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Opinión

No es Maduro, es Venezuela

Un manifestante levanta una bandera venezolana en frente de miembros de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) durante las protestas de esta semana.

Hace quince días, la prensa internacional celebraba  un malentendido. La supuesta liberación de Leopoldo López,  el preso político emblemático del régimen de Nicolás Maduro, quien recibió casa por cárcel de manera inesperada. Era un signo de apertura, decían algunos. El gesto de un gobierno acorralado, exclamaban otros. Ni una cosa ni la otra. Aquello era una promesa: el anuncio de más y peor represión. Y así fue. A Leopoldo López le pusieron un brazalete electrónico que le impide fugarse y dejaron intactos los 14 años de condena que pesan sobre sus hombros.  

Hace quince días, la prensa internacional celebraba un malentendido. La supuesta liberación de Leopoldo López. Aquello era una promesa: de más represión

En apenas dos semanas Nicolás Maduro ha metido el acelerador a una Asamblea Nacional Constituyente ilegal –la Constitución no autoriza al Ejecutivo para convocarla-, en lugar de acceder a la celebración del Referéndum Revocatorio de su mandato que solicitan los ciudadanos desde comienzos de año y que sí está contemplado en las leyes. En quince días, el gobierno venezolano ha intensificado la represión en las calles: la cifra sobrepasa los 120 muertos y ya son más de 400 los presos políticos desde que comenzaran las protestas más intensas hace casi tres meses. A la supuesta liberación de Leopoldo López siguieron más cosas: Nicolás Maduro aseguró que iría directamente contra los 33 magistrados nombrados por el Parlamento para sustituir a los jueces del Tribunal Supremo. Amenazó con encarcelarlos, congelar sus bienes y sus cuentas bancarias. Y así fue. Tres de ellos ya están tras las rejas.

En menos de cinco días, más de 26.000 venezolanos cruzaron la frontera con Cúcuta para pasar hacia Colombia, empujados por la escasez

En menos de cinco días, más de 26.000  venezolanos cruzaron la frontera con Cúcuta para pasar hacia Colombia, empujados por la escasez de alimentos; dos aerolíneas vitales en la comunicación de Venezuela con el exterior, Avianca y Delta, dejaron de operar. Ya no hay vuelos desde Caracas hacia Bogotá, tampoco hacia las principales ciudades de los Estados Unidos ni las conexiones que esas rutas ofrecían a Europa. Es decir: si ya no llegan medicinas ni alimentos, tampoco podrán moverse los ciudadanos que los traían (en Venezuela viajar supone el acuerdo tácito de traer o llevar medicamentos; y las personas procuran organizarse).

En los 15 días que han transcurrido desde la medida de casa por cárcel para Leopoldo López, el político de Voluntad Popular sigue privado de su libertad junto con los otros 431 presos políticos del país. En ese tiempo varios líderes internacionales han amenazado con someter a Venezuela a un proceso de aislamiento si Maduro continúa con su proyecto  de Constituyente. Apretar las tuercas diplomáticas. Aplicar sanciones. Dejar de comprar petróleo. Golpear con el martillo el clavo ya liso de la precariedad, la inflación y pobreza que viven los venezolanos un día tras otro, y otro, y otro.

Dos aerolíneas vitales en la comunicación de Venezuela con el exterior, Avianca y Delta, dejaron de operar. Ya no hay vuelos desde Caracas hacia Bogotá, tampoco hacia las principales ciudades de los EEUU

Para quienes lo creen: no se desmorona el gobierno de Nicolás Maduro; tampoco pone cara de acorralamiento. Es así. Maduro reparte garrote porque el aislamiento lo fortalece. Reparte garrote porque en la violencia, gana terreno. Reina en el infierno. Si llegan esas sanciones, no será Maduro quien deje de moverse, ni de conseguir medicinas, ni de disponer de dinero. No será él. Serán los venezolanos, presos en sus propio país, quienes se queden atrapados en el remoto siglo más allá del XIX e incluso anterior a la edad de su independencia como país, donde Maduro los ha llevado.

 

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