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Análisis

Lo que Podemos debe saber de políticas fiscales imaginarias: el caso de Brasil

Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo

En estos días pasados, mucho se ha hablado de los programas y acuerdos sobre políticas fiscales presentados por los diferentes grupos parlamentarios. Uno de los informes más contestados fue el que Podemos presentara hace algunas semanas, replicado en numerosos artículos, columnas y corrillos mediáticos. En particular, el enfrentamiento provino por las dudas que generaba la financiación de las políticas planteadas en dicho informe, dudas que algunos simplemente afirmaban que no existían, pues para estos lo propuesto es directamente inviable. Sin embargo, y a pesar de toda esta atención que han recibido las cuentas que la formación de Iglesias ha defendido a capa y espada, menor ha sido la dedicada a las posibles consecuencias que pudiera generar tales planes, no solo en el déficit, sino especialmente en el desempeño macroeconómico que la economía pudiera mostrar en el medio y largo plazo.

En esta labor de intentar razonar y argumentar cuáles podrían ser las consecuencias de tales tipos de políticas, es posible enfocar nuestro análisis a ejemplos recientes de los cuáles poder extraer las posibles consecuencias. Y un buen “experimento natural” para identificar tales consecuencias no es Venezuela, ejemplo de nada salvo de la propia Venezuela. El ejemplo más conveniente para realizar esta comparación es Brasil.

Brasil es el ejemplo de lo que ocurre en aquellas economías que sustentan gran parte de su crecimiento en políticas fiscales insostenibles

Brasil está experimentando lo que los académicos denominamos “dominancia fiscal”. No es así Brasil el único ejemplo, sino que Brasil es el ejemplo de lo que ocurre en aquellas economías que sustentan gran parte de su crecimiento en políticas fiscales insostenibles. Por "dominancia fiscal” se entiende la situación en la cual la política monetaria acomodaticia a la fiscal se torna ineficaz, e incluso contraproducente. Por acomodaticia no estamos hablando de monetización de déficit, sino más bien al contrario. Así, en esta situación, una subida del tipo de interés de intervención por parte del banco central del país para ajustar los efectos que la política fiscal expansiva puede acabar produciendo paradójicamente más inflación.

Esto es así porque un déficit público descontrolado da lugar a una dinámica explosiva de la deuda pública, y que es empeorada por el endurecimiento monetario. En esta situación la dudas sobre la sostenibilidad fiscal desencadenan salidas de capital del país, lo que deprecia el tipo de cambio nominal, y que termina elevando la inflación a través de mayores precios de los bienes importados (en el caso brasileño, la fuerte indexación existente en la economía, derivada de la experiencia de muchos años de inflación crónica retro-alimentaría el proceso). Si, vía regla de Taylor, el banco central intenta reaccionar al aumento de la inflación subiendo de nuevo los tipos, la mayor prima de riesgo volverá a inducir mayor inflación. Tenemos así un genuino círculo vicioso cuya única solución posible reside en arreglar el lado fiscal. En efecto, en ausencia de una consolidación fiscal decidida, el único camino alternativo a una declaración oficial de impago es el "default" encubierto a través de una mayor tasa de inflación que erosione el valor real de la deuda pública.

Muchos economistas y analistas piensan que Brasil podría estar cerca de un escenario de dominancia fiscal. A pesar de la inflación creciente -en el 2015 fue de 10,67%-, en las últimas reuniones de política monetaria, el Banco Central de Brasil optó por esperar ante la posibilidad de que una contracción monetaria adicional complique todavía más el embrollo fiscal y con ello el estado de la economía en general.

