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Opinión

¿Nadie quiere ser candidato independentista?

¿Nadie quiere ser candidato independentista?

La falsedad del proceso separatista, pretendidamente puro y democrático se demuestra en un solo hecho: nadie aspira a liderar la candidatura del PDeCAT en las próximas elecciones. Nos hallamos ante una mezcla de cobardía, autoengaño y oportunismo político del peor calibre. Flacos patriotas son estos que dicen servir a esa Icaria épica que nos han querido vender.

Que vaya Artur Mas de cabeza de lista

Ante la aplicación del 155 el independentismo vive una situación poco menos que risible. Los que se han hartado de llamarnos fascistas a los que pensamos distinto a ellos, so pretexto de que las urnas son sagradas, se niegan a aceptar unas elecciones al Parlament de Cataluña. Puede comprenderse fácilmente. Tales elecciones serían legales, convocadas en forma y manera rigurosa, con censo electoral, garantías democráticas, interventores y apoderados de todos los partidos políticos, Junta Electoral, en fin, todo aquello que demanda un proceso de elección legal y europeo.

Los amantes de las urnas de plástico y las papeletas impresas en domicilios particulares están viendo cómo el reloj avanza inexorablemente hacia la cita electoral, una cita que intuyen puede dejarlos sin mayoría independentista en el Parlament – en escaños, que no en votos, cuidado - cosa que les quita el sueño a los Puigdemont, Junqueras y Forcadell, hechos a conceptos vagos y nada democráticos como el mandato del pueblo o la mayoría de los catalanes. Acostumbrados a hablar en nombre de todos, siendo ellos solo una parte, no desean en modo alguno la forma tradicional en cualquier democracia de dirimir quien tiene o no la mayoría de los electores.

No quieren ni oír hablar de acudir a unos comicios en los que, incluso, podrían revalidar el número de sus diputados. ¿Por qué no? Saben, empero, que su momento ha pasado

Debido a ese miedo del que les hablaba ayer, miedo al voto libre y garantizado, no quieren ni oír hablar de acudir a unos comicios en los que, incluso, podrían revalidar el número de sus diputados. ¿Por qué no? Saben, empero, que su momento ha pasado, que el PDeCAT se estrellará, que la coalición de Junts pel Sí integrada por la antigua Convergencia y Esquerra no se revalidará, que las CUP quedarán fuera del parlamento autonómico y que, en fin, la mentira de que ellos son la mayoría se derrumbará como un castillo de naipes ante un soplo de aire fresco.

De ahí que nadie se esté postulando en el momento presente a encabezar la lista de los patrióticos adalides de la República Catalana. Una curiosa situación, si me lo permiten. ¿No están tan seguros de tener a todo el pueblo catalán detrás suyo? ¿No se autocalifican de valientes, de patriotas catalanes, de insumisos? ¿Es acaso el suyo un patriotismo de hojalata, de Visa Oro con cargo a los presupuestos, de coche oficial e impunidad para hacer lo que se les antoje? La respuesta solo puede ser una: sí, es un patriotismo de la más baja estofa, indigno de Cataluña y, si mucho me apuran, de las ideas que dicen representar. Carles Puigdemont ya ha dicho por activa y por pasiva que no se va a presentar, resultando así un President al que nadie habrá votado, ya ven, ellos que defienden tanto las votaciones. A Artur Mas le gustaría volver a probar suerte, aunque ello supusiese tascar el freno y desencantar a todos los que creyeron a pies juntillas sus delirios acerca de crear una Dinamarca del sur de Europa.

No hay nadie que tenga un mínimo de solvencia para encabezar el naufragio que supondrá para los antiguos convergentes las elecciones que, más tarde o más temprano, han de devolver la normalidad al parlamento catalán, ese mismo parlamento que ellos han cerrado porque les molesta escuchar a los que no piensan como ellos, un parlamento que han utilizado de la misma forma que se utilizan esos instrumentos en las dictaduras.

A los que no cuentan para nada con las leyes ni los ciudadanos, reunirse a cantar 'Els Segadors' y aplaudir frenéticamente al líder debe parecerles el desiderátum de la política

Decían que en el Tercer Reich la agrupación coral que más cobraba era el Reichstag, porque se reunían muy de vez en cuando y sus integrantes se limitaban a aplaudir al Führer y cantar con pasión el himno alemán, el Deutschland Über Alles. Puede que la comparación moleste, pero el símil es perfecto. A los que no cuentan para nada con las leyes ni los ciudadanos, reunirse a cantar Els Segadors y aplaudir frenéticamente al líder debe parecerles el desiderátum de la política.

