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Análisis

Es muy fácil pillar a 19 mentirosos

Un hombre lleva banderas de Grecia y la UE.

"Es voluble la lengua de los hombres, y de ella salen razones de todas clases; hállanse muchas palabras acá y allá, y cual hablares, tal oirás la respuesta. Mas ¿qué necesidad tenemos de altercar, disputando e injuriándonos, como mujeres irritadas, las cuales, movidas por el roedor encono, salen a la calle y se zahieren diciendo muchas cosas, verdaderas unas y falsas otras, que la cólera les dicta? "

Eso dice Homero en la Ilíada y tal parece que esté reflejando el conflicto actual entre Grecia y la Troika, que, por otra parte era mucho más fácil de prever que de resolver, porque es consecuencia de todos los defectos que arrastra el euro desde su nacimiento y que, con el tiempo, lejos de resolverse se han agravado.

El euro es un invento que desafió todas las leyes básicas de la macroeconomía. De la misma manera que es imposible arrancar una moto cuando una rueda está frenada y absurdo imaginar un viaje en ella con las dos ruedas girando en sentido inverso una de otra, es también inimaginable conseguir un correcto equilibrio económico en un país cuyas políticas monetarias y fiscales vayan en dirección opuesta. En castellano castizo: "No se puede sorber y soplar a la vez".

Con el euro se pensó que que los problemas se irían resolviendo sobre la marcha, olvidando que Europa ha sido incapaz de hacer nada sobre la marcha

Pues bien, en el parto del euro se pensó que eso era posible y que, en todo caso, los problemas se irían resolviendo sobre la marcha, olvidando que, desde el tratado de Roma de 1957, Europa ha sido absolutamente incapaz de hacer absolutamente nada sobre la marcha. Se pensó, perdón, se dijo mientras todos pensaban lo contrario, que el euro era un paso, de gigante, pero sólo un paso, hacia la real unidad europea, porque su existencia obligaría a armonizar de tal forma las políticas económicas de los países que acabaría, casi sin darnos cuenta, cimentando una auténtica unidad, unos Estados Unidos de Europa.

Pero, en realidad, todos pensaban lo contrario, porque no hay gobernante que renuncie a la facultad de gastar, que es el valor añadido a la cualidad de político. Un político que no tenga acceso al gasto es un mindundi, no pinta absolutamente nada y, lamentablemente, ninguno de los actuales tiene la altura de miras suficiente como para renunciar a su poder en aras de la unidad europea, NINGUNO la quiere porque reduciría (trágicamente para ellos y venturosamente para nosotros) la nómina de vividores a cuenta del Gasto Público.

Así, partiendo de una inmensa mentira inicial, nació el euro entre alharacas, fanfarrias, triunfalismo y fotos, muchas fotos.

A la mentira que supuso la reserva mental de las verdaderas intenciones de los políticos respecto a la unidad europea, se añadió otra, más grave e igualmente silenciada: dijeron que el euro nacía para facilitar el comercio, para evitar cambios de monedas, sobre todo en el comercio intracomunitario, pero eso, de verdad, era secundario, lo importante era que el euro permitía, por primera vez, a todos los países europeos, el acceso a los mercados internacionales emitiendo y colocando deuda soberana nominada en moneda nacional, lo que nunca habían podido hacer de manera significativa ni siquiera los más ricos de los países comunitarios. Eso era de verdad lo importante. Se exigió, para entrar, austeridad y equilibrio presupuestario y, una vez dentro, se encontraron los políticos el juguete soñado: la posibilidad de gastar sin subir impuestos, con lo que ese equilibrio presupuestario inicial, dudoso en casi todos los países y clamorosamente falso en el caso de Grecia, duró el tiempo justo de lanzar las primeras emisiones de Deuda a los mercados.

Y, como dijo Homero, en boca de Ulises :"No ha criado la tierra animal más endeble que el hombre entre cuantos respiran y sobre la tierra se mueven. No imagina que habrá de sufrir infortunios en tanto las deidades le otorgan la dicha y sus piernas se muevan". Nunca imaginaron nuestros dirigentes que esa bonanza sería pasajera y traería consecuencias. Nadie quiso amargar la fiesta.

Pero la realidad acabó imponiéndose, los mercados, que son de todo menos tontos, empezaron rápidamente a discriminar entre los diferentes países y a exigir rentabilidades diferentes a sus títulos de deuda soberana, llevando a algunas a tales niveles que, de facto, suponían la imposibilidad de financiarse en el mercado internacional y, como cuando el Estado necesita dinero, lo primero que hace es quitárselo a los ciudadanos, empezaron los Gobiernos a colocar deuda en el sistema bancario interno, expulsando del crédito a los particulares y las empresas, iniciando así un camino que conducía irremediablemente a conseguir la quiebra de los cuatro: Estado, bancos, particulares y empresas en varios países.

