP en caso de perder su tradicional bastión de Madrid, un record imposible de imaginar hace pocos años pero que el talento de Botellas Gallardones está a punto de hacer realidad. Una catástrofe electoral del PSOE, sin embargo, podría resultar insuperable para el frágil liderazgo de un Pedro Sánchez amenazado por la alargada sombra de Susana Díaz.

Para mucha gente del establishment patrio, el problema ahora mismo no es tanto Podemos como el propio PSOE, un PSOE en caída libre cuyas bases están hoy mucho más radicalizadas –contaminadas de populismo- que su núcleo dirigente, lo que, además de explicar muchas de las “ocurrencias” verbales de Sánchez, podría llevarle a radicalizar en extremo su programa hasta hacer imposible una vuelta atrás en caso de victoria en las generales. La tarea de un PSOE sobre el que se yergue el fantasma del Pasok griego, se antoja ciclópea. Ni acercándose al PP en el horizonte de un eventual apoyo a un Gobierno Rajoy en minoría, ni pactando con Pablo Iglesias para poder llegar en coalición a la Moncloa. Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Ahí están, mucho más que en Podemos, los riesgos e incertidumbres que a nivel político dibuja el próximo 2015, peligros de cuya confirmación o no depende el crecimiento previsto tras la salida de una crisis que es “historia del pasado”, en opinión del venerable Mariano.

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