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Opinión

El Parlament fantasma inventado por los separatistas

El Parlament fantasma inventado por los separatistas

El Tribunal Constitucional ha dicho que no se celebre el pleno del próximo lunes, el de la declaración de independencia. Pero los estrategas separatistas ya tienen alternativa: ¿No tenemos parlamento? Pues nos inventamos uno. Lo tenían previsto desde hace un año.

La Asamblea de Electos de Cataluña

El veintiséis de octubre del 2016 se presentaba en el Museo de las Culturas del Mundo de Barcelona, tan prescindible como caro, una entidad con un trasfondo político de enorme gravedad. La Asamblea de Electos de Cataluña, auspiciada por la Asamblea de Municipios por la Independencia, se proclamaba “la herramienta democrática para la defensa de las instituciones catalanas”. Se trataba de ofrecer una alternativa al independentismo por si las autoridades competentes aplicaban el 155 de la Constitución y ellos se quedaban sin ese simpático altavoz que ha sido hasta ahora el Parlament, su Parlament, el Parlament en el que hemos visto cómo su presidenta, Carme Forcadell, era juez y parte, hacía callar a la oposición, conculcando reglamento, leyes y dictámenes con tal de favorecer a los suyos.

Un Parlament que ha tenido que soportar la chulería de Jordi Pujol, el cinismo de Marta Ferrusola –“¿Nosotros, dinero en Andorra? ¡Pero si no tenemos ni un duro!”, decía la Madre Superiora– las amenazas de las CUP, las mentiras más escandalosas de Carles Puigdemont y las jaimitadas del PSC. Ese mismo Parlament que el Govern dejó sin voz ni voto cuando se trató de votar las leyes de transitoriedad o del referéndum, que mantenía cerrado a cal y canto porque se aproximaba el 1-O y no quería oír las voces discrepantes de la oposición que, si bien obtuvo menos escaños por la curiosa Ley d'Hont, obtuvo más votos y tiene, justamente por eso, mayor representatividad.

La idea es desempolvar la Asamblea de Electos para proclamar desde ella la declaración de independencia"

Ahora, el Constitucional ha informado a Forcadell que el pleno del próximo lunes en el que, en teoría, iba a proclamarse la independencia, no puede celebrarse por ser ilegal y escapar a las competencias de un parlamento autonómico decidir acerca de la soberanía nacional. Lo mismo que le habían dicho los letrados de la casa y todos los servicios jurídicos. ¿Qué piensan hacer lo separatistas? ¿Reflexionar? Nada de eso. La idea es desempolvar la Asamblea de Electos para proclamar desde ella la declaración de independencia.

Su argumento es que, al estar compuesta por 9.283 cargos entre concejales, alcaldes, diputados autonómicos, diputados al Congreso y senadores, están legitimados para obrar en nombre de todos los votantes que representan y, cómo no, del pueblo de Cataluña. Mayor mendacidad es imposible. Una asamblea de cargos que comparten una determinada ideología podrá ser muchas cosas, pero jamás tendrá las garantías de un parlamento democrático. De entrada, no existe la oposición, un hecho al que los partidarios de la república catalana conceden escasa o nula importancia. Están acostumbrados a comerse y guisarse ellos solitos sus deprecaciones mentales, de la misma manera que pasan de escrutinios serios, de censos, de controles, de legislaciones ya no españolas o catalanas, sino internacionales. ¡Qué más da si la historia y el mundo les contempla! Ante tamaño despropósito, que Puigdemont es muy capaz de cometer, solo queda una acción contundente por parte del Estado, acción que, por desgracia, ni está ni se le espera. El Govern lo sabe muy bien y juega a tensar la cuerda hasta el límite, porque, aunque en su fuero interno estén todos con la camisa que no les llega al cuerpo, conocen muy bien a Mariano Rajoy y saben de su lentitud, cuando no de su miedo a ser tildado de fascista.

