Quantcast

Análisis

Gowex: nuestro Enron particular

En el año 2000, tan solo cinco años después de su creación, la compañía eléctrica Enron consiguió aparecer en la lista de la revista 'Fortune' como la séptima mayor compañía de Estados Unidos. Sin embargo, la gloria duraría poco, ya que en 2001 se descubrirían numerosas irregularidades en las cuentas de la compañía que acabarían arrastrándola a la quiebra.

Enron declararía pérdidas 638 millones de euros en los resultados del tercer trimestre del año 2001, tan solo dos semanas después de que su presidente, Kenneth Lay, afirmara ante sus empleados que las previsiones de resultados eran muy buenas y que las acciones de Enron eran una ganga.

El regulador norteamericano -la Securities and Exchange Commission- comenzó entonces a investigar con profundidad las irregularidades de la compañía. Cuando se hizo público el escándalo sobre el uso de prácticas irregulares de contabilidad creativa, Enron se vino abajo y llegó al borde de la bancarrota hacia mediados de noviembre de 2001. Desde entonces, la palabra "Enron" se convirtió, para la cultura popular, en un sinónimo del fraude empresarial planificado.

Un caso que arruinó a miles de accionistas, se llevó por delante vía suicidio al vicepresidente de la compañía, vía infarto a su presidente y vía mercantil a una auditora fundada 89 años antes en Chicago que respondía al nombre de Arthur Andersen por encubridora del fraude.

Pues bien, trece años después (ya sabemos que nuestro mercado lleva un decalaje considerable con el mercado estadounidense), la historia se repite a nivel patrio aunque bajo nombre foráneo (Let´s Gowex).

Está claro que una cofradía de pícaros no son adversarios fáciles de desenmascarar para nadie

El episodio Gowex está ya generando miles y miles de páginas en Internet y ríos de tinta impresa pues cuenta con los atractivos ingredientes de estos casos: un personaje supuestamente brillante, mediático y embaucador que salido de la nada triunfa a lo grande, una compañía aparentemente imparable, un sueño que parece no tener límites, un éxito que despierta admiración y envidia a partes iguales, unos números de vértigo, unas proyecciones increíbles, parabienes por todas partes y ninguna sombra.

Demasiado perfecto para ser verdad. Una verdad que empieza a desvanecerse la semana pasada en la que aparece el demoledor informe de la enigmática Gotham City Research que pone a Gowex contra las cuerdas y desenmascara la farsa añadiendo a la receta sus correspondientes ingredientes de sombra: valoración falsa, fraude continuado, manipulación contable, etc.

En resumen, mentiras y más mentiras. Un auténtico fraude piramidal de embustes. La respuesta de los medios ha sido inmediata y en muchos casos, acalorada. Será por la época del año en la que estamos. Desde las horas siguientes al comunicado de Gowex se han empezado a pedir responsabilidades sobre el particular a diestro y siniestro y a celebrar rápidos juicios paralelos sin garantías ni presunciones.

Es verdad que frente a estos magos del despiste, de la venta de humo envuelto en perfume de oro, de la estafa contumaz, del encubrimiento profesional, de la osadía y desfachatez que les mantiene en su mentira cuesta ser ecuánime. Pero hay que intentarlo.

En resumen, mentiras y más mentiras. Un auténtico fraude piramidal de embustes

También es verdad que una vez reconocido el hecho por sus protagonistas no es de recibo que en una sorprendente inversión de la carga de la prueba, se pida ipso facto la cabeza de supervisores, auditores y organismos de control por su presunta incompetencia, falta de control o dejadez. Está claro que una cofradía de pícaros y rufianes que durante cuatro años embaucan a autoridades, accionistas, supervisores, clientes, familiares y amigos no son adversarios fáciles de desenmascarar para nadie.

Depurar responsabilidades

Es por eso que solo tras el juicio correspondiente del asunto Gowex podremos juzgar a todas las partes con conocimiento de causa y depurar responsabilidades de los fundadores de la compañía, de los auditores, los supervisores y demás implicados. Si las hubiere y solo en el caso que se pruebe su connivencia por acción u omisión.

Durante el pasado 2013 y en su imparable expansión Gowex estableció nuevos domicilios sociales en México, Colombia , Italia y USA. No sé si el fundador de la compañía o sus ejecutivos han leído a nuestros clásicos. En todo caso y si en un futuro cercano disponen de tiempo, modestamente les aconsejo una lectura profunda de las andanzas del pícaro más egregio de nuestra literatura, El Buscón alumbrado por el magistral Francisco de Quevedo en 1626.

Si le hubiesen leído detenidamente y en especial, la luminosa moraleja final, quizá habrían tenido la oportunidad de reflexionar sobre lo que estaban haciendo. Y de haberla entendido quizá otro gallo les cantaría ahora mismo. Moraleja: “Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres.”.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.