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Análisis

La progresiva pérdida de la españolidad en el sector alimentario

El tomate Orlando, las galletas Fontaneda, el aceite Carbonell, los chorizos Palacios... son marcas que la población española asimila como propias, que ha consumido generación tras generación. Pero en realidad sus propietarios son multinacionales o gigantescas sociedades de capital riesgo. Desde los años noventa el sector alimentario del país asiste a una progresiva pérdida de españolidad que ahora podría verse impulsada por los cambios generacionales que viven los últimos grupos familiares de la industria española y la avidez que muestran fondos y compañías en un contexto mundial de clara consolidación.

La última marca asociada al mercado español en caer en manos extranjeras es Panrico. El grupo mexicano Bimbo ha alcanzado un principio de acuerdo para tomar el control de la empresa. En realidad Panrico estaba ya controlada por un fondo extranjero, el grupo Oaktree, que se hizo cargo de la empresa cuando esta parecía prácticamente desahuciada, después de que el fondo de inversión Apax la dejara en manos de la banca acreedora. Apax compró Panrico a la familia Costafreda en 2005 en una operación valorada en 900 millones.

Los fondos de inversión conocen los cambios generacionales que viven grupos como Pascual, García Carrión, o Gullón

Dos de las mayores sociedades de capital riesgo del mundo son propietarias en España de otras dos marcas bien conocidas por el consumidor español. Este año el grupo Carlyle, con activos bajo gestión valorados en 203.000 millones de dólares, adquirió Palacios Alimentación, fabricante de los conocidos chorizos Palacios, que no pueden faltar en un plato de lentejas que se precie. La firma CVC, propietaria en España del mayor grupo de hospitales privados, IDC, dueño de la Fórmula 1, ha completado este año la adquisición del control mayoritario de Deoleo, líder mundial en la comercialización de aceite de oliva, con marcas como Carbonell o Koipe.

Los espárragos de La Carretilla, y el resto de conservas y platos precocinados elaborados por el grupo Industrias Alimentarias de Navarra (IAN), es propiedad desde marzo de la sociedad de capital riesgo española Portobello, que acordó su compra con el grupo Viscofan. La firma de inversión negocia la venta de sus participadas, entre las que también se encuentra Anguilas Aguinaga, al fondo estadounidense HarbourVest.

Las familias Garay y Ballvé fundaron a mediados de los años cuarenta del pasado siglo el grupo Campofrío. La familia Ballvé recuperó el 100% de la empresa al adquirir el 50% que en los años setenta había comprado el grupo estadounidense Beatrice Foods. En 2004 la multinacional estadounidense Smithfield Foods se convirtió en uno de los principales accionistas de la empresa española. En la actualidad el propietario de Campofrío es el grupo mexicano Sigma, que recientemente ha adquirido la participación de la empresa china Shuanghui (que en 2013 había comprado Smithfield).

Eslóganes como Qué buenas son, las galletas Fontaneda; Del Caserío, me fío; o Cuate, aquí hay tomate (Orlando) popularizaron aún más otros artículos de alimentación entre la población. Sin embargo, tampoco estos son propiedad de grupos españoles. Las galletas Fontaneda dejaron de pertenecer a la familia Fontaneda en 1996, cuando la adquirió la multinacional Nabisco; en la actualidad la marca está controlada por el grupo Mondélez. Los quesitos de El Caserío fueron comprados por Kraft en 1992, y ahora es también Mondélez quien es su propietario. Orlando fue creada en San Sebastián en el año 1922 como empresa de conservas de pescado; en 1968 comenzó a fabricar el tomate frito Orlando, y veinte años después la multinacional Heinz se hizo con la empresa. En la actualidad forma parte del grupo The Kraft Heinz Company, tras la megaoperación anunciada el pasado mes de marzo de la compra de Kraft por parte de Heinz.

Pascual, Gullón, García Carrión...

Grupos familiares controlan todavía grandes empresas de alimentación española, pero los cambios generacionales y la capacidad de compra de fondos y multinacionales plantean la duda de si estas se mantendrán en manos de sociedades españolas.

Pascual, Gullón, El Pozo, o García Carrión son algunas de esas empresas reconocidas controladas todavía por sus fundadores o sus descendientes. Todas ellas viven cambios generacionales bien conocidos por fondos de inversión que en un momento dado aparecerán como alternativa.

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