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Análisis

El Barça es esclavo de sus propias cualidades y Neymar no tiene gol: necesita demasiadas ocasiones

No sé qué pensarán en el Barcelona de su partido en Granada. Quizá, que fueron en mal momento. Quizá que en esa bonita ciudad han cometido el crimen de dejarse bastantes probabilidades de ganar esta apasionante Liga.

Lo más chusco es que si durante la semana estuvieron a punto de al menos empatar un partido en el que el Atlético les había casi borrado del campo, el sábado fueron ellos los que dominaron a sus anchas Los Cármenes, hicieron un partido más que decente desde Pinto hasta los últimos veinte metros, y fue en vano.

Lucas Alcaraz planteó un enfrentamiento con unas premisas que le son particularmente gratas y en las que no se siente incómodo en absoluto: contraataque longitudinal explosivo a partir de repliegue intensivo, compactación defensiva, juntarse nueve hombres  en un marco de treinta metros de anchura por treinta de longitud, ayudarse en coberturas constantes y no caer en la trampa de ir a defender a las bandas en uno contra uno.

Esto es, por cierto, lo que cada vez más equipos hacen para enfrentar al Barcelona. Y cada vez con más éxito. Le han cogido el truco, que no es tan complicado por cierto. Sólo los incautos han pretendido vencer al Barça a través de la posesión, usando armas que los catalanes manejan mejor que nadie.

Y el Barcelona, que defendió mejor que últimamente, que asedió sin descanso la meta de Karnezis –de largo el mejor de su equipo-, no pudo perforarla ni una sola vez, pese a que sus combinaciones en medio del bosque de piernas granadinas fueron muy precisas, trazando espectaculares paredes. Cuando desbordaban, allí aparecía el guardameta en una tarde-noche estelar.

Y entonces se manifestaron dos debilidades ofensivas conocidas del Barça y otra más que venía confirmándose. Esclavo de sus propias cualidades, ha despreciado desde hace años dos armas básicas contra defensas cerradas: el tiro de media y larga distancia y el juego aéreo. Solamente Iniesta, de cuando en cuando, utiliza con criterio ese arma letal. Una vez más, ni intentaron el golpeo a distancia. Y una vez más también, cada vez que hubo balones elevados desde las alas, nadie los remató. Baste decir que Messi es de los pocos jugadores adelantados del cuadro culé que entra a cabecear con cierta convicción.

Lo otro es que Neymar no tiene gol. La tabla de goleadores, por si hubiera dudas, no miente. Marca poco y casi exclusivamente en Barcelona. No acude a los centros rasos pasados y atrasados tantas veces como debiera. Y cuando llega a posición de tiro, sea combinando, sea regateando, golpea mal la pelota, pocas veces coge puerta o lo hace hacia lugares poco comprometidos para los porteros.

Necesita mil ocasiones para hacer un gol. Nunca olvidaré lo que me dijo un día mi amigo, profesor y más cosas, Mikel Etxarri: “No importa mucho, en realidad, el número de goles que un jugador meta para decir si tiene o no tiene gol: la clave es ¿cuántas ocasiones necesita? Si necesita muchas, no tiene gol”. Pues Neymar, señores, no tiene gol.

Poco puede hacer Martino en estas cuestiones. El que no tiene gol, no lo tiene. Y las carencias barcelonistas en el remate por arriba y desde distancia ya parecen consustanciales a su estilo de juego. Hace años, por cierto, Jordi Roura me confesaba ese temor en unas charlas que compartimos en Palencia. Pues se ha confirmado también, amigo Roura. En Granada.

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