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Cebrián acude a Moncloa y al Íbex para que le ayuden a sofocar el motín de Prisa

Juan Luis Cebrián

Cuentan personas cercanas a Juan Luis Cebrián que últimamente está afectado por la incertidumbre del rey que se siente cuestionado en su propio reino. Inquieto por los movimientos subrepticios del enemigo interno. Quien ha ejercido de líder absoluto del Grupo Prisa asiste estos días a la rebelión de una parte de sus socios, que, hastiados por su forma de gestionar la compañía y temerosos de que les haga perder más dinero, quieren arrebatarle la capacidad de tomar decisiones. Orillarle dentro de una empresa desde la que, durante cuatro décadas, ha apoyado a sus 'amigos' políticos con la misma convicción con la que ha dedicado afiladas páginas a sus rivales empresariales. Como era de esperar, Cebrián ha maniobrado durante las últimas semanas para aplacar esta rebelión y ha tirado de agenda para intentar minar las fuerzas de los 'sublevados'.

Una de las puertas a las que llamó hace unas semanas fue la del Palacio de la Moncloa, donde se entrevistó con la vicepresidenta -con quien no es ningún secreto que mantiene una buena relación- y con el propio Mariano Rajoy. A este último le trató de convencer de que un cambio en la Presidencia del Grupo Prisa no sería bueno para ninguna de las dos partes. Que los fondos buitre (Amber Capital) no tienen sentido de Estado y que lo único que persiguen es obtener réditos de su inversión, de ahí su empeño en desahuciarle. En definitiva, que mejor malo conocido que bueno por conocer.

El mismo argumento lo sacó a relucir hace unas semanas en una entrevista que concedió a la Agencia EFE, en la que, sin citar expresamente a ningún accionista, criticó los fines espurios que persiguen algunos de los sublevados. “Algunos accionistas están generando mucho ruido en torno a este tema aplicando tácticas habituales de ese tipo de inversores, que buscan soluciones a corto plazo para sus intereses y no parecen preocupados por soluciones a medio y largo plazo en interés del resto de los accionistas y de la compañía", expresó.

De sus contactos con Moncloa son conscientes quienes tratan de minar su poder en Prisa, que también han recibido noticias de su acercamiento a Isidro Fainé. El presidente de Gas Natural Fenosa, junto con César Alierta, ha ejercido un papel activo durante toda la crisis de Prisa e incluso llegó a participar en una reunión celebrada a finales de 2016 en la que se vieron las caras Cebrián y el dueño de Amber Capital -accionista mayoritario-, Joseph Oughourlian. Aquello, como contó este periódico, y como era de esperar, terminó como el Rosario de la Aurora, con acusaciones cruzadas entre las partes y con el presidente de la editora de El País fuera de sus casillas, escudándose en su currículum, en su influencia y en sus elevados contactos.

Según cuentan fuentes conocedoras de esta crisis, Cebrián ha recurrido a Fainé para que intente desvincular a Telefónica -donde es consejero- y a Caixabank del 'bando rebelde'. La multinacional de las telecomunicaciones, comandada por José María Álvarez Pallete, dispone actualmente del 13% de las acciones de Prisa, lo que le convierte en el tercer socio con más peso. El banco, por su parte, atesora el 3,83% de los títulos. Evidentemente, de la posición que tomen dependerá, en buena medida, el éxito o el fracaso del plan para provocar un vuelco de poder en el holding de los Polanco.

El plan de los rebeldes

El objetivo de los accionistas díscolos es, primero, el de cambiar al consejero delegado de Prisa antes de las vacaciones de verano y, segundo, el de desahuciar a Cebrián antes de que termine 2017. El nombre que barajan para desempeñar el primer puesto es el de Luis Velo, antiguo alto cargo de Telefónica y Antena 3, y más recientemente responsable de contenidos de Movistar TV.

En lo que respecta al cargo de presidente existen más dudas. Durante los contactos que han mantenido los sublevados durante las últimas semanas se ha barajado la opción de mantener a Cebrián, pero sin poder ejecutivo -como una “reina madre”-. También se ha pensado en situar a la cabeza a Fernando Casado, director del extinto Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) y antiguo presidente de Catalunya Caixa y director general del Instituto de la Empresa Familiar.