La ley democrática jamás puede ser fascista, pero los hay que confunden orden con imposición y marco legal para todos con dictadura"

¡Qué craso error! La ley democrática jamás puede ser fascista, pero los hay que confunden orden con imposición y marco legal para todos con dictadura. Que se contemple siquiera la posibilidad de que un grupo de independentistas, por más cargo electo que tengan, formen un parlamento paralelo y decidan sobre la suerte de más de siete millones de ciudadanos es tan peregrino que sería ridículo. Pero como sea que apelar a la razón es perder el tiempo con estas gentes, que han perdido los papeles hace tiempo, precipitándose en un abismo de consecuencias impredecibles arrastrando junto a ellos a toda una sociedad, no queda otra que aplicar el ordenamiento jurídico. Y no, no es la brigada Aranzadi, no es la sordera del gobierno de España, no es la mayor o menor incompetencia de Rajoy y sus ministros: es el imperativo de salvaguardar el marco de libertades que se enmarca en la Constitución, libertades que hace demasiado tiempo, por desgracia, se vienen conculcando de manera impune en Cataluña.

Adoctrinamiento ruin

No cabe duda acerca de cómo van a vender esta operación. Será con el tono maniqueo de siempre, presentando la asamblea como una película de malos y de buenos igual que han hecho con la Policía y la Guardia Civil, con las Fuerzas Armadas o con jueces y fiscales. No les interesa buscar el espacio en el que se producen los grises del pacto y el acuerdo porque, totalitarios, se desenvuelven infinitamente mejor en las zonas de blancos y negros, sin matices, sin críticas, sin discrepancias.

Han apretado el acelerador de forma suicida y no dan puntada sin hilo. En TV3, que en cualquier otro país ya estaría clausurada por apología de la secesión y quizás por alguna que otra cosa económica –cuando se haga una auditoría en serio de cómo, en quién y de qué manera se han gastado los millones públicos en aquella casa nos vamos a reír todos– se pasan el día machacando sin piedad las consignas procesistas. Lo último es un repugnante documento dirigido a la audiencia infantil acerca del pasado 1-O en el que independentistas y Mossos son los campeones de la libertad, mientras que guardias civiles y policías nacionales son poco menos que el diablo en persona. ¡A los niños! Y nadie puede decir nada porque, entre otras cosas, el Parlament está cerrado. No es de extrañar que todos los críos que se han formado al abrigo de esa serpiente venenosa sean independentistas acérrimos.

Querían una televisión paralela a TVE de la misma forma que ahora quieren un parlamento paralelo. Todo sea para construir su imaginario sin oposición ni contraste de ningún tipo"

Querían una televisión paralela a TVE de la misma forma que ahora quieren un parlamento paralelo. Todo sea para construir su imaginario sin oposición ni contraste de ningún tipo, porque lo que perseguían desde el primer minuto no era ni consultar, ni derecho a decidir, ni referéndum, lo que buscaban era proclamar su independencia, la que exoneraría a la familia Pujol, la que exoneraría a Artur Mas y a la banda del tres por ciento, la que instalaría con todas las de la ley una forma de gobierno dictatorial bajo la apariencia de democracia. Es bajo esos términos que hay que entender las razones de lo que está pasando en Cataluña.

Crear un parlamento o inventarse un referéndum es grano de anís si lo comparamos con haberse inventado una historia, unos agravios, unos mitos y unos estereotipos que se han tragado dos millones de catalanes como si fuesen obleas. No están acostumbrados a que les lleven la contraria, solo esperan de nosotros que les riamos las gracias y seamos sumisos y agradecidos, no en vano respiramos gracias a su magnificencia. ¿Se marchan de Cataluña el Banco de Sabadell o La Caixa? Ya volverán y, por si acaso, la CUP ha exigido a la Generalitat que deje de trabajar con esas entidades financieras. No pasa nada y, si pasa, se le saluda.

La ceguera de estos personajes es tal que creen que todo esto va a acabar bien, que se van a salir con la suya, que pueden hacer lo que les dé la gana como han hecho los últimos cuarenta años. Pero por mucha asamblea de electos que pretendan, eso no es un parlamento, como no es legítimo gobernar de espaldas a cinco millones de catalanes ni tapar las vergüenzas de la corrupción con banderitas.

Mucho menos, adoctrinar a niños en televisión, en las escuelas, en los centros culturales. Todo esto tiene un feo nombre que no puedo por menos que decir: fascismo. El Consejo General de Movimiento ya tiene homólogo en el independentismo, la Asamblea de Electos. Por el tercio familiar o por el sindical, eso ya no puedo decírselo.

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