Con la ralentización del crecimiento de la economía china y el cambio del rumbo en los flujos de capital internacionales, el desfase estructural entre gastos e ingresos públicos ha quedado al descubierto

Pero, ¿cómo ha llegado Brasil a tal encrucijada? Varios problemas relacionados con la cuestión fiscal, pero de diferente naturaleza, parecen coexistir en este país de tamaño continental en los últimos años: por un lado, en la Constitución de 1988 se establecieron explícitamente una serie de derechos que, combinados con reglas de indexación muy generosas, han tenido como contrapartida un aumento continuado del gasto público a lo largo del tiempo, con consecuencias claras en términos de mayores déficits públicos. Estos sólo se han conseguido mantener a raya en épocas de bonanza económica, como la recientemente causada por los altos precios de las commodities. Con la bajada de la marea (ralentización del crecimiento de la economía china y el cambio del rumbo en los flujos de capital internacionales), este desfase estructural entre gastos e ingresos públicos ha quedado al descubierto.

Otro problema de largo plazo, independiente de estas medidas onerosas derivadas de la Constitución brasileña, es el excesivo peso que tiene el crédito público sobre el total de crédito en la economía. En Brasil existe una fuerte tradición de que los bancos públicos desempeñen un rol importante en la promoción de sectores y grandes empresas considerados ex-ante por el gobierno como "ganadores". Esta estrategia es en general ineficiente porque el gobierno brasileño reasigna recursos de usos potencialmente más eficientes y generadores de actividad económica, como las infraestructuras, educación y salud, por ejemplo, hacia otros de dudosa eficacia y que suelen dar lugar a comportamientos corruptos y de oportunismo político.

Pero existe un canal adicional a través del cual esta política acaba haciendo más mal que bien al conjunto de la economía y por ende al bienestar de los ciudadanos: este crédito subvencionado resta eficacia a la política monetaria en una economía que sufre de problemas de inflación alta y creciente, y lleva al BCB en última instancia a fijar tipos de interés más altos que los que serían necesarios en ausencia de esta preponderancia del crédito público.

El lector habrá reparado inmediatamente que la traslación de esta experiencia a España sería compleja, dada la inexistencia de una política monetaria “española” y un tipo de cambio español. Pero el problema de la dominancia fiscal quedaría aún presente. Más aún, y aunque resulte paradójico para el partido que mayor expansión fiscal defiende, Podemos, la pertenencia al euro le dejaría quizás algo de más margen para poder desarrollar su política, pues el abandono del euro la haría insostenible, como parece que así está ocurriendo en Brasil.

Sin embargo, esta reflexión nos lleva inevitablemente a la siguiente. Si como argumenta el mismo partido de Iglesias, dentro del euro no es posible desarrollar su política fiscal, pues exige incumplir con numerosos compromisos, su desarrollo llevaría a España a abandonar la moneda única. En tal caso, el ejemplo de Brasil sí sería plenamente aplicable a España.

No hagamos por abrir la Caja de Pandora. No suele salir nada bueno de ella

Haciendo ciencia ficción, y en el caso en el que un hipotético gobierno de Podemos llevara a término su programa fuera del euro, aún tendría una vía alternativa a la dominancia fiscal y es la de sucumbir a ella y que la política monetaria se acomode en sentido contrario: bajando tipos y permitiendo una monetización del déficit. En este caso, las consecuencias, a pesar de lo que puedan argumentar teorías monetarias basadas más en mitos y leyendas que en la realidad, son claras y evidente, y no hay necesidad de repetirlas.

En conclusión, existen tanto análisis teóricos como basados en la evidencia que nos muestran las consecuencias de llevar a cabo planes de gasto público sin sustento en ingresos reales y fehacientes. El déficit público elevado y sostenido en el tiempo no es solo un problema porque genere deudas. Además es el inicio de un círculo vicioso que no lleva a nada bueno. No hagamos entonces por abrir la Caja de Pandora. No suele salir nada bueno de ella.

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Manuel Alejandro Hidalgo es profesor y Doctor en Economía por la Universidad Pompeu Fabra 

Alejandro C. García-Cintado es profesor de economía de la Universidad Pablo de Olavide

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