Incluso se habló de que, en una situación de extrema necesidad, César Alierta podría ponerse a la cabeza de Prisa.

Los planes de Cebrián son distintos a este respecto. En abril de 2016, renovó su compromiso con la compañía, con la idea de mantener el poder ejecutivo hasta 2018 -cuando espera solucionar la crisis de deuda que desencadenaron sus propias decisiones- y, a partir de ahí, iniciar un proceso de transición ordenada que finalizará en 2020. Eso, en principio, ya que no es la primera vez que el exdirector de El País pone fecha de caducidad a su mandato y, en el último momento, se arrepiente y amplía su contrato

Frente a las acometidas de los fondos de inversión y la presión de los accionistas institucionales, el periodista y académico cuenta con el apoyo en el Consejo de Administración del Grupo IAMSA, propiedad de Roberto Alcántara Rojas (8,9%), uno de los empresarios más cercanos al presidente de México, Enrique Peña Nieto. También le respaldan International Media Group (8,1%), del sultán catarí Khalid bin Abdullah al Thani y la familia Polanco (17,5%), que desde el inicio de esta batalla no ha dicho esta boca es mía.

El último socio que se ha rebelado contra Cebrián ha sido Abante Asesores, que recientemente ha transmitido por carta a sus clientes -firmada por José Ramón Iturriaga- su deseo de que se produzca un vuelco en Prisa que estimule a los inversores a apostar por la compañía, en la que cuenta con el 3,3% de las acciones.

Las implicaciones de la caída de Cebrián

Lo cierto es que esta operación trasciende al ámbito de los medios de comunicación y choca directamente con los intereses de los principales partidos y de varias de las grandes empresas españolas. Estas últimas, en el ámbito del Consejo Empresarial para la Competitividad, acordaron hace un lustro rescatar al Grupo Prisa, ahogado por una deuda que a principios de la actual década era superior a los 3.200 millones de euros y que había alcanzado los 5.000 millones antes de que Juan Luis Cebrián vendiera una parte del alma de la compañía al fondo estadounidense Liberty.

A mediados de 2012, con el lobby del Ibex en su pico de actividad, Telefónica (César Alierta) se comprometió a suscribir bonos convertibles en acciones de la editora de El País por 100 millones de euros, mientras que La Caixa (Isidro Fainé) y Banco Santander (Emilio Botín) aceptaron capitalizar una parte significativa de su deuda. A partir de ahí, suscribieron varios acuerdos de refinanciación que permitieron a la compañía de los Polanco ganar tiempo para afrontar sus obligaciones. Una buena parte de ellas, con los miembros del CEC.

En este proceso, jugó un papel mediador –aunque no especialmente activo- Soraya Sáenz de Santamaría, quien ha sido especialmente bien tratada desde entonces por los medios de comunicación de de Prisa. De ahí que la posible marcha de Cebrián pueda suponer un duro revés para sus aspiraciones políticas. Y de ahí que el periodista -con tono rotundo, según los presentes- asegurara tener el apoyo de la vicepresidenta en la reunión que mantuvo en diciembre con Amber Capital.

Las fuentes consultadas tienen opiniones diferentes con respecto a las posibilidades de éxito de los 'rebeldes' de Prisa. Unas voces afirman que la falta de noticias sobre la venta de Santillana y el cada vez más próximo vencimiento de 965 millones de euros de deuda (adquirida por los fondos buitre) debilitan la figura de su presidente a cada día que pasa. Otras, inciden en que la falta de peso de los sublevados en el Consejo de Administración y la poca discreción con la que han actuado -que ha otorgado a Cebrián capacidad de reacción- darán al traste con sus opciones. 

Habrá que ver también si los apoyos políticos y económicos en los que se escuda el jefe de Prisa perduran en "su momento de mayor debilidad en los últimos años". Por lo visto hasta el momento, no parece dispuesto a ceder el trono de la editora de El País sin presentar batalla, pero es cierto que sus opciones de éxito se reducirán -en mayor o menor medida- si sus maniobras para conseguir el respaldo de las altas esferas no dan resultado.  Y ya se sabe que la autoridad olvida a los reyes moribundos. De ahí la incertidumbre que rodea a esta guerra entre socios.

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