Cuando el Estado necesita dinero lo primero que hace es quitárselo a los ciudadanos

Afortunadamente, se cumplió en casi todos las naciones el final de la anterior frase de Ulises; "Pero, cuando los dioses dichosos le dan la desgracia, quiera o no, la soporta con un corazón resignado. Porque tal es la suerte del hombre terrestre, que muda con el día que el padre de dioses y de hombres nos manda". Se empezaron a aplicar políticas de austeridad para compensar los excesos anteriores y, poco a poco y de forma dolorosa, se fueron superando los problemas en casi todos los socios excepto en Grecia, siempre ha de quedar algún alumno despistado en la clase.

Y ahí empezaron las broncas al patito feo del Eurogrupo, afeándole sus constantes mentiras con olvido de las propias y recriminándole el dispendio de fondos comunitarios en inversiones, pocas y estériles, y en sueldos de funcionarios absolutamente innecesarios.

La reacción helena, como no podía ser menos, volvió a inspirarse en Homero, cuando hace hablar así a Zeus: "Los mortales se atreven, ¡Ay!, siempre a culpar a los dioses porque dicen que todos sus males nosotros les damos, y son ellos que, con sus locuras, se atraen infortunios que el Destino jamás decretó".  Es decir, la culpa no es de Grecia, es de Alemania, un autonombrado Dios comunitario que, por lo visto, le tiene mucha manía y del que guardan, desde hace 70 años, que ya es guardar, muy malos recuerdos. Los inventores de la Democracia están haciendo todo lo posible para patentar también la Demagogia.

Y en eso estamos, en un ambiente, además, en los países latinos, en el que empieza a dominar la idea de que si no puedes pagar una deuda tanta culpa tienes tú como tu acreedor, que debiera haber estudiado mejor el riesgo en el que incurría al contratar contigo y, como siempre habrá más deudores que acreedores, si nos ponemos a votar, va a salir que se perdonen las deudas por la regla contenida en aquel antiguo verso castellano:

Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos,

que Dios ayuda a los malos

cuando son más que los buenos.

Animados por ese principio. los griegos, tras incumplir dos rescates, empezaron a negociar el tercero en un ambiente de absoluta desconfianza y recriminación y echando un órdago a la comunidad europea desconfiando de cualquier ayuda por considerarla  perjudicial y/o sospechosa, sin duda, como son gente culta, recordarían también a Virgilio en la Eneida:

 Equo ne credite, Teucri

Quidquid id est, timeo Danaos et dona ferentes

“No confiéis en el caballo, troyanos. Sea lo que sea, temo a los dánaos (griegos), aún portando regalos.” 

En ningún momento los negociadores griegos confiaron en sus interlocutores ni viceversa, además, empezaron a coquetear con cesiones estratégicas a Rusia y, como no hay buena boda sin la tía Juana, apareció Obama, con olvido de su problema en Puerto Rico para interceder a favor de Grecia.

Y en eso estamos, si Europa vuelve a ceder ante Grecia, que es lo más probable, por desgracia, le prestará de nuevo fondos para otro rescate, los mercado subirán, la alegría inundará la Economía, los políticos se disfrazarán de misioneros aludiendo al triunfo de la solidaridad y a salvamento de la cuna de Europa, etc. etc. Pero Grecia nunca pagará, porque no tiene estructura económica que le permita hacerlo, con el riesgo de que los actuales gobernantes duros de otros países, si dejan de ser duros, dejen de ser gobernantes, porque sus electores les recriminen esa actuación y con la seguridad de que, a continuación del perdón a Grecia, empezaremos otros a pensar que el camino griego es más fácil de transitar y que, si se trata de poner nervioso a Obama, Mahón es mejor base que El Pireo para la marina rusa. A medio plazo mejor ir pensando en reestructurar la economía fuera del euro que, probablemente desaparecería.

El Grexit obligaría a Grecia a volver a los años cincuenta, desaparecería del mundo desarrollado y sacudiría los mercados, pero en un año la UE saldría robustecida

Si por el contrario triunfara la ortodoxia económica, Grecia entraría en absoluto default y debería salir del euro por necesidad, volvería a los años cincuenta y, de hecho, desaparecería del mundo desarrollado, sería una prolongación de Albania. Quizás necesitase ayuda humanitaria, que no sería demasiado costosa de conceder, y, probablemente firmaría un tratado con la Unión como país asociado, no miembro, como ya lo tuvo con el antiguo Mercado Común. Los mercados se sacudirían con la fuerza de un rayo, consecuencia del enfado de Zeus, el euro caería, la prima de riesgo de los periféricos subiría,  pero, en menos de un año, las aguas volverían a su cauce, la Unidad Europea saldría robustecida pero sólo en el caso de que se reconociera y solucionara el error inicial, los países miembros deberían renunciar a su política fiscal, la unidad fiscal sería imprescindible, urgente y debatida, es decir, no impuesta por la rigidez de la política monetaria alemana, si no, mejor dejarlo a tiempo voluntariamente que a la fuerza en poco tiempo.

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