Sin razones ni cabeza de lista

Ese es el drama que viven los privilegiados del nacionalismo, si drama puede llamársele. Son un pollo sin cabeza que corre alocadamente sin rumbo fijo. La repetición de sus consignas, el velo de hipocresía que cubre sus gestos autoritarios o la falsedad de su argumentario se ha estrellado ya ante los jueces, pero les queda aún una prueba mucho más difícil de superar: las elecciones. Sí, esas elecciones que contemplan como el peor de los males, que no desean, pues buscan el trágala y la política de hechos consumados, esas elecciones que son el paradigma de cualquier sistema democrático y que, justamente debido a eso, hacen que tuerzan el gesto e intenten inventarse las más viles excusas. Los hemos escuchado decir que no hay que votar nada, porque el pueblo ya votó en aquella farsa de referéndum, como si un acto sin la menor validez legal justificase la imposición de la independencia.

No quieren hablar de democracia, porque jamás han sido demócratas. Recordemos la autocracia de Jordi Pujol con todo lo que comportó de corrupción, nepotismo y estrangulamiento de una sociedad entera. Se mueve mal esta gente en las amplias salas de la libertad y prefieren los recovecos de oscuros despachos oficiales en los que pastelear a su gusto y acomodo las leyes. No tienen candidato porque jamás tuvieron programa, más allá de una Cataluña provinciana, dieciochesca, caciquil, clientelista, llena de política carcunda. Enfrentarse en duelo dialéctico no es lo suyo. Aún recordamos como Artur Mas declinó asistir a los debates, es un decir, enviando al por entonces ufano Raül Romeva, el que debía congraciar al independentismo con Europa. Fue un gesto más de cobardía del ex President Mas, como cobardía es presentarse con dos millones y pico de euros ante el juez, pedir una demora para pagar el resto de la multa y no decir de dónde ha sacado esa cantidad.

No tienen candidato porque no tienen decoro, y aunque algunos pudieran soñar con ser cabeza de ratón, como sería el caso del Conseller Santi Vila, que quiere y no puede, ese Saturno en el que ha devenido el proceso acabaría por devorarlo

No tienen candidato porque no tienen decoro, y aunque algunos pudieran soñar con ser cabeza de ratón, como sería el caso del Conseller Santi Vila, que quiere y no puede, ese Saturno en el que ha devenido el proceso acabaría por devorarlo. Tiene el separatismo un problema enorme, mucho más grande que sus rivales, al no encontrar nadie que le escriba, como le sucedía al coronel que describió Gabriel García Márquez. Mientras que Ciudadanos, PP, PSC o incluso los Comunes tienen claro más o menos cual va a ser la persona que encabece su cartel - ¡lástima que el PSC no ponga a Josep Borrell como cabeza de lista, porque recuperarían muchos más votos de los que se piensan! -, los de Esquerra están a verlas venir al no saber si Oriol Junqueras será inhabilitado y en el PDeCAT miran hacia todos lados sin encontrar nada.

Son los frutos del independentismo destructivo que ha conseguido llevarse por delante incluso a los suyos. Están condenados a batirse el cobre en una contienda electoral que los encuentra más desunidos que nunca. Están agotados, tanto en ideas como en fuerzas. Cuidado, eso no significa que estén acabados, porque su semilla es poderosa y ni está extirpada ni mucho menos neutralizada. Seguramente se reorganizarán, mejor o peor, e intentarán presentar la última batalla.

Pero si el gobierno interviene TV3 y Catalunya Ràdio perderán los gigantescos altavoces propagandísticos que les han permitido mantenerse a flote hasta el momento presente. Sería bellamente poético que a la sinrazón de esos locos se pudiera aplicar el ejemplo del viejo reino de Tebas que, al perder a los que cantaban sus alabanzas, desapareció. Algunos de los profesionales mediáticos que se han dedicado en estos últimos años a cumplir tal menester están replegando las velas. La deserción ha comenzado. Ahora solo queda cumplir con el ordenamiento legal, como muy bien recordaba el presidente del parlamento europeo en la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, convocar comicios autonómicos, garantizar una campaña limpia en igualdad de condiciones para todas las fuerzas que se presenten y aceptar el veredicto de las urnas legales que, éstas sí, son las que han de decidir nuestro futuro. A esto se le llama democracia.

Miquel Giménez

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