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Análisis

Rajoy da moral y oxígeno a los suyos

Cuando en el minuto seis de su intervención Rajoy dijo "voy a referirme, como ustedes saben, al llamado 'caso Bárcenas', que implica a un extesorero y exgerente del PP", un rumor recorrió el plenario y no sólo procedente de los escaños de la oposición. El jefe del Ejecutivo asumía de este modo los motivos que le han llevado al Parlamento un 1 de agosto, sin buscar subterfugios ni escudarse en la situación económica, tal y como desde sus aledaños transmitieron en los últimos días en una clara maniobra de despiste.

Lo cierto es que ha sido Vozpópuli de los pocos, por no decir el único medio, que señaló que Rajoy asumiría el error de haber puesto su confianza en un señor que ha demostrado ser una bomba de relojería y que, en estos momentos debe estar pensando cómo devolver el golpe después de haber seguido durante diez minutos el discurso parlamentario de la persona a la que convenció de su honestidad.

El presidente del Gobierno construyó un buen discurso, insuficiente en todo caso para los que querían que asumiera como verdades todas las acusaciones, pero al que ha dado credibilidad su sincero mea culpa. Faltó, eso sí, una petición de perdón directa a los ciudadanos y también aclarar por qué dos días después de descubrirse lo de las cuentas en Suiza cometió la imprudencia de mandar un mensaje de apoyo al titular de las mismas. Si todo responde a la buena fe de alguien que siempre pone por delante la presunción de inocencia, cabe preocuparse por la credulidad del inquilino de la Moncloa.

Falta saber si Rajoy ha convencido a los que no lo estaban ya o sólo ha servido para animar a unas huestes de capa caída que carecían de argumentos con los que enfrentarse a una de las peores crisis del partido, que tampoco es poca cosa. Quizá si la sesión que hemos vivido hoy se hubiera producido un poco antes, su capacidad de convencimiento podría haber sido mucho mayor.

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