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Análisis

Una educación para el siglo XXI

Grupo de estudiantes de la Universidad Pública de Navarra.

Si hay un terreno político donde en principio parece posible el consenso ese es el educativo. Se supone que cuanta más y óptima educación tendremos mejores ciudadanos y más prósperos profesionales. Pero siguiendo el dicho jesuita, “dame un chico a los siete años y será mío toda la vida”, el sistema educativo también se percibe como un terreno abonado para la inculcación de sus propias ideas. Hay dos razones que impiden un consenso político sobre el sistema educativo. En primer lugar, la tentación “jesuita” de adoctrinamiento. Por otro lado, la falta de evidencia empírica sobre cuáles son las políticas educativas más exitosas.

El programa de Podemos tiene 332 páginas con 90 menciones en total al término “educación”. Por su parte, el PP le dedica 49 referencias a la educación en su programa de 223 páginas, con un epígrafe específico titulado “Educación, camino de oportunidades”. Mientras, el PSOE sube hasta las 113 entradas del término en el suyo de 274 páginas, de las que las primeras treinta y cuatro se dedican al tema de la Educación bajo el título “Hacia la España del conocimiento”. Ciudadanos no ha editado un PDF en el que se puedan hacer búsquedas pero en su programa de 337 páginas se plantea desde la 112 hasta la 147 lo que denominan “Un pacto nacional por la educación”.

Los padres con un nivel socioeconómico alto deberían tener hijos con mejores calificaciones. Sin embargo, España es la excepción que cumple la regla a nivel internacional

Antes de compararlos es conveniente echarle un vistazo a las 568 páginas del informe Education at a Glance, realizado por la OCDE. Si pudiéramos resumir la situación educativa en mal, regular, bien, estupenda, España se sitúa en un “regular” tirando a “bien”. Nuestro problema se sitúa fundamentalmente entre los jóvenes que no tienen siquiera el título de “educación secundaria”. Pero el caso es que lo estudiantes “excelentes” no lo son tanto. Supuestamente, los padres con un nivel socioeconómico alto deberían tener hijos con mejores calificaciones. Sin embargo, España es la excepción que cumple la regla a nivel internacional. Como en el caso de la sanidad, nuestro sistema educativo consigue resultados estimables a un coste relativamente contenido.

Volviendo a los programas electorales nos encontramos con las habituales declaraciones bienintencionadas, al estilo de “lograr un sistema de calidad que, además, sea más equitativo” (Ciudadanos), “promoveremos un amplio debate en la comunidad educativa para formular una nueva Ley de Educación” (Podemos), “La educación, la cultura, la ciencia y la investigación son la única garantía de un desarrollo sostenible y justo” (PSOE) o “En las sociedades modernas y avanzadas, el conocimiento es el elemento que determina las posibilidades de progreso de sus ciudadanos” (PP). Junto a ellas, un diagnóstico común: “La realidad educativa de España ha estado marcada por la vigencia de un mismo modelo que se ha mostrado incapaz de preparar a nuestros jóvenes para los desafíos de las sociedades del siglo XX” (PP) o, más sucintamente, “El fracaso de un modelo educativo” (Ciudadanos). 

Todos los partidos comparten la creencia, en mayor o menor grado, de que el sistema educativo está en crisis. El problema viene de que mientras algunos apuntan que el cáncer pedagógico es de índole cultural, otros sospechan de las instituciones, los de más allá culpan a la estructura y los últimos en llegar sostienen que la metástasis exige combinar cirugía de extirpación con quimioterapia, aunque los alternativos prefieren medidas pedagógicas más en consonancia con su espíritu homeopático y psicoanalítico.

Ciudadanos propone reducir al máximo uno de los dogmas de nuestro sistema educativo: la repetición de curso

Empecemos con los “cirujanos” de Ciudadanos que señalan hacia el sistema de incentivos del profesorado como la clave para una “transformación real” del sistema. La propuesta de Ciudadanos consiste en crear un proceso de reclutamiento al estilo del “MIR de formación” que existe en Medicina. Por el lado de los incentivos materiales crearían una carrera profesional vinculada a la evaluación de los profesores. En el límite, carga contra el “blindaje” laboral de los docentes públicos. Por otro lado, para flexibilizar el sistema, propone profesionalizar la labor directiva y dotar de más autonomía a los centros, incluyendo la selección de plantilla. Por supuesto, propone aumentar el gasto (“invertir” lo llaman). En el caso de los alumnos propone reducir al máximo uno de los dogmas de nuestro sistema educativo: la repetición de curso, dado el montante económico que supone en relación a su (in)eficacia pedagógica. También van más allá de los jesuitas y proponen una atención preferente a los niños entre 1 y 3 años, sobre todo en entornos “desfavorecidos” para desarrollar las “habilidades no cognitivas”. Es fácil imaginar por dónde va a venir la principal resistencia a esta fiscalización del estamento docente: los profesores y sus sindicatos no mirarán con buenos ojos la propuesta de un “fuerte rendimiento de cuentas”. Además, al proponer la sustitución de la actual educación religiosa encargada a “evangelizadores”, por una asignatura de Historia de las Religiones impartida por profesionales, se toparía con la(s) Iglesia(s).

