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‘El Mundo’: 3 años y medio, 4 directores y 1/3 de difusión perdida

Pedro G. Cuartango

El 29 de enero de 2014, tras varios meses de incesantes rumores, Unidad Editorial anunció la destitución de Pedro J. Ramírez como director de El Mundo. Lo hizo después de cerrar los últimos ejercicios con fuertes pérdidas económicas y tras haber caído en difusión en 150.000 ejemplares en un lustro. Desde entonces, el despacho principal del diario ha estado ocupado por tres inquilinos, Casimiro García-Abadillo, David Jiménez y Pedro G. Cuartango. Ninguno ha sido capaz de frenar la sangría provocada por la crisis de la prensa, que ha provocado que, en este tiempo, la difusión ordinaria de la cabecera haya caído en un 35,7%.

Mientras en febrero de 2014 –el primer mes sin Pedro J. Ramírez- el diario distribuyó 154.767 ejemplares diarios, de media, el pasado abril ‘colocó’ 99.380, según datos de la Oficina para la Justificación de la Difusión (OJD).

Los usuarios únicos de Elmundo.es se han duplicado en este tiempo, al pasar de 7,4 a más de 16 millones mensuales. No obstante, la notable mejora de la facturación publicitaria del negocio digital no ha servido para compensar el descenso de los ingresos que ha sufrido el papel.

Su competencia no ha conseguido resultados mejores entre febrero de 2014 y abril de 2017. De hecho, la difusión de La Razón ha caído el 21,28%, la de El País, el 36,69% y la de ABC, el 47,34% -El rotativo de los Luca de Tena  se ha dejado de editar en este tiempo en Canarias y Baleares-. Ahora bien, la mayor inestabilidad se ha vivido en la redacción madrileña de Unidad Editorial.

Con Casimiro García-Abadillo a la cabeza de El Mundo, el rotativo perdió el 15,9% de su difusión (-24.605 números diarios). Con David Jiménez cayó el 12,4% (15.453) y con Pedro G. Cuartango, el 9,3% (10.276). Este último expresaba este martes su sorpresa por haber sido cesado pese a haber conseguido frenar el descenso de lectores, aunque valoraba el trabajo realizado por su equipo en un momento tan complejo: "Teníamos que mantener el edificio en pie y lo hemos hecho”.

Con Casimiro García-Abadillo a la cabeza de 'El Mundo', el rotativo perdió el 15,9% de su difusión, mientras que con David Jiménez el 12,4% y con Pedro G. Cuartango, el 9,3%.

El nuevo director, Francisco Rosell, hereda el proyecto en una situación delicada, con unas ventas que el pasado febrero eran de 62.414 ejemplares diarios (en 2008 eran de 300.000) y con una difusión que el pasado abril descendió por primera vez por debajo de la barrera psicológica de los 100.000 ejemplares. En la ciudad donde más prensa se vende en España, Madrid, distribuye 36.250 copias, frente a las 54.247 de El País, las 37.564 de ABC y las 33.079 de La Razón.

Tropa con moral baja

Rosell encontrará en la redacción a un grupo de periodistas con cierto escepticismo ante los cambios, provocado por los varios golpes de timón que ha realizado la empresa durante los últimos años. A Pedro G. Cuartango y a Casimiro García-Abadillo los cesó pese a que contaban con el respaldo de una parte de los efectivos del diario, mientras que a David Jiménez lo destituyó tras haber recibido las críticas de una buena parte de los ‘pesos pesados’ del rotativo y –señalan desde su entorno- sin haberle dejado ejecutar el plan de transformación digital que había elaborado.

A esto hay que añadir que, en la última década, la plantilla ha soportado tres expedientes de regulación de empleo -con decenas de despidos- y ha visto marchar hacia otros medios de comunicación a una buena parte de los veteranos de la cabecera. Algunos enfrentados con su presidente, Antonio Fernández-Galiano.

Este martes, Rosell afirmó que su nombramiento se produce “en un momento de enormes cambios en los hábitos de información y de retos fundamentales en la vida política de los españoles”. “Ello será un acicate añadido para ir a la creación de nuevos lectores que buscarán referentes claros y creíbles –como se está viendo en Estados Unidos- en estos tiempos de la 'post-verdad'”. Ahora bien, tendrá que demostrar que tiene la capacidad suficiente para resistir los fuertes embates de la crisis del papel y para gestionar una redacción con la moral tocada.

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