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Cebrián cederá el poder, aunque su salida se aplaza hasta que haya sucesor

El presidente del grupo PRISA, Juan Luis Cebrián

Juan Luis Cebrián ha cedido a la presión de Santander, Caixabank, Telefónica y Amber Capital y ha aceptado entregar el poder de Prisa, aunque permanecerá como presidente ejecutivo hasta que la compañía encuentre a un sucesor. Su renuncia 'en diferido' desbloqueará la ampliación de capital de 500 millones de euros que ha negociado el grupo durante las últimas semanas, que será suscrita por sus principales accionistas.

La jornada no ha sido precisamente un remanso de paz en la sede de la dueña de El País y la Cadena SER. Santander y Telefónica iban a designar a Javier Monzón -expresidente de Indra- como sustituto de Cebrián. Sin embargo, el directivo ha rechazado finalmente el mandato, por un lado, por la división que ha generado su candidatura en el Comité de Nombramientos -Amber Capital estaba en contra- y, por otro, por su desacuerdo con el plan de sucesión que le habían puesto sobre la mesa.

La idea de los accionistas institucionales era nombrar a Monzón vicepresidente ejecutivo y, en la próxima Junta General de Accionistas de Prisa, situarle como presidente. Entonces, Cebrián pasaría a ostentar el cargo de presidente de honor de El País. Pero todo se ha torcido en el Comité de Nombramientos y eso ha obligado a buscar una alternativa. De momento, Cebrián compartirá las funciones ejecutivas con Manuel Mirat -consejero delegado- y Manuel Polanco.

La caída de Cebrián marcará un antes y un después en la historia de este holding de medios de comunicación, el más poderoso de las últimas décadas. Su llegada a Prisa se produjo hace 40 años y desde entonces ha ostentado diferentes puestos que han implicado la toma de decisiones.
Fue uno de los fundadores de El País y su primer director, entre 1976 y 1988, es decir, en el período en el que España afrontó su mayor cambio político en varias décadas, con una compleja transición que culminó con la victoria del PSOE en las elecciones de 1982. El periódico de Prisa se alineó con el gobierno de Felipe González y le respaldó hasta su caída. En ese momento, Cebrián ya se ocupaba de tareas de gestión dentro del grupo.
Con la muerte de Jesús de Polanco, el periodista y académico dio un paso al frente y se hizo con las riendas de la compañía, ante el aparente desinterés de los descendientes del anterior presidente.
La llegada de Cebrián al trono de Prisa coincide con el inicio de la decadencia de este conglomerado de medios de comunicación, afectado por la crisis del papel, la recesión económica y, sobre todo, por las malas decisiones tomadas por sus directivos. Entre ellas, la compra de Sogecable, que elevó el endeudamiento del grupo por encima de los 5.500 millones de euros.
Desde entonces, Prisa ha vivido condicionada por sus obligaciones con los acreedores. Esto, entre otras cosas, le ha obligado a vender una buena parte de sus activos, como Digital Plus, Ediciones Generales, Media Capital o su importante participación en Mediaset. Sus directivos han intentado también desprenderse de Santillana, pero sin éxito, dado que ninguna de las ofertas colmó las expectativas del Consejo de Administración.
A principios de la actual década, la crisis del grupo se recrudeció, lo que impulsó a algunas de las empresas más poderosas del país a realizar una maniobra de reanimación al grupo, ante el riesgo de que desaparecieran el periódico más leído y la radio más escuchada del país. Entonces, la banca aceptó capitalizar una parte de su deuda y Telefónica -que en 2014 adquirió Digital Plus- compró bonos convertibles en acciones por valor de 100 millones de euros. En la refinanciación participaron casi 30 entidades, que aceptaron acomodar el calendario de pagos a las necesidades de Prisa.
El 31 de diciembre de 2018 la compañía tendrá que hacer frente a un vencimiento de deuda de 956,5 millones de euros. Durante más de un año, Cebrián y su exconsejero delegado, José Luis Sainz, buscaron los medios necesarios para evitar que Prisa -actualmente, en causa de disolución- incurriera en un impago. Sin embargo, no fueron capaces de hallar una solución, lo que hizo perder la paciencia de los accionistas y ha provocado la caída de ambos.
Dentro de la guerra contra Cebrián, los fondos buitre han jugado un papel esencial. Estas entidades de inversión entraron en la compañía hace un lustro, cuando olieron a carroña en Gran Vía 32 y se lanzaron en picado para intentar sacar provecho de la mala situación de la editora de medios de comunicación.
El primer inversor que adoptó un papel protagonista fue Nicolás Berggruen (Liberty), aunque durante los últimos años se ha deshecho de casi toda su participación. El segundo, fue Amber Capital, que desde julio de 2016 es el principal accionista de Prisa y que ha ejercido muy duras presiones en el Consejo de Administración para provocar la salida de Cebrián. Este viernes, se ha sumado a una operación trazada por Santander y Telefónica y ha provocado su caída. El timón de Prisa al fin cambiará de manos.

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