El PSOE adopta parte del vocabulario tecnocrático para adaptarlo a una visión de transformación social: “un capital humano formado, con iniciativa, productivo y capaz de contribuir activamente al proceso de transformación económica y social que necesita España.” Para promover dicho “capital humano” el PSOE hace suyo también un término que ha puesto en valor la “derecha” pedagógica, la “excelencia”, pero que trata de conseguir a través del “consenso” y junto a la “equidad”. El PSOE parte de que nuestro sistema educativo no es el fracaso del que habla Ciudadanos sino que se ha producido una convergencia con el resto de países de nuestro entorno, a resultas de lo cual tenemos “una juventud que es la mejor formada de la historia”. Aunque subrayan uno de los problemas, el abandono escolar (obvian el otro, los malos resultados de nuestros mejores estudiantes), también insisten en que es un sistema equitativo y homogéneo.

En cuanto al profesorado, el PSOE hace genéricas promesas de cambios en los procedimientos de acreditación al tiempo que se compromete con el blindaje laboral

Como Ciudadanos, el PSOE pone el foco en una educación que parta de los “0” años y pretende universalizarla hasta los 18. También apuesta por la “profesionalización docente” apuntando igualmente al modelo “MIR” y a evaluaciones sistemáticas, aunque para empezar eliminaría las evaluaciones de la LOMCE. Por supuesto, plantea gastar más (pasando del actual 4,55%, un poco menos que Alemania o Corea del Sur, al 7%, el nivel de la mítica Finlandia, en un indeterminado “medio plazo”), entre otras cosas para que haya más becas bajando los requisitos académicos. En cuanto al profesorado, se hacen genéricas promesas de cambios en los procedimientos de acreditación al tiempo que se compromete con el blindaje laboral: “Promover el compromiso de las universidades con la mejora de la cualificación y el empleo de los titulados a lo largo de toda su vida laboral”.

Aunque el lema del PP en su programa electoral es “Súmate al cambio” su propuesta educativa es más bien conservadora, partiendo de una consideración pesimista del sistema al que no ve ni de calidad, ni de excelencia, echándole toda la culpa al PSOE. Recoge el lema de Bush jr. de que “ningún alumno se quede atrás” para hacer una defensa de los valores del “esfuerzo”, el “mérito”, la “exigencia”, la “autonomía” y la “igualdad de oportunidades”. Como Ciudadanos, centra la clave de la reforma del sistema en el profesorado. Pero en lugar de revolucionar la estructura de dicho estamento plantea apuntalar lo que hay, aunque rescatando “el prestigio y la autoridad” de los profesores. Además focaliza en la libertad de elección de los padres como una manera de que haya una red de escuelas más variadas, favoreciendo a las privadas en competición con las públicas. También se apuntan a la dinámica para una nueva política de RR.HH. del profesorado y a una profesionalización de la gestión directiva. En conclusión, se continúa un modelo en el que lo que importa no son tanto los conocimientos sino las competencias lectoras y de escritura por lo que las asignaturas estrellas serán las instrumentales y técnicas.

Podemos incluye el apartado educativo dentro del epígrafe “Democracia social”, dejando claro desde el principio que contempla la educación como un medio de conseguir determinados fines de carácter “social”. En lugar de crear mecanismos de transparencia opta por crear más organismos como un “observatorio para la defensa de la transparencia en el acceso y gestión de las instituciones investigadoras y universitarias”. Se plantea subir el gasto hasta el nivel anterior a la crisis y más allá. Se dedicaría a potenciar la red pública en detrimento de la concertada. Como Ciudadanos y el PSOE, pero a diferencia del PP, la educación se sitúa bajo el paradigma del laicismo. También es similar al PSOE, pero diferente de Ciudadanos y PP, en establecer la prioridad de las “identidades culturales” y las especificidades lingüísticas de cada comunidad antes que el patrón común de la lengua y la historia española.

Podemos se distingue en la “discriminación positiva” por sexos, lo que lleva, por ejemplo, a crear un sello de la ANECA dedicado a “Mujer y ciencia”

En relación a la tradición de la izquierda para una pedagogía “comunitarista” se promueven las acciones escolares de tipo colectivista, en las que desaparezcan las jerarquías entre alumnado y profesorado, llegando a proponer que el psicoanálisis sea una “estrategia pedagógica del aula”. En contraposición tanto a PSOE, PP y Ciudadanos, sin embargo, Podemos rechaza la profesionalización de la dirección de los centros y sigue apostando por el modelo “democrático” de elección del director por parte del Consejo Escolar. El modelo “democrático” también alcanza al profesorado cuya “carrera profesional” se vinculará a formación en “igualdad de género y coeducación”, “respeto al medio ambiente” y al “trabajo colaborativo” con las familias. Una de las palabras sagradas en el repertorio de Podemos es “gratuito”, por ejemplo, la enseñanza infantil que se amplía hasta el momento “0” y que casi llega a la Universidad a través de la bajada de las tasas y el aumento de becas. Podemos se distingue en la “discriminación positiva” por sexos, lo que lleva, por ejemplo, a crear un sello de la ANECA dedicado a “Mujer y ciencia”. Destaca igualmente por el hecho de plantear la eliminación de los deberes para casa en primaria para garantizar “el descanso y disfrute feliz de nuestros niños y niñas”.

En definitiva, el programa más radical, específico y ambicioso es el de Ciudadanos. Por ello mismo es el más complicado de realizar y, todavía menos, mediante el consenso que es necesario para su propuesta de un “Plan Nacional” a largo plazo. Todos los partidos promueven medidas conservadoras dentro del reformismo generalizado, sin plantear medidas más revolucionarias como podrían ser el “cheque escolar”, el homeschooling y otras iniciativas que hicieran al sistema más experimentador, variado, flexible y